Por Jorge A. Chávez Silva, “Charro”
Estimado Maestro:
Lamento que esta carta llegue tarde, pero como reza el refrán “Más vale tarde que nunca”. Al mismo tiempo deploro que usted ya no esté físicamente para leerla, pero creo que cualquier celendino que lea estas líneas sentirá por usted lo mismo que yo.
Los recuerdos más lejanos que tengo de usted se remontan a la primaria en la escuela 85, allá por los años 57 en que laboraba como maestro de aula. Entre sus compañeros de trabajo estaban don Luis Pereyra Rabanal, que era el Director, la profesora Carmen Moscoso Pereyra, Luisa Sánchez Horna, quien entonaba con maravilloso gorjeo esa inolvidable canción napolitana “Torna a Sorrento”, al maestro Alfonso Rojas Chávez, Julio Chávez Chávez, Dora Tirado de García, entre otros que escapan a la memoria.
Era usted un maestro innovador y dinámico, demostraba que era un verdadero profesional egresado de la Universidad de Trujillo y, claro, tenía la experiencia de haber laborado con su padre, Don Artemio, en el entonces Colegio Particular Celendin como alumno integrante de la Promoción 1939 y en 1945 como profesor del oficializado Colegio Nacional Javier Prado.
Vuelvo a encontrarlo en el Instituto Pedagógico de Celendín como profesor de didáctica y luego como Director hasta que terminé mis estudios y dejé la tierra que nunca debí dejar.
Nadie podrá negar que bajo su dirección el IPRC alcanzara su máximo apogeo por la calidad de docentes que Ud. Incorporó entre los cuales figuran Celedonio Vera Araujo, Moisés Ortiz Huamán, el maestro Pepe Bazán, Luis Díaz Araujo, Manuel Silva Rabanal, Baltazar Linares Quiroz, César Paredes Canto, Walter Vera Silva, Manuel Paredes Gálvez, Oraldo Jara Rodríguez, Héctor Silva, César Díaz Dávila. Como consecuencia de esto los profesionales que egresaron en esos años, y no lo digo por mí, sino por mis compañeros, fueron de lo mejor y dieron mucho que hablar en todo el ámbito de la república.
Recuerdo también haberlo visto como Alcalde del pueblo, en esos años en que el cargo era honorífico, no había fondos ni los emolumentos otorgados hoy por el estado y que han convertido al municipio en una presa codiciada por una sarta de incapaces que han llevado a la debacle a nuestro pueblo. Ud. Se preocupó por el ornato y la comodidad de la gente, construyendo puentes y calzadas y el malecón, que mejoró no solo la apariencia de esa parte del pueblo, sino que erradicó el peligro potencial que representaba. Cómo olvidar su figura característica y carismática, caminando por las calles del pueblo, codeándose con toda la gente, con esa manera tan característica de ser, su facilidad de palabra, lo histriónico de sus gestos, el fino humor de que hacía gala y, sobre todo, el respeto que inspiraba. Realmente, personas eficaces y de bien, ya no existen. Algo estamos pagando los celendinos que ya no existen tipos como usted en nuestra tierra.
Tengo que agradecerle la deferencia especial que siempre tuvo conmigo, quizás porque comulgábamos en la misma hostia del arte y las diferentes muestras de apoyo que me dio
para superarme en la pintura.
Lo que me extraña, querido maestro, es que siendo usted como era, y pese a lo mucho que hizo por el pueblo que nos vio nacer, no haya siquiera una calle, una esquina, por lo menos, o lo que sea, que perennice su nombre, mientras que hay calles con nombres anodinos y sospechosos que no tienen ninguna significación para Celendín.
Realmente los celendinos somos unos tipos ingratos, no sabemos reconocer a los pro hombres que nacieron en nuestra tierra, a quienes con justicia deberíamos tener como paradigmas de lo que es ser un celendino de verdad. En otros lugares con más criterio, usted estaría elevado a la categoría de héroe civil y su efigie adornaría algún hermoso parque.
Ya sé que mal de muchos es consuelo de tontos, maestro, pero la injusticia también la sufren otros personajes epónimos como Alfredo Rocha Zegarra, Alfonso Peláez Bazán, Aureliano Rabanal Pereyra, por citar a algunos.
Tenga usted por seguro que a los responsables de estos “olvidos” la historia los juzgará, pero usted en mi recuerdo queda incólume y jovial, como quisiera tenerlo siempre, y en prueba de ello le dedico esta caricatura que la hice de memoria, recordando su jovialidad y don de gentes. Yo sé bien que, si por un capricho del tiempo estuviéramos en el Pedagógico, usted la apreciaría en su verdadera dimensión.
Un abrazo.
¡SOLANO OYARCE, DEVUELVE LA CALLE QUE LE ROBASTE A CELENDIN!
Estimado Maestro:
Lamento que esta carta llegue tarde, pero como reza el refrán “Más vale tarde que nunca”. Al mismo tiempo deploro que usted ya no esté físicamente para leerla, pero creo que cualquier celendino que lea estas líneas sentirá por usted lo mismo que yo.
Los recuerdos más lejanos que tengo de usted se remontan a la primaria en la escuela 85, allá por los años 57 en que laboraba como maestro de aula. Entre sus compañeros de trabajo estaban don Luis Pereyra Rabanal, que era el Director, la profesora Carmen Moscoso Pereyra, Luisa Sánchez Horna, quien entonaba con maravilloso gorjeo esa inolvidable canción napolitana “Torna a Sorrento”, al maestro Alfonso Rojas Chávez, Julio Chávez Chávez, Dora Tirado de García, entre otros que escapan a la memoria.
Estudiantes celendinos en Trujillo. Año 1944. Orestes Tavera es el último de los sentados, a la derecha (Foto cortesía de Magda Aliaga Bardales)
Era usted un maestro innovador y dinámico, demostraba que era un verdadero profesional egresado de la Universidad de Trujillo y, claro, tenía la experiencia de haber laborado con su padre, Don Artemio, en el entonces Colegio Particular Celendin como alumno integrante de la Promoción 1939 y en 1945 como profesor del oficializado Colegio Nacional Javier Prado.
Vuelvo a encontrarlo en el Instituto Pedagógico de Celendín como profesor de didáctica y luego como Director hasta que terminé mis estudios y dejé la tierra que nunca debí dejar.
Nadie podrá negar que bajo su dirección el IPRC alcanzara su máximo apogeo por la calidad de docentes que Ud. Incorporó entre los cuales figuran Celedonio Vera Araujo, Moisés Ortiz Huamán, el maestro Pepe Bazán, Luis Díaz Araujo, Manuel Silva Rabanal, Baltazar Linares Quiroz, César Paredes Canto, Walter Vera Silva, Manuel Paredes Gálvez, Oraldo Jara Rodríguez, Héctor Silva, César Díaz Dávila. Como consecuencia de esto los profesionales que egresaron en esos años, y no lo digo por mí, sino por mis compañeros, fueron de lo mejor y dieron mucho que hablar en todo el ámbito de la república.
Recuerdo también haberlo visto como Alcalde del pueblo, en esos años en que el cargo era honorífico, no había fondos ni los emolumentos otorgados hoy por el estado y que han convertido al municipio en una presa codiciada por una sarta de incapaces que han llevado a la debacle a nuestro pueblo. Ud. Se preocupó por el ornato y la comodidad de la gente, construyendo puentes y calzadas y el malecón, que mejoró no solo la apariencia de esa parte del pueblo, sino que erradicó el peligro potencial que representaba. Cómo olvidar su figura característica y carismática, caminando por las calles del pueblo, codeándose con toda la gente, con esa manera tan característica de ser, su facilidad de palabra, lo histriónico de sus gestos, el fino humor de que hacía gala y, sobre todo, el respeto que inspiraba. Realmente, personas eficaces y de bien, ya no existen. Algo estamos pagando los celendinos que ya no existen tipos como usted en nuestra tierra.
Tengo que agradecerle la deferencia especial que siempre tuvo conmigo, quizás porque comulgábamos en la misma hostia del arte y las diferentes muestras de apoyo que me dio
para superarme en la pintura.
Lo que me extraña, querido maestro, es que siendo usted como era, y pese a lo mucho que hizo por el pueblo que nos vio nacer, no haya siquiera una calle, una esquina, por lo menos, o lo que sea, que perennice su nombre, mientras que hay calles con nombres anodinos y sospechosos que no tienen ninguna significación para Celendín.
Realmente los celendinos somos unos tipos ingratos, no sabemos reconocer a los pro hombres que nacieron en nuestra tierra, a quienes con justicia deberíamos tener como paradigmas de lo que es ser un celendino de verdad. En otros lugares con más criterio, usted estaría elevado a la categoría de héroe civil y su efigie adornaría algún hermoso parque.
Ya sé que mal de muchos es consuelo de tontos, maestro, pero la injusticia también la sufren otros personajes epónimos como Alfredo Rocha Zegarra, Alfonso Peláez Bazán, Aureliano Rabanal Pereyra, por citar a algunos.
Tenga usted por seguro que a los responsables de estos “olvidos” la historia los juzgará, pero usted en mi recuerdo queda incólume y jovial, como quisiera tenerlo siempre, y en prueba de ello le dedico esta caricatura que la hice de memoria, recordando su jovialidad y don de gentes. Yo sé bien que, si por un capricho del tiempo estuviéramos en el Pedagógico, usted la apreciaría en su verdadera dimensión.
Un abrazo.
¡SOLANO OYARCE, DEVUELVE LA CALLE QUE LE ROBASTE A CELENDIN!
2 comentarios:
Cierto, hay muchos personajes como "Don Orestes Tavera" a quienes los celendinos hemos olvidado. Tambièn nombrarìamos a don Aristides Merino Merino. Talvez reflexionen nuestras autoridades y peremnicen en la historia a nuestros grandes Maestros.
Un abrazo
Beto Zaldívar
es cierto a los mejores personajes de nuestra bendita tierra se los olvida y eso es injusto debería llevar su nombre al menos una calle principal o una plaza de armas y así rendirle honores por su entrega a su bendito pueblo y por la educación ya que fue según leo un gran profesor y un excelente director saludo a ese gran pueblo de celen din y a la familia tavera me llamo antonio tavera salazar mi padre buenaventura tavera burga y mi abuelo eduardo tavera ya fallecido .
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