martes, 29 de enero de 2008

CANTACLARO: Brazo ejecutor de la mafia

Por Constante Vigil
Celendín
A medida que va avanzando el juicio contra el ex dictador y saqueador de la patria, Alberto Kenya Fujimori Fujimori, resucitan casos que sólo aparentemente habían sido olvidados, como son los de los secuestros de muchos personajes de la oposición, tildados por los mastines de Vladimiro Montesinos como terroristas o narcotraficantes.
En la Sede de la Dirección de Operaciones Especiales de la Policía Nacional de Ate-Vitarte (DIROES) están desfilando las víctimas de los secuestros en los sótanos del Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE), entre ellos Samuel Dyer, Gustavo Gorriti, Hans Ibarra y la ex esposa del sátrapa, Susana Higuchi, quienes acusan a Fujimori y a su mafia de haber ordenado sus secuestros.
El caso adquiere ribetes espeluznantes debido a que los sótanos del SIE, en las entrañas del llamado "Pentagonito", sirvieron para torturar y ejecutar a otros “desaparecidos”, cuyos restos fueron incinerados en hornos para no dejar huellas y evitar los “errores” de las matanzas de La Cantuta y Barrios Altos, cuyos cadáveres fueron descubiertos en fosas clandestinas.
Nos llama la atención el caso de Samuel Dyer Ampudia, conocido empresario de la selva, dueño de una fábrica de calaminas, quien el 27 de julio de 1992 llegó al Aeropuerto Internacional "Jorge Chávez" con su menor hijo para abordar una nave rumbo a Miami, donde lo esperaba su familia. Allí fue detenido por el mayor PNP Migdonio Torres Aliaga, miembro del Departamento de Capturas y Requisitorias del aeropuerto, pese a que contra él no había ninguna orden policial de captura ni requisitoria judicial.
El operativo, a todas luces inconstitucional, era burdo y hacía agua. Preguntado sobre el caso, el mayor Migdonio Torres Aliaga declaró que actuó por mandato verbal del Jefe de la División de Migraciones del Aeropuerto “Jorge Chávez”, coronel PNP Víctor Arcila Dupp, quien a su vez declaró que esa noche, a eso de las 23H00, recibió una llamada de Vladimiro Montesinos, quien le indicó que por disposición del presidente Fujimori debía apersonarse al aeropuerto para trasladar a Samuel Dyer a las instalaciones del SIE. En este caso, tal como en las fábulas de los niños, el perro le manda al gato y el gato al ratón y nadie se compromete por que no media ninguna orden escrita. Todas son órdenes verbales. De este modo, el mayor PNP Migdonio Torres Aliaga se convirtió en uno de los brazos ejecutores de los siniestros designios de Vladimiro Montesinos, el Rasputín de Fujimori, también conocido por su alias, “El Doc”. Todo valía en esa década nefasta, en la que muchos cometieron crímenes y latrocinios amparados en el principio de que las órdenes se cumplen sin dudas ni murmuraciones.
Resulta que el mayor Migdonio Torres Aliaga es un conocido de nuestra provincia, pues se desempeñó hace algunos años como Comisario de la Delegación Policial de Celendín y porque, en este periodo, proliferaron en la ciudad las cantinas de baja estofa y los consuetudinarios paseaban a sus anchas por las calles, además de otras irregularidades que causaron malestar en la población.
Ahora su retorno a Celendín está levantando muchas protestas, aún entre los propios miembros del cuerpo policial y de muchas personas que saben de su accionar.
El único que aplaudiría la llegada de este personaje sería el alcalde de Sucre, Rómulo Machuca, pues el jefe policial habría conseguido la donación, por parte de la Policía Nacional, de una camioneta para uso del dichoso alcalde…¡A quién Dios se la dio, San Pedro se la bendiga! En compensación por todos estos favores, el agradecido alcalde sucrense estaría programando una pomposa ceremonia para condecorar al mayor Torres Aliaga y declararlo nada menos que "hijo ilustre" de la ciudad de Sucre…
¿Tan caídos estamos de héroes y personajes locales? En cualquier parte del mundo el acto de abuso de autoridad y de participación en el secuestro político de otra persona inhabilitaría para tal distinción al mayor Migdonio Torres Aliaga, salvo en Sucre... Seguramente por muchos de nuestros paisanos, al saber que regresa a Celendín, claman a una sola voz: ¡Dios nos coja confesados y la Virgen nos proteja con su manto!

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