martes, 24 de julio de 2007

HISTORIA: Celendín y el comercio


Comerciantes shilicos a fines del Siglo XVIII

Que la dedicación profunda de los celendinos al trabajo y al comercio como actividad lucrativa fue una constante de vida lo prueban las noticias que recaba el sociólogo Alejandro Reyes Flores en su ensayo “Hacendados y Comerciantes: Piura, Chachapoyas, Moyobamba, Lamas y Maynas” (Lima, Juan Brito, 1990).
Hemos leído atentamente el texto y de él extraemos la certeza de que nuestros antepasados, como auténticos pioneros, se dieron a la durísima tarea de transportar mercancías a través de toda la región Nororiental del Marañón, abriendo caminos por rutas hasta entonces desconocidas y en las peores condiciones climáticas, en una región difícil de por sí, marcando de este modo su zona de influencia cultural que aún hoy persiste y que ha determinado nuestra natural inclinación hacia la región del oriente. ¿Será tal vez porque ésa fue la ruta de ingreso de los celendinos primigenios?
P
ara cumplir ese cometido los antiguos celendinos se revistieron de audacia, valor y de una obsesión de progreso a toda prueba, dejándonos una impronta de lo que debe ser un hombre de trabajo, al que nada arredra en la consecución de sus objetivos. Como sabemos por noticias posteriores, nuestro pueblo en esa época fue un enclave de producción caballar y los dos tercios de su área agrícola "estaba ocupada por alfalfares”.
Para conocimiento de nuestros lectores, transcribimos algunos párrafos del ensayo en mención. (Nota de la Redacción)

"El indio Valles", acuarela del obispo Martínez de Compañón.

HACENDADOS Y COMERCIANTES

Por Alejandro Reyes Flores

El medio más utilizado para transportar la producción de la región así como internar lo que se necesitaba, fueron las mulas. El problema estuvo en que aquellas escasearon a fines de siglo XVIII, y fueron los "shilicos" (Celendín), quienes estuvieron desplazando y monopolizando el transporte de tabacos de Moyobamba a Trujillo, como lo manifiesta el vicario de Chachapoyas don José de Urteaga: "Verdad es que si los caudales del Rey que vienen anualmente a esta Ciudad para convertirse y emplearse en compra de tabaco y transporte de ellos a la Villa de Cajamarca, quedaran en esta Ciudad y su Provincia no hay duda que fuera la más pingüe [...]. Pero como los conductores y portadores de este Ramo Real vienen de distinta Provincia, a saber del Asiento de Zelendín, a conducir dichos tabacos con sus mulas, por defecto de éstas en esta Provincia, se llevan considerable porción por los fletes, y este dinero pasa a otra Provincia".
Ahora bien, los pobladores de Celendín no sólo estuvieron desplazando a los chachapoyanos en el traslado de tabacos con sus mulas a fines del siglo XVIII, sino que incluso tuvieron la exclusividad como balseros en el paso del río Marañón por el puerto de Balsas, en Cajamarca, hacia Chachapoyas y Moyobamba y viceversa. Esta ventaja y la precoz inclinación por el comercio de los "shilicos" cajamarquinos, les hizo ganar espacio en el comercio de esta parte nororiente como lo ratifica el párroco del pueblo de Olleros: "Fue propio de esta Doctrina de Ollero y común a toda la de Chachapoyas la del acarreo de tabacos, aún antes de estar sujeto al Real Ramo, hoy que la Provincia de Celendín por asiento trata de esta labor será la destrucción de toda esta Provincia".
Los "shilicos" de fines del siglo XVIII, tuvieron a su favor poseer mulas, balsas y una relativa exclusividad para el transporte del preciado tabaco que se producía en la zona, porque también los de Moyobamba y Huallabamba transportaron tabacos en detrimento de los pueblos de Chachapoyas. La producción y transporte de tabaco en la región nororiental, cuyo comercio se encontró monopolizado por el Estado colonial, tuvo una gran demanda en el medio rural y urbano, convirtiéndose en el dinamizador de la economía regional y redistribuidor de la riqueza producida, aunque, como se aprecia a fines de la Colonia, se encontraba distorsionado por la injerencia de los "shilicos" no permitiendo una acumulación y reinversión en la región.
Mantener caminos operativos en la región nororiental, a fines de la Colonia, fue un problema insoluble y siempre hubieron quejas tanto de los productores, como de los comerciantes y funcionarios colonialistas. Las lluvias torrenciales, los ríos e infinidad de riachuelos, la exuberante vegetación, el suelo pantanoso, todo se confabuló para que los caminos y puentes en gran parte del año, estuvieran literalmente intransitables, lo que encarecía la circulación de los productos. No obstante éstas y otras condiciones negativas, la producción no se detuvo, la circulación para satisfacer el consumo local, regional y nacional se mantuvo.
Tan importante como tener caminos, puentes y tambos, fue contar con el número suficiente de mulas para el transporte de lo que se producía en la región: tabaco, azúcar, lonas, cera, cascarilla, etc. El problema estuvo en que el precio de 35 pesos por mula era muy elevado para la región, en la medida que las diferentes variables que conformaban la riqueza de la región fue baja: tierras, salarios, productividad, costos en el comercio comparado con otras regiones, por lo que la capacidad de compra de los hacendados, comerciantes y productores chachapoyanos, en forma individual, estuvo limitada para acceder a un número significativo de mulas.
Por ello puede explicarse por qué los pobladores de Celendín comenzaron a desplazar en el comercio del tabaco a los de Chachapoyas: estuvieron más cerca de los centros reproductores de mulas.

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