martes, 17 de julio de 2012

TRIBUNA: ¿Quién cargará el muerto?

Por Víctor S. Chávez Velásquez

En el día de nuestra patrona, la virgen del Carmen,
mi solidaridad con las familias de nuestros hermanos
caídos en Celendín y Bambamarca.

Tito Lucrecio, el filosofo romano del siglo primero antes de nuestra era, decía muy sabiamente: “los dioses se vanaglorian de su inmortalidad mirándonos desde su Olimpo, mientras los hombres sufren la desgracia de ser mortales”, descripción que bien le calza al presidente Humala: mientras era candidato juraba por la Biblia en la Casona de San Marcos que defendería la vida y los intereses de la patria, hoy sus manos están manchadas con la sangre de inocentes, y es que el presidente no puede creer que al haber ascendido a la primera magistratura del estado le da patente de corso o creerse un semidiós, muy por el contrario, debió de agotar todos sus esfuerzos en conversar y convencer al señor Santos, Saavedra, Arana y a los cajamarquinos por qué estamos equivocados, no puede escudarse en el argumento de sus ministros quienes dicen que los violentistas no escuchan razones, para qué perder el tiempo en conversar. El solo hecho de conciliar lo habría hecho revertir esa nefasta imagen que tiene el día de hoy, y es que es él quien debe tomar la iniciativa ante la ineficacia de su premier. 
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Los cadáveres que salen cada cuatro años para mentirnos.
Durante la era republicana no hay presidente que no haya hecho lo mismo que Humala; una vez instalados en el poder hacen lo contrario de lo que pregonan cuando son aspirantes, el fin supremo de los candidatos es quien ofrece más, aun a sabiendas que no podrá cumplir sus promesas. El candidato a la primera magistratura del estado debe ser cínico, mentiroso profesional, corrupto y tener el poder de mimetizarse como un camaleón, no importa que sea feo, siempre habrá un asesor de imagen que le maquillará la cara recurriendo a algún artificio del Photoshop.
A raíz de los luctuosos acontecimientos en Celendín y Bambamarca la clase política y algunos periodistas se dedicaron a mal informar, cual plumíferos asalariados, buscando en el bando equivocado a los culpables de las muertes, como si se tratara del juego del gran bonetón. Por el amor de Dios, los caídos no son un simple número en las estadísticas de las desgracias del Perú, son seres humanos, jóvenes y quizás padres de familia que tuvieron la desgracia de cruzarse en el camino de las balas asesinas de los militares, tan culpable es el que jala el gatillo como el que dio la orden de militarizar las provincias cajamarquinas, cargos que tendrán que dar cuenta los responsables políticos, incluido el Presidente.
Muchos inconscientes dirán que su osadía de enfrentar a las fuerzas del orden les costó caro, a la luz de los acontecimientos una marcha para reclamar los haberes impagos de los profesores del SUTEP, fue confundida con las protestas al proyecto minero Conga. Por supuesto para ellos los culpables son los anti mineros.
No habrá ningún sentimiento de pesar que logre calmar el dolor de los deudos, nada podrá consolar la falta del ser querido, nada le devolverá a la madre la vida de su adolecente hijo, ninguna disculpa será suficiente para olvidar la masacre y los muertos de hoy se seguirán sumando a esa larga lista de caídos que mañana nadie se acordara de sus nombres pues siempre habrá una cortina de humo en los medios de comunicación, para tapar las barbaridades de nuestros gobernantes.
La violencia y los asesinatos cuando hay protestas ya es común en el Perú, sin ir muy lejos desde Bagua, Tía María, Espinar y ahora Celendín y Bambamarca lo han sufrido. Mientras no nos toca lo vemos muy lejano. Es seguro que no hubiese estado escribiendo estas líneas si el problema no hubiese sido en nuestra propia casa. Nos hemos acostumbrado peligrosamente a la situación, por ausencia de un Premier capaz y conciliador, condiciones de las que adolece el innombrable Valdés. Siempre recurriendo a un bombero para apagar los incendios, labor que recae por lo general en algún miembro de la iglesia, a pesar de que el máximo jerarca de la Iglesia peruana tenga expresiones que desdicen de su condición. Todos esperamos sinceramente que la mediación de monseñor Cabrejos y el padre Gastón Garatea, tienda los puentes para lograr la tranquilidad en Cajamarca.
El mejor homenaje que podríamos hacer a nuestros muertos es recordar a los políticos oportunistas, para cuando requieran de nuestro respaldo los ignoremos, ese será su castigo. Olvidarnos para siempre de los Fujimori, de los Toledo, de los García y de cualquier advenedizo que pida nuestros votos. No hay que olvidar que cada cuatro años resucitan, cual cadáveres putrefactos desde sus sarcófagos para pedir nuestro voto.

Lima, 16 de Julio de 2012.

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