En 2008, en su número 8, la revista impresa Fuscán publicó un artículo titulado "Mi tierra en la narrativa nacional", del profesor Jorge Horna Chávez, artículo que también fue subido a este blog, así como a Chungo y Batán y a Espina de Maram. Ahora volvemos a a publicar este trabajo, ya que el autor lo ha actualizado agregando importantes datos. Es de subrayarse el rigor bibliográfico, las precisiones editoriales y la amplitud del esfuerzo y de la investigación realizada. (NdlR)
Por Jorge Horna
Celendín
en el imaginario narrativo nacional
en el imaginario narrativo nacional
Por Jorge Horna
¿Qué poseen Celendín y los hijos de este pueblo para ser motivo recurrente en la novelística y cuentística peruana?
Tal vez hallarán alguna explicación quienes han nacido en ese pueblo y son conscientes de la privilegiada configuración geográfica, el hermoso paisaje natural y cultural; y quienes conocen Celendín y/o han labrado amistad con sus habitantes, también encontrarán razones para desentrañar aquella persistencia.
Ciro Alegría es el primer novelista que hace referencias puntuales a los celendinos en sus obras. Este escritor indigenista en su huida de la persecución política (fue militante aprista, después renunció), estuvo de paso por Celendín, donde fue detenido y encarcelado por un corto tiempo, posteriormente trasladado a cárceles de Cajamarca.
Celendín, esquina Grau y Dos de Mayo. Oleo de Jorge Chávez Silva, "Charro". |
En La serpiente de oro (Nascimento, 6ª edición. Santiago de Chile.1949), consta: “…los togados con los vestidos de dril almidonado que crujen al andar; los celendinos con sus listados ponchos de lana, detenidos ante sus rimeros de percalas, sombreros, y baratijas…” (pág. 35).
“Los celendinos extienden en los patios sus atados de mercaderías: colorean percalas, brillan espejuelos y cuchillos, blanquean sombreros. Nada falta” (p. 113).
El su gran novela El mundo es ancho y ajeno (El Comercio S.A. Lima, 2005), encontramos: “Los comuneros persiguieron a los gitanos, sin poder encontrar a “Frontino”. Tiempo después, lo rescató mediante muchos trámites uno que fue a Celendín, para comprar sombreros de paja.” (p. 240).
“El bandido comprendió inmediatamente la razón de la belleza de la señorita del corredor. Esa mujer marchita, de hermosura en ruinas, hacía presumir una espléndida juventud. Lo extraño resultaba su casamiento con Zenobio. Él no sabía que este la enamoró en Celendín, donde hay mujeres muy hermosas…” (p. 338).
También en la novela Siempre hay caminos de Ciro Alegría, Candelario es un personaje celendino.
Mario Vargas Llosa, en su notable novela Conversación en La Catedral (Edit. Seix Barral. Biblioteca Breve. Barcelona, 1983), menciona a Celendín en el siguiente diálogo:
—Ya sé que Hipólito se portó muy mal —dijo el señor Lozano—. Vamos a darle un puestecito para que se pudra en vida.
— ¿Y sabes dónde lo vamos a mandar? —se rió Ludovico—. ¡A Celendín!
El narrador Roberto Reyes Tarazona en el cuento “En corral ajeno” incluido en su libro La Torre y las Aves y otros cuentos (Fondo de Cultura Económica. Lima, 2002), nomina la Shilica a uno de los personajes de este relato:
“Pero lo más atinado, si se tiene plata, según el gordo, es ir a consultar a los “curiosos”. Y por entonces, especialmente la más afamada de ellos, la Shilica, una vieja con aura de infalible.” (p. 198).
“En las afueras del pueblo, en la dirección por donde me dijeron se hallaba el “consultorio” de la Shilica, me senté en una pirca a recuperar el aliento.” (ídem).
Alfredo Bryce Echenique esboza un personaje celendino, la Mama Rosa, en sus dos Antimemorias:
En Permiso para vivir (Lima. PEISA, 1993) dice: “…porque los indios no tienen edad y ella no parece india por lo blanca que es, pero vino desde Cajamarca y nació en un pueblo llamado Celendín, de gente muy buena y trabajadora y honrada. La Mama Rosa es muy blanca y como si fuera de la familia. Tiene un dormitorio un poquito mejor que los demás…” (p. 268).
Continúa la mención a la Mama Rosa en las páginas 269 y 271 del mismo libro.
En Permiso para sentir (Lima. PEISA, 2005), Bryce narra: “El periodista y escritor peruano Alfredo Pita me acompañó en un lindo viaje a Cajamarca, con la única finalidad de visitar Celendín, en el norte andino del Perú, donde había nacido Rosa Bazán, la Mama Rosa que me crió…” (…)
“A las diez de la noche dejaba de funcionar el motor eléctrico. Celendín se apagaba por completo y, por decirlo de alguna manera, sus hombres de letras y sus intelectuales desaparecían en las tinieblas. Toda una vida así. Toda una vida de encuentros en la plaza de armas, de cervezas conversadas, de escasa o nula animación cultural, pero toda una vida también de bondad, como la del maestro Mime, con quien hice una de esas grandes amistades que parecen eternas.” (…) “He sabido de él. Allá sigue, en Celendín, donde me imagino que el motor de la luz se sigue apagando a las diez en punto de la noche.” (p. 445).
Einar Pereira, en su novela Celendín, tablero de ajedrez (Lima. Láser Producciones, 2004), recurre a datos históricos de la fundación de Celendín para estructurar el contenido argumental.
En la novela Sangre de hermanos (Editorial Planeta. Lima, 2008), de Ignacio López-Merino, uno de sus protagonistas, Eleuterio Gómez “El zarco”, es un celendino hijo de terrateniente, que huye a Lima de los odios de su familia y se enrola al Ejército para combatir junto al mariscal Cáceres contra las tropas chilenas invasoras.
Como no podía ser de otro modo, los narradores celendinos clásicos Alfonso Peláez, Nazario Chávez, Julio Garrido, Pedro García “El Búho”, Jorge Díaz Herrera, dan cuenta de personajes y ambientes de su terruño. En esa misma línea también están Manuel Sánchez Aliaga, Arquímedes Chávez, Elmer Chávez, y dos promisores y talentosos narradores: José Luis Aliaga Pereira, Jorge Antonio Chávez Silva, ambos ya han publicado sus primeros libros.
Alfredo Pita, escritor galardonado, en uno de los cuentos de su libro Morituri, hace referencias constantes a Celendín bajo un vocablo histórico, Villamalia (antiguo y primigenio nombre de Celendín), y con frecuencia, en el entretejido de sus cuentos, surge la atmósfera y espacio telúrico donde él nació y vivió su infancia.
El narrador liberteño Gilberto Alvarado, publicó el cuento "Shillica" (Arteidea Revista de Cultura No. 11. Lima, 2007); aquí un extracto:
“La invité al Bambú, una cafetería de Belén. Los cafés fueron servidos con tamales, y después un tinto dulce entonaron los ánimos. Entonces supe que era de Celendín ‘una shillica auténtica’, me dije espaciando la mirada en su cabello negro, liso, peinado con raya al medio…”
Hipocampo Editores, en 2008, publicó el libro Historias de Shilico el Escribidor y otros cuentos del narrador tarmeño Blas Puente Baldoceda.
Manuel Guerra Velásquez, narrador natural de la ciudad de Cajamarca, perode ascendencia celendina, ha publicado la novela Trasiegos (Editorial Horizonte, 2013). Varios capítulos de este libro están ambientados en el espacio urbano y geográfico de Celendín y los personajes responden a la idiosincrasia local.
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“Los celendinos extienden en los patios sus atados de mercaderías: colorean percalas, brillan espejuelos y cuchillos, blanquean sombreros. Nada falta” (p. 113).
El su gran novela El mundo es ancho y ajeno (El Comercio S.A. Lima, 2005), encontramos: “Los comuneros persiguieron a los gitanos, sin poder encontrar a “Frontino”. Tiempo después, lo rescató mediante muchos trámites uno que fue a Celendín, para comprar sombreros de paja.” (p. 240).
“El bandido comprendió inmediatamente la razón de la belleza de la señorita del corredor. Esa mujer marchita, de hermosura en ruinas, hacía presumir una espléndida juventud. Lo extraño resultaba su casamiento con Zenobio. Él no sabía que este la enamoró en Celendín, donde hay mujeres muy hermosas…” (p. 338).
También en la novela Siempre hay caminos de Ciro Alegría, Candelario es un personaje celendino.
Mario Vargas Llosa, en su notable novela Conversación en La Catedral (Edit. Seix Barral. Biblioteca Breve. Barcelona, 1983), menciona a Celendín en el siguiente diálogo:
—Ya sé que Hipólito se portó muy mal —dijo el señor Lozano—. Vamos a darle un puestecito para que se pudra en vida.
— ¿Y sabes dónde lo vamos a mandar? —se rió Ludovico—. ¡A Celendín!
El narrador Roberto Reyes Tarazona en el cuento “En corral ajeno” incluido en su libro La Torre y las Aves y otros cuentos (Fondo de Cultura Económica. Lima, 2002), nomina la Shilica a uno de los personajes de este relato:
“Pero lo más atinado, si se tiene plata, según el gordo, es ir a consultar a los “curiosos”. Y por entonces, especialmente la más afamada de ellos, la Shilica, una vieja con aura de infalible.” (p. 198).
“En las afueras del pueblo, en la dirección por donde me dijeron se hallaba el “consultorio” de la Shilica, me senté en una pirca a recuperar el aliento.” (ídem).
Alfredo Bryce Echenique esboza un personaje celendino, la Mama Rosa, en sus dos Antimemorias:
En Permiso para vivir (Lima. PEISA, 1993) dice: “…porque los indios no tienen edad y ella no parece india por lo blanca que es, pero vino desde Cajamarca y nació en un pueblo llamado Celendín, de gente muy buena y trabajadora y honrada. La Mama Rosa es muy blanca y como si fuera de la familia. Tiene un dormitorio un poquito mejor que los demás…” (p. 268).
Continúa la mención a la Mama Rosa en las páginas 269 y 271 del mismo libro.
En Permiso para sentir (Lima. PEISA, 2005), Bryce narra: “El periodista y escritor peruano Alfredo Pita me acompañó en un lindo viaje a Cajamarca, con la única finalidad de visitar Celendín, en el norte andino del Perú, donde había nacido Rosa Bazán, la Mama Rosa que me crió…” (…)
“A las diez de la noche dejaba de funcionar el motor eléctrico. Celendín se apagaba por completo y, por decirlo de alguna manera, sus hombres de letras y sus intelectuales desaparecían en las tinieblas. Toda una vida así. Toda una vida de encuentros en la plaza de armas, de cervezas conversadas, de escasa o nula animación cultural, pero toda una vida también de bondad, como la del maestro Mime, con quien hice una de esas grandes amistades que parecen eternas.” (…) “He sabido de él. Allá sigue, en Celendín, donde me imagino que el motor de la luz se sigue apagando a las diez en punto de la noche.” (p. 445).
Einar Pereira, en su novela Celendín, tablero de ajedrez (Lima. Láser Producciones, 2004), recurre a datos históricos de la fundación de Celendín para estructurar el contenido argumental.
En la novela Sangre de hermanos (Editorial Planeta. Lima, 2008), de Ignacio López-Merino, uno de sus protagonistas, Eleuterio Gómez “El zarco”, es un celendino hijo de terrateniente, que huye a Lima de los odios de su familia y se enrola al Ejército para combatir junto al mariscal Cáceres contra las tropas chilenas invasoras.
Como no podía ser de otro modo, los narradores celendinos clásicos Alfonso Peláez, Nazario Chávez, Julio Garrido, Pedro García “El Búho”, Jorge Díaz Herrera, dan cuenta de personajes y ambientes de su terruño. En esa misma línea también están Manuel Sánchez Aliaga, Arquímedes Chávez, Elmer Chávez, y dos promisores y talentosos narradores: José Luis Aliaga Pereira, Jorge Antonio Chávez Silva, ambos ya han publicado sus primeros libros.
Alfredo Pita, escritor galardonado, en uno de los cuentos de su libro Morituri, hace referencias constantes a Celendín bajo un vocablo histórico, Villamalia (antiguo y primigenio nombre de Celendín), y con frecuencia, en el entretejido de sus cuentos, surge la atmósfera y espacio telúrico donde él nació y vivió su infancia.
El narrador liberteño Gilberto Alvarado, publicó el cuento "Shillica" (Arteidea Revista de Cultura No. 11. Lima, 2007); aquí un extracto:
“La invité al Bambú, una cafetería de Belén. Los cafés fueron servidos con tamales, y después un tinto dulce entonaron los ánimos. Entonces supe que era de Celendín ‘una shillica auténtica’, me dije espaciando la mirada en su cabello negro, liso, peinado con raya al medio…”
Hipocampo Editores, en 2008, publicó el libro Historias de Shilico el Escribidor y otros cuentos del narrador tarmeño Blas Puente Baldoceda.
Manuel Guerra Velásquez, narrador natural de la ciudad de Cajamarca, perode ascendencia celendina, ha publicado la novela Trasiegos (Editorial Horizonte, 2013). Varios capítulos de este libro están ambientados en el espacio urbano y geográfico de Celendín y los personajes responden a la idiosincrasia local.
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