lunes, 29 de enero de 2007

CANTACLARO: Los destructores de Celendín

Por Constante Vigil
Celendín

La noticia viene de China, en donde un pueblo de Fumin tomó una decisión surrealista para ahorrar dinero y esfuerzos en reforestar una de sus montañas, afectada tras varios años de actividad minera. Decidió pintarla de verde en lugar de plantar árboles. Los vecinos no están conformes, sostienen que con los US$ 60 000 usados en la obra pudieron sembrar muchos árboles en la montaña.

Pulse la foto para ver de cerca el hueco de la vergüenza (de los alcaldes venales)

Algo similar ocurre en nuestra amada ciudad. Nuestro pintoresco y bello mirador natural, la colina de San Isidro, ha sido desfigurado, mutilado y destruido durante más de cuarenta años por malos e ignorantes vecinos que sistemáticamente fueron excavando la arena que guardaba en sus entrañas.
Cuando empezó la fiebre de empistar las calles, los maniáticos del cemento empezaron a extraer en volquetadas la arena, con la permisión de los alcaldes de turno; en consecuencia, el hueco fue creciendo hasta adquirir dimensiones monstruosas.
Cuando se quiso detener la extracción ya era tarde, el daño estaba hecho y la bella y señorial ciudad de Celendín se veía privada de uno de sus encantos: el bello mirador natural, en donde, además, los niños de todas las generaciones elevaban sus cometas en el mes de agosto.
Para colmo de males, el ex alcalde Mauro Siles Arteaga, contagiado del prurito exhibicionista de su jefe, el Chino Rata, decidió construir el “original” Cristo en la colina (el hecho de que sea muy parecido al de Río de Janeiro, "pero más chiquito", es pura coincidencia), seguramente para que se vea su obra, como los colegios que construía Fujimori.
Y allí no termina la cosa, para que los turistas y paisanos lleguen hasta la "obra de arte" con más comodidad, le construyeron una carretera que sube en zigzag en el frontis de la colina, hasta culminar a un hasta un costado de la vieja capilla, ahora oculta por columnas falsamente griegas y en donde han adaptado una playa de estacionamiento.
Todas estas malas acciones terminaron por destruir nuestra colina tutelar y el hueco sigue exhibiendo sus vergüenzas, sin que las autoridades siquiera se ruboricen.
Evidentemente la fe cristiana está decayendo. En lugar de carretera, a la colina debieron sembrarla con las espinas que siempre tuvo, para que suban descalzos, en peregrinación penitente, todos aquellos que han contribuido a su mutilación.
Es tiempo de buscar una solución estética al hueco de la infamia; cambiarle la cara al cerro mutilado debe ser un reto para el nuevo alcalde. Todos los celendinos, de nuestra parte, debemos sugerir alguna solución para tan terrible crimen. No creo que se gaste en repararlo la cantidad que los chinos usaron para pintar su “hueco”...

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