lunes, 9 de enero de 2012

OPINIÓN: "Los Huatacos"

Por Jorge Pereyra
Existe una palabra que los campesinos cajamarquinos pronuncian con rabia, casi con asco: huataco.
Se trata de un término oprobioso que designa a aquel sujeto, cercano al amo, y que habiendo surgido del medio indígena, se comporta de un modo cruel y abusivo con sus propios hermanos de raza.
Y en su afán de parecerse cada vez más al blanco, al patrón, el huataco se esmera en hacer más que méritos suficientes de despotismo con los suyos para, al estilo del perro que ladra y baila, agradar el ojo del dueño.
Son personajes abyectos, egoístas y malvados conocidos también como capataces, mayorales y controladores.
Pero esto no sólo ocurre en el medio agrícola y rural, sino también en las zonas de explotación minera.

"...se comporta de un modo cruel y abusivo con sus propios hermanos de raza".

LOS HUATACOS MINEROS
Los huatacos mineros son ahora aquellos dirigentes comuneros escogidos y sostenidos por la mina y que, convertidos en contratistas o subcontratistas, usufructúan económicamente de las mejores contratas de maquinarias y prestación de servicios tercerizados de mano de obra barata.
Claro está que su prosperidad personal depende del control férreo que tengan de sus representados. Pero cuando los comuneros se rebelan y los desconocen, entonces la mina no se hace problemas y los remplaza por otro huataco. Ellos tienen una lealtad y fidelidad canina a sus patrones, algo que no es recíproco por parte de los altos jefes mineros.
Los huatacos, pues, son traidores a su propia etnia y se esfuerzan denodadamente por diferenciarse visualmente de ella. Visten ropa de marca, pulen y limpian con su aliento sus camionetas 4x4, ya no beben aguardiente sino whisky, y es patético y hasta chistoso verlos en los cajeros automáticos usando torpemente sus tarjetas bancarias.
Miran con desprecio a los demás desde su atalaya fabricada por ellos mismos. La mina les cambió su vida, sus costumbres y también sus sentimientos. Defienden a muerte lo que tienen, como el niño gordo que no presta su pelota de fútbol. Y son los primeros que acuden a hablar bien de la minería en cabecera de cuenca cada vez que el ministro Valdés los convoca a Lima.

LOS HUATACOS CITADINOS
Pero no se crea que los huatacos sólo pululan en el medio rural, la mina también los recluta en la ciudad. Y éstos son de los peores. Fungen de empleaditos que ocupan los niveles más bajos en el escalafón de la administración minera, pero cuando bajan a la ciudad se alucinan haciéndose pasar por ingenieros. Pero todos sabemos que estos últimos cargos siempre han estado reservados para profesionales mineros foráneos.
Viven el presente y les importa un comino el futuro del planeta y de la humanidad. Desdeñan todo aquello que se refiera a los asuntos ambientales; pues, como decía Machado, sólo se desprecia lo que se ignora.
Si la minería irresponsable destruye y contamina el medio ambiente cajamarquino, dicen con desparpajo que ese es el precio que tenemos que pagar para que el país no se detenga y siga creciendo económicamente.
Pero está ampliamente demostrado que la gran minería sólo beneficia a una pequeña minoría.
Y quizás su filosofía se resume en la siguiente máxima: primero son mis dientes que mis parientes. En suma, estos huatacos citadinos siguen las enseñanzas de Sardanápalo, quién epicúreamente sostenía: “Come, bebe y disfruta que lo demás es nada”.
Pero yo me pregunto: ¿de qué les sirve la riqueza en el bolsillo, si hay pobreza en su cabeza?

¡FUERA YANACOCHA DE CELENDIN, CONGA NO VA, Y NO VA...!
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