De la mano del gran director Eloy Arriola Senisse, los muchachos del “Javier Prado” lograron el 17 de junio de 1955 la hazaña de derrotar por primera vez y en su propia casa al seleccionado de fútbol del bicentenario Colegio “San Ramón” de Cajamarca, previamente, en fecha anterior había hecho lo propio con la selección del “San Juan” de Chota, calificando como representante de la Región Norte, que posteriormente se mediría con los clasificados de Ancash y Lambayeque logrando coronarse como subcampeones del certamen regional.
"Javier Prado" Campeón Departamental 1955, en cuclillas y de izquierda a derecha: Jorge Silva Merino "Güicho", Adolfo Tirado Díaz "Gallito", Arturo Peláez Pérez "Tuto", José Horna, Ramiro Horna "Chino" y Guillermo Pereyra Rodríguez "Panamo". De pie: Atilio Merino "Siviriche", profesor de Educación Física, Guillermo Muñoz Gálvez "Chespe", Segundo Linares Quiroz "Cantarito", Emilio Moscoso Pereyra "Mocoroco", Segundo Arrué "Siso", el director del colegio, Eloy Arriola Senisse, NN, Julio Delgado Díaz "Cholo Negro", Heráclito Sánchez, Magno Mariñas y Emeterio Vera Silva "Mite".
La noticia del triunfo se difundió con inusitada rapidez, pese a que entonces, Celendín aún no estaba contaminado con los medios de comunicación masiva que nos torturan hoy. La ciudad entera vibró con la hazaña y se dirigieron a esperar al camión que los traía de vuelta. El nombre del vehículo no podía ser más celendino, ni estar más a tono con la ocasión, era el “QUITA QUE TE TUMBO” de don César Briones.
El regreso en gloria de los campeones se convirtió en un acontecimiento apoteósico con toda la población esperando en la Feliciana, portando cartelones que ensalzaban la hazaña. Tan pronto como se divisó el camión en la primera curva del camino, la multitud prorrumpió en exclamaciones de júbilo, mientras la banda de guerra del colegio hacía atronar los rincones de la plaza.
Detúvose finalmente el carro ante la multitud y descendieron de él los campeones en medio del griterío de la exaltada muchedumbre que les expresaba su admiración. Vestidos con los colores aurinegros javierpradinos, los futbolistas encabezaron la marcha hacia la plaza de armas, escoltados por la banda, los profesores y el gentío que gritaba sin cesar. Muchos celendinos aplaudían desde sus balcones el paso de los campeones que fueron obligados a dar dos vueltas olímpicas en la plaza de armas.
El entusiasmo logró que esa plaza, vestida de gala, se transformara en pista de baile en la que todos los celendinos dieron rienda suelta a su alegría por una inolvidable hazaña que hasta la fecha no ha tenido parangón en los anales deportivos de nuestra provincia. No hubo después un equipo, homogéneo, disciplinado y pinturero en su fútbol que prestigiara a Celendín como aquél lo hizo, con un juego ágil, caballeresco y emocionante.
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