jueves, 31 de enero de 2008

NASHERÍAS: DIE IRAE: ¿Al policía se le respeta?

Por Crispín Piritaño
Celendín
Escribo esto lleno de ira porque me doy cuenta que los slogans que pretendían devolverle la credibilidad a los policías frente a la sociedad, son puras filfas. “Al policía se le respeta” rezan los afiches camineros con la efigie de un guardia recibiendo el saludo juguetón de un niño. “El policía es tu amigo”, reza otro no menos simpático.
Por la mañana, me había recrudecido el ataque de gripe (no hay nada peor que a uno le de la antipática en pleno verano) y me iba en busca de “La Primera”, el único diario decente que circula en el país, y lo que presencié me ha convencido que detrás de todo policía hay un asaltante con uniforme, un verdadero enemigo de la sociedad.
En un país donde lo que más escasea es el trabajo y los sufridos padres de familia libramos una verdadera batalla diaria por la vida para alimentar a los críos que claman por los hincones del estómago, un pobre hombre va a repartir en su triciclo huevos a quienes quieran comprar: pequeñas bodegas, casas particulares, míseros comerciantes de las paraditas, etc.
En la única cuadra que no es de doble sentido, el provinciano que trabaja de huevero trata de sacarle la vuelta a la vida arrastrando su triciclo, porque no va montado, contra el tráfico, para llegar al mercado antes que la competencia. En ese momento, el patrullero del escuadrón de emergencia (así, con minúsculas) de Los Olivos, de matrícula NP-4214, un 4 x 4 aparatoso que pregona cuidar la integridad de la colectividad con las enormes letras que jalonan los costados, la circulina y el ruido de sirenas, lo interviene.
-Estás contra el tráfico, compadrito.
-Es sólo una cuadrita, jefe.
-Ah, eres vivo, bueno ¿cómo es?
-Nada, jefecito, recién empiezo mi trabajo. Todavía no vendo nada.
-Ah, encima misio ¿no? ¿Qué dices tú? –se dirige a su compañero que va al volante.
-Tiene que ponerse algo, es de mala suerte empezar mal el día.
-Préstate algo por allí.
-¿A quien, jefecito? No conozco a nadie por aquí.
-Bueno pues, me llevo esta ruma de huevos, peor es nada.
Y sin reparar en el escaso público que, indignado, presencia el atropello, coge uno de esos adminículos de cartón que contienen tres docenas de huevos, que al cambio valen unos diez soles, sube a la camioneta y sigue tranquilamente su rutina, dejando al pobre comerciante con la certeza de que no habrá leche esa semana para sus hijitos.
Estoy perdiendo la fe en la vida, escuchando con estupor la frialdad con que los integrantes del grupo colina (otra vez con minúsculas) narran hechos espeluznantes en donde las víctimas, como no puede ser de otra manera, son niños y estudiantes, asesinados de la manera más cobarde, enterrados envueltos en cal viva, para preservar un orden corrupto, un gobierno digno de la barbarie de una republiqueta de historieta, como aquella en donde suceden cosas como en la “Conga de las bananas” del genial Hugo Pratt. Y viendo como todo en la vida da vueltas en redondo, como se repite el cinismo de Rudolph Hess en el Juicio de Nuremberg con la magistral actuación del chino rata Alberto Kenya Fujimori, aparentando que la cosa no va con él y aprovechando el estupor y las toses apagadas de la sala para saludar con la mano a sus parciales presentes, entre las cuales está, por supuesto, la gorda Keiko, con sus poses de candidata presidencial y su séquito de esperpentos.
Me pongo en el espíritu del niño de la quinta de Barrios Altos, en el jirón Huanta 848, que pregunta a los del escuadrón de la muerte:
-¿Y ustedes quiénes son?
-Somos los de la orquesta.
-Les ayudo con el maletín de los instrumentos.
-Es mucho peso para tu edad, hijo – dice su futuro victimario cargando las ametralladoras.
Minutos más tarde el niño muere acribillado en un concierto de balas, música chicha y fragancias de pollada, tratando de cubrir a su padre que trae dos cervezas para brindar con los amigos.
La fe se me cae en pedazos pensando en cual es la diferencia entre matar por defender la corrupción y quitarle a cualquiera los huevos y seguir libre impunemente. Definitivamente hoy ha sido el DIE IRAE de mi existencia porque me ha hecho caer en la impotencia de remediar las cosas y me ha convencido que la vida es una huevada.

No hay comentarios:

HISTORIA: Juan Basilio Cortegana, semblanza y documentos

UN HIJO ILUSTRE DE CELENDÍN: JUAN BASILIO CORTEGANA Y VERGARA     Por Nazario Chávez Aliaga El día 12 de noviembre de 1877, en su domicilio ...