Por Jorge A. Chávez Silva, “Charro”
Corría el año de 1958. Los mozalbetes de entonces, o estudiábamos en el 81, o en el 85, era como en los clásicos del fútbol: la mitad más uno andaba enamorado de Sarita León y la otra lo estaba de Maruja Torres. Como ambas vivían a inmediaciones de dichas escuelas, los del 85 éramos súbditos convictos y confesos de Sarita y los del 81 lo eran de Maruja. Así de simple y polarizado andaba el mundo.
Llegaba la época de primavera y la nostalgia era una catarsis colectiva. Toda la gente creía a pie juntillas en aquello de: “Había una vez una reina que vivía en un hermoso castillo de chocolate…” y a todo el mundo le venía el atavismo de las monarquías y los colegios y escuelas se ponían frenéticos en busca de una reina. Tenían la urgencia de rendirles pleitesía y vasallaje.
Se recurría a todo, rifas, venta de votos, donaciones, carros alegóricos, corso de reinas… Todo valía con tal de proclamarse súbdito de esas niñas dotadas de una belleza inaccesible, tanto que despertaba en nosotros ansias de adoración.
El mundo se volvía loco con la llegada de primavera y Celendín también caía bajo su influjo: bailes, reinados, proclamaciones, fiestas, desfiles y paseos al campo, entonces tan cercano y accesible, de donde volvíamos pletóricos de flores y oxígeno. Decididamente, el mundo no estaba tan polucionado como hoy.
Ese año coronaron como reina del 85 a “Sarita I” y la vemos en el esplendor de su belleza de niña. Figuran como sus pajes Américo Contreras Iparraguirre y Santiago Morera Pereyra, y entre los súbditos anónimos están en primer plano Evaristo Bazán Silva y nuestro recordado Chemiel Araujo Saldaña, lamentablemente fallecido, hombre de empresa y gran difusor de la fiesta taurina en el nororiente del Perú.
Por entonces el director de la escuela era Don Luis Guillermo Pereyra Rabanal y laboraban como docentes, entre otros, Alfonso Rojas Chávez, Carmen Moscoso Pereyra, Luisa Sánchez Horna, Julio Chávez Chávez, Orestes Tavera Quevedo y Héctor Silva.
Corría el año de 1958. Los mozalbetes de entonces, o estudiábamos en el 81, o en el 85, era como en los clásicos del fútbol: la mitad más uno andaba enamorado de Sarita León y la otra lo estaba de Maruja Torres. Como ambas vivían a inmediaciones de dichas escuelas, los del 85 éramos súbditos convictos y confesos de Sarita y los del 81 lo eran de Maruja. Así de simple y polarizado andaba el mundo.
Llegaba la época de primavera y la nostalgia era una catarsis colectiva. Toda la gente creía a pie juntillas en aquello de: “Había una vez una reina que vivía en un hermoso castillo de chocolate…” y a todo el mundo le venía el atavismo de las monarquías y los colegios y escuelas se ponían frenéticos en busca de una reina. Tenían la urgencia de rendirles pleitesía y vasallaje.
Se recurría a todo, rifas, venta de votos, donaciones, carros alegóricos, corso de reinas… Todo valía con tal de proclamarse súbdito de esas niñas dotadas de una belleza inaccesible, tanto que despertaba en nosotros ansias de adoración.
El mundo se volvía loco con la llegada de primavera y Celendín también caía bajo su influjo: bailes, reinados, proclamaciones, fiestas, desfiles y paseos al campo, entonces tan cercano y accesible, de donde volvíamos pletóricos de flores y oxígeno. Decididamente, el mundo no estaba tan polucionado como hoy.
Ese año coronaron como reina del 85 a “Sarita I” y la vemos en el esplendor de su belleza de niña. Figuran como sus pajes Américo Contreras Iparraguirre y Santiago Morera Pereyra, y entre los súbditos anónimos están en primer plano Evaristo Bazán Silva y nuestro recordado Chemiel Araujo Saldaña, lamentablemente fallecido, hombre de empresa y gran difusor de la fiesta taurina en el nororiente del Perú.
Por entonces el director de la escuela era Don Luis Guillermo Pereyra Rabanal y laboraban como docentes, entre otros, Alfonso Rojas Chávez, Carmen Moscoso Pereyra, Luisa Sánchez Horna, Julio Chávez Chávez, Orestes Tavera Quevedo y Héctor Silva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario