viernes, 6 de marzo de 2009

OPINION: Celendín y la memoria

AMNESIA E INGRATITUD
Por Jorge A. Chávez Silva, “Charro”

Los celendinos nos sentimos orgullosos de la prosapia de nuestro pueblo, que fuera fundado por el obispo Baltazar Jaime Martínez de Compañón -en una escala de su viaje por la diócesis de Truxillo-, y de que desde su nacimiento tuviera privilegios como Villa Amalia de Zelendín. Sin embargo no hay un monumento, institución, plaza, avenida, ni siquiera una calle que perpetúe la gratitud de Celendín al ilustre representante de la Ilustración Española por su labor en beneficio de nuestro pueblo.
Tal parece que existe aviesa mano que trata de desterrar de la memoria de los shilicos a este gran prelado, y en cierto modo lo ha conseguido. Si preguntamos a un estudiante de cualquier nivel quien fue el fundador de la ciudad y qué méritos tuvo el personaje, la respuesta que obtendremos será una absoluta ignorancia.

Baltazar Jayme Martínez de Compañón, iluminado fundador de un pueblo original, pero amnésico.

Del geómetra que trazó el famoso tablero de ajedrez del que tanto nos ufanamos, don José de Comesana, apenas queda recuerdo: una exigua calle, de una sola cuadra cercana al cementerio, exhibe tímidamente su nombre.
En el devenir histórico de la ciudad hubieron hombres egregios que dieron lustre a la ciudad, tales son los casos de Alfonso Peláez Bazán, Julio Garrido Malaver, Pedro García Escalante “El Búho”, inspirados escritores. El General José del Carmen Marín Arista, fundador del CAEM y hombre prominente en cierto momento de la historia nacional. La Dra. Hermila Torres Oblitas. Ilustre educadora, primera mujer celendina en recibir las Palmas Magisteriales y muchos más que los celendinos presas de amnesia prefieren olvidar.
La postergación más injusta la sufre nuestro insigne pintor y artista polifacético Alfredo Rocha Segarra, hombre que supo interpretar el signo de su tiempo y llevar su preocupación al lado de los más postergados: los campesinos y las sombrereras.

La Dra. Hermila Torres Olblitas, rodeada de las profesoras de la Escuela 82 en una de sus muchas visitas a Celendín (Foto cortesía Javier Chávez Silva).

Otro tanto sucede con personalidades como César Díaz Dávila y Luisa Sánchez Horna, educadores plenos de talento musical e interpretes del sentir del pueblo, Aureliano Rabanal Pereira, Orestes Tavera Quevedo, Victor A. Camacho Marín y hasta el filántropo cura Cabellos, que legó sus propiedades a la ciudad.
¿Qué hacer ante imperdonable indolencia?
En aras de lograr la identidad de los celendinos para con su pueblo y sus valores, proponemos:
-Incluir la biografía de estos personajes en los currículos de estudios para conocimiento de la juventud ya fin de que se tome ejemplo de la vida y sacrificios de estos personajes que lo dieron todo por la gloria de Celendín.

Celendinos ilustres. Sentados de izquierda a derecha: Luisa Sánchez Horna, Cruz Delmy Díaz (¿?), (¿?) Diputado Ricardo Alcalde Mongrut, Dalila Marín Díaz, Victorino Agustí Merino, Porfirio Díaz Carranza, Beatriz Tenorio.
Segunda Fila: Aurelio Bazán Peralta, Pedro Pereyra Zelada, Telmo Horna Díaz, Aureliano Rabanal Pereira, Rosa Sánchez Araujo,, Manuel Quiroz Velásquez, Carmen Moscoso Pereira, Segunda García y Orestes Tavera Quevedo.Tercera fila: Francisco de Sales Chávez, Oraldo Jara Rodríguez, Alfonso Peláez Bazán, Luis Jiménez Araujo, César Pereyra Chávez, Régulo Silva, Francisco Chávez Díaz (¿?), José Camacho y César Díaz Dávila. (Foto cortesía del Sr. Luis B. Jiménez Araujo).

- Cambiar los nombres de las calles cuyas denominaciones no tengan ninguna significación para Celendín, ni representen hitos en la historia nacional como son los jirones: Moquegua, Arequipa, Salaverry, Pardo, Unión, Huancayo, Tarma, etc., por los nombres de estos epónimos celendinos.
Si se ha reconocido la labor de Juan Basilio Cortegana, David Sánchez Infante, Pedro Ortiz Montoya, Marcelino Gonzáles García, Santiago H. Rabanal, Eleuterio H. Merino, Arístides Merino Merino y hasta de políticos dubitantes como Haya de la Torre y el ex alcalde Adolfo Aliaga, no veo por qué se le tenga restar méritos a celendinos que realmente tuvieron el coraje de luchar por el pueblo sin recibir nada a cambio.

El pintor Alfredo Rocha penúltimo de la primera fila de sentados (Foto Cortesía de Luis B. Jiménez Araujo).

El jirón Unión, por ejemplo, lleva un nombre abstracto que más bien trata de emular a la tradicional vía limeña, debería llamarse Alfredo Rocha Segarra, pues en ella estuvo la casa donde vivió y utilizó como local sindical de las sombrereras, y, por supuesto, la calle principal, el jirón 2 de mayo, ahora plagado de enriquecidos sospechosos que son incapaces de mover un dedo en pro del pueblo y están por el contrario empeñados en desfigurar al pueblo, debe, por derecho propio, llamarse Martínez de Compañón.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buena, Charro. Que Celendín, pueblo mágico, sea defendido por sus hijos de sus destructores malditos. Aplausos.

Anónimo dijo...

lo max. a veces los que somos descendientes directos y vivimos en lima poco o nada sabemos de celendin.

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