Por Crispín Piritaño
Celendín
Algunos pintores, aparte de su genio, tuvieron algunas actitudes tan débiles, tan humanas, que se convirtieron en el signo prominentes de su personalidad y fueron motivo de escarnio por parte de sus colegas y de los intelectuales de su época. Un caso patente es la avaricia de Dalí por los dólares, tan famosa que André Breton hizo con su nombre un anagrama que lo pintaba de cuerpo entero: Salvador Dalí = Ávida dóllars. Otro es el caso de Maurice Utrillo, uno de los pintores malditos de Montmartre, a quién apodaban “Litrillo” por su afición al vino.Celendín
En el firmamento latinoamericano es notorio el caso del ecuatoriano Oswaldo Guayasamín, quién, aparte de excelente pintor, aprovechó su fama para retratar a magnates latinoamericanos con su peculiar estilo, cómoda manera de hacerse de unos dólares para engrosar su cuenta bancaria. Una muestra de ello es el retrato de Manuel Cisneros Sánchez, ex Ministro de Relaciones Exteriores y de Justicia, además de Embajador del Perú en épocas de la infame convivencia apro-odriísta, que se exhibe en el Museo de Arte de Lima, y que, en puridad de verdades ,está bien logrado.
Un escriba me ha contado que por una casualidad que aún no se explica, fue invitado a una ceremonia en el Salón Dorado de Palacio durante el primer gobierno del Dr. Alan García Pérez. Los mozos se afanaban en ofrecer bocaditos a los extrañados invitados que no se explicaban el motivo de la ceremonia. De pronto, un edecán anunció a los invitados que debían pasar a otro ambiente marchando marcialmente, a los acordes de la famosa marcha compuesta por Giuseppe Verdi. La misma que encandila al Dr. García, tanto que la hace interpretar en cualquier ocasión que juzgue solemne como en el desfile militar de este año durante su aparición para presidir el evento.
Marchando se dirigieron los invitados a otra sala, encabezados por “Crazy Horse” y se detuvieron ante un telón que cubría algo que nadie sabía que era. Histriónicamente el mandatario hizo que los edecanes amainaran el paño y ante sus ojos apareció el retrato de un extraño personaje con la banda presidencial del Perú, que nadie pudo identificar ante la extrañeza de Crazy. Emergía su adiposa figura en medio de un paisaje sahariano, con las pirámides egipcias al fondo, muy parecido al paisaje de los cigarrillos “Camel”.
Para ayudarlos en su tarea, Crazy Horse en persona descorrió otro telón y allí estaba el autor del pretendido retrato: Oswaldo Guayasamín, gordo, pese al yoga que practicaba, con su pelo rebelde entrecano.
El pintor, muy suelto de huesos, reveló a los asombrados concurrentes que el personaje del retrato era nada menos que Crazy Horse y que había sido uno de sus modelos más difíciles. Al punto todos exclamaron:
-¡Qué loco, cuanta exactitud! Es en verdad Crazy.
(Grandes aplausos de la concurrencia y copioso tintineo de copas durante el prolongado brindis, siempre a los acordes de la Triunfal Marcha de Aída)
Uno de los misterios que nadie explica es el destino que tuvo el retrato ¿En qué muro estará exhibiéndose? Averígüelo Vargas, que tengo entendido es un gran averiguador y no es de ninguna manera el de la Conversación en la Catedral.
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