domingo, 2 de enero de 2011

PEQUEÑA HISTORIA: La Ruta del sombrero

A raíz del Premio Nobel de Literatura concedido a nuestro compatriota Mario Vargas Llosa, reconocimiento supremo coincidente con la publicación de su novela “El sueño del celta”, ha retomado actualidad un tema que toqué hace algún tiempo. Uno de los personajes a quién me refería es el coprotagonista de esta, a nuestro juicio, hermosa e impactante novela, a despecho de críticas malévolas por parte de algunos escritorzuelos peruanos que, obviamente, pretenden colgarse de la fama del Nobel 2010 para, denigrándolo, cobrar notoriedad.
En mi artículo no encontrarán nada de lo que grafica certeramente MVLL, sino más bien la génesis de la lucha de algunos hombres de la tierra, que enfrentaron los retos que implicaba por entonces internarse en la selva en un intento de hacer fortuna (NdlR).

Por Jorge A. Chávez Silva, “Charro”
Mucho se ha especulado acerca del origen del tejido del sombrero en Celendín y del por qué se utiliza en su confección la paja de bombonaje, originaria del departamento de San Martín y de zonas de Ecuador. Esto prueba de alguna manera la historia romántica que atesora como reliquia la familia Solís, de que fue uno de sus ancestros, originario de la región de Cuenca en el Ecuador, el que enseñó a las celendinas la manera de tejer el sombrero. Según la historia, que hemos publicado en CPM II, la ruta de los tres ecuatorianos fue la misma que siguieron los fundadores de nuestro pequeño cielo azul del Edén: viniendo desde el oriente selvático llegaron a la plácida campiña celendina.
La ligazón secular entre las ciudades de Yurimaguas, Moyobamba, Rioja, Guayobamba y Celendín se remonta a los tiempos incaicos, justamente desde que Túpac Yupanqui, en 1470, conquistara la antigua ciudad de Cajamarquilla, conocida por los historiadores como El Gran Saposoa, sometiendo luego de sangrientos combates a los indomables chachapoyas. Se dice que fue ese Inca quien trajo en calidad de mitimaes a parte de los integrantes de la tribu de los chilchos, desde el territorio que hoy es el departamento de San Martín, hasta las tierras de Celendín, precisamente a la zona de Pallac, Caguaipampa y Chuclalás.
El arqueólogo e historiador Moisés Chávez, refiriéndose a las relaciones de los conquistadores españoles en sus visitas al territorio, dice al respecto: “La ubicación de los Guamán y los Chilcho es inexacta. Solo tenemos la indicación incierta de que estaban en los términos de los Chachapoyas, pero cabe la posibilidad de que los chilcho ocuparan la región de Celendín, contigua a la ruta de penetración. En la relación de otras visitas posteriores falta la referencia a la zona de Celendín, y esto revela a mi criterio que Celendín, así como jamás dependió de Cajamarca, continuó siendo independiente. Es posible que las relaciones de rivalidad entre los indios de Cajamarca y los mitimaes de Chilcho, se proyectaran en el transcurso de las generaciones en el apelativo peyorativo de “chilcho”, “Chilico” o “shilico”, con que los cajamarquinos llaman a los celendinos y que éstos se adjudican con cierto orgullo étnico”.

Augusto G. Gil, el filántropo celendino, protagonista importante en la era dorada del caucho (Foto archivo CPM).

Esta hipótesis no haría más que demostrar la supremacía de los celendinos sobre el conocimiento y uso comercial de la ruta del nororiente sobre los caxamarcas y otros pueblos del norte, conocimiento que según sospechamos, provendría desde la época de los muchiks en sus relaciones comerciales para extraer el oro de los lavaderos del Marañón, casi mil años antes de la conquista.
El conocimiento de la ruta llevó al obispo Jaime Martínez de Compañón a seguir ese derrotero en su célebre visita pastoral a la diócesis de Trujillo. Si nos atenemos a las tradiciones orales que explican el origen de Celendín, los fundadores habrían venido desde el Brasil, a través del Amazonas desviándose por la confluencia del Huallaga, hasta la actual Yurimaguas y luego por Moyobamba, Rioja, Guayobamba (hoy Rodríguez de Mendoza), Leymebamba y Balzas.
En los tiempos en que era difícil el acceso a la selva, las únicas rutas de acceso al nororiente, al Alto Marañón y al Amazonas eran dos: La entrada por las localidades de Jaén y Bellavista, ruta difícil por lo inhóspito de la región, que, aparte de accidentes geográficos formidables como el Pongo de Rentema y el de Manseriche, que hacían casi imposible la navegación, estaba plagada de paludismo, beriberi y malaria, y poblada, además, por las feroces tribus de los pacamuros, awajún y wampis, entroncados con el grupo jíbaro, dispuestos a todo para conservar sus territorios, hasta a convertir en txantxas las cabezas de los invasores.
La otra ruta era por Celendín, más transitada y pacífica, aunque no exenta de peligros, por donde iba la mercadería en piaras de unas cincuenta mulas, en el sistema conocido como arrieraje, aparejado con el infame trabajo de los hombres bestias que llevaban el solpe como enjalme para cargar a otras personas, gracias a la energía de la coca que chacchaban. Muchas personas recuerdan a estos desgraciados caminando a duras penas por las calles empedradas de Celendín, con la frente surcada por las cicatrices y callos que les ocasionaba el solpe.
Mi tío Salomón Mori Sánchez, me contaba hace muchos años sobre los avatares vividos en esa ruta a la que dedicó cuarenta años de su vida, en un camino interminable, saliendo de Celendín por Lucmpampa para llegar a Balzas, en donde estaba el puente colgante de Chacanto, luego atravesaban la cordillera de Calla Calla, Leymebamba, Guayobamba, sin necesidad de ingresar a Chachapoyas que se encontraba más al norte, luego a Rioja, Moyobamba y finalmente Yurimaguas.
Desde tiempos anteriores a la fundación de Celendín, esta ruta permaneció como un corredor comercial que luego serviría también para la comercialización del sombrero de paja toquilla en un tránsito fluido, ya que la producción de sombreros se hacía una vez por semana. Tenemos como prueba el dramático testamento de José María Zamora Díaz, un huacapampeño que testa sintiendo cercana la muerte: “En el momento supremo en que la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, en cuya fe todas las cosas tienen un principio y medio y fin. Sea pública esta mi memoria testamentaria que en esta fecha declaro yo, José María Zamora, natural de Huacapampa, y vecino de la provincia de Celendín, hijo legítimo de Francisco Zamora y Catalina Díaz, de la edad de treinta y ocho años, estando de tránsito para Moyobamba en el distrito de Yaguas y enfermo de gravedad con la enfermedad que Dios, nuestro Señor, se ha servido mandarme, hago esta mi memoria o carta testamental si la voluntad de Dios se ha servido llevarme de esta presente vida a la otra…”.
Este tránsito fluido y constante de los comerciantes celendinos llevando el sombrero terminado y regresando con la materia prima para su fabricación y otras mercaderías que llegaban vía Iquitos, explica el hecho de que la mayoría de los apellidos de esta región tengan origen celendino. Los comerciantes en ruta pernoctaban en sus descansos en la parentela que se había formado a lo largo de la ruta, una prueba fehaciente es el final del testamento citado líneas arriba, que dice textualmente: “Con la mayor justicia y los derechos de mi propia persona, como si presente lo hiciera para que se lleve a cabo ésta mi última disposición, la firmo con los testigos Teófilo Rojas, Eusebio, Marcelino y Celestino Díaz y Rafael Cachay.- En Yaguas a los cinco días del mes de octubre del año de mil novecientos dos”. Esta especie de cónclave de seis celendinos en una pequeña aldea de la selva es una muestra palpable de la frecuencia de sus viajes en la zona.


Julio César Arana "El barón del caucho".

De acuerdo a estos indicios, el "barón del caucho", Julio César Arana, nacido en Rioja, habría tenido origen celendino y acompañaba a su padre, el celendino Martín Arana en el comercio de sombreros desde que contaba con 14 años, o sea en 1878, en la ruta Celendín-Iquitos, y dadas las condiciones del viaje, que necesariamente implicaba solidaridad entre los viajeros, no sería extraño que los tres grandes comerciantes celendinos de la época: Augusto G. Gil, Sixto Quevedo y Rafael Cachay hayan tenido amistad y hecho negocios con el cauchero Julio César Arana. Conocido es que los tres regresaron ricos de la selva y viajaron a Europa con toda facilidad a través del Amazonas e hicieran sus negocios con libras esterlinas, para muestra citamos el mismo documento de Zamora: “El segundo error consiste en trasladar una misma partida: Plo. El Diario dice:
Mds. a £ 50,000
Caja £ 50,000
Mercaderías a £ 500,000
Caja £ 500,000
Se traslada al mayor en vez de poner en la 2ª partida de £ 500, repetimos la de £ 50,000, advertidos del error por Balance, sentamos una partida contraria para destruir el error, poniendo al pie la explicación siguiente: Contrapartida por haber pasado dos veces la partida tal”.
Por ello las anécdotas que adornan las biografías de estos personajes tienen como escenario algunas ciudades y circunstancias de Inglaterra: La conocida anécdota del regalo del sombrero al Rey por parte de Augusto G. Gil, los viajes de Sixto Quevedo a la India, en ese entonces colonia británica y el hecho de que Rafael Cachay enviara a su hijo Horacio Cachay Díaz a concluir sus estudios de medicina en Londres, tras una huelga de los estudiantes de San Fernando en Lima contra el régimen de Leguía.
La llegada intempestiva de la dorada era del caucho cogió a estos celendinos en la ruta y gracias a ella lograron prosperar en diversa medida. Las dos décadas que duró esa época de locura arrastró a miles de personas, ávidas de riquezas, a ingresar a la selva por la ruta de Celendín. Llegaban en manadas, harapientos, en jamelgos acezantes o como podían, con un destello de ambición en la mirada, se alojaban en cualquier posada o dormían en el muladar que era por entonces la plaza, o en los atrios de las iglesias y al día siguiente se perdían por la fila del Jelig en un viaje sin retorno. Muy pocos fueron los que volvieron enriquecidos.
La habilidad y visión de los negocios de Julio C. Arana, sería un indicio más de su origen celendino. Lo demás, el imperio que forjó en el Putumayo y el genocidio de 40 000 indios por parte de sus empleados en la explotación del caucho y las investigaciones de Sir Roger Casement al respecto, fueron el combustible de un escándalo que remeció el mundo financiero de Londres y que finalmente decretó la ruina del imperio forjado por Julio César Arana: La Peruvian Amazon Rubber Company.

¡SOLANO OYARCE, DEVUELVE LA CALLE QUE LE ROBASTE A CELENDIN!
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1 comentario:

LERM dijo...

Existe una versión en el pueblo Hermano de Catacaos, que el religioso Juan de Mori en su arduo trabajo por defender a los indios Tallanes, y luego de comprar las tierras a la corona española trajo a tres pobladores de la región que ocupa Ecuador, habiendo sido uno de éstos el que llevó el arte del tejido de sombrero posteriormente a Celendín.
Sería interesante se realice una investigación al respecto , ya que Actualmente Catacaos exporta sombreros a Francia a travéz de una ONG , y se autodeclaran ser los que tejen los mejores sombreros e insinúan que existe cierta paternidad respecto a la confección de los mismos frente a nuestro Celendín

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