No me había manifestado en artículos anteriores acerca de la calera que la familia Silva ha instalado en el barrio de La Toma, en Sucre. Quiero hacerlo ahora, llevado por motivos que me han sacado del cuadro: no esperaba que uno de los propietarios reaccionara de manera energúmena con un ex trabajador.
La fábrica está ubicada muy cerca de la Quintilla, de ese lugar paradisíaco donde nace el agua que consumimos todos los ciudadanos del distrito. Hasta el día de hoy nadie sabe con qué autorización fue instalada la fábrica. El Concejo no dice nada. Preguntarles a los propietarios sería temerario, pues corremos el riesgo de recibir golpes al por mayor. ¿Alguien ha visto el permiso que otorga el Ministerio de Energía y Minas?, ¿acaso las autoridades no tienen el deber de hacer conocer a la ciudadanía los pros y contras de esta fábrica que a todas luces se sabe que contamina?, ¿el silencio del alcalde es parte de una negociación debajo de la mesa?
El progreso de los pueblos se determina por la responsabilidad y el manejo para con sus pobladores y su medio ambiente ante la arremetida de cualquier empresa de esta índole, donde la vida está de por medio. Con está calera, estamos en verdadero peligro y las autoridades, bien gracias. Oídos sordos por parte de ellos, pareciera que no les interesa y que cualquier queja les llega olímpicamente a los “c…”. De ahí cuando leen críticas, como las que hacen CPM, Chungo y batán y algunos blogs interesados en el bienestar de los pueblos, se ríen de ellos.
El sábado por la tarde en una esquina del barrio de Minopampa, conversaban tranquilamente tres jóvenes deportistas, uno de ellos había trabajado con estos señores. De familia humilde, estudiante del Tecnológico. Inesperadamente se detuvo el moderno automóvil de los dueños de la calera, bajando de él el hijo de Jaime Silva, quien iba de chofer. El hijo, que creo que es abogado, sin mediar palabra le propinó varios golpes, ante el reclamo airado de los otros ¡Qué tal lisura de abusivo! Al investigar el por qué, se supo que el joven venía reclamándole sus honorarios de trabajo. Parece que en Sucre, con estos nuevos millonarios, ha retornado el tiempo de los hacendados que fustigaban y hasta ponían en el cepo a sus peones por alguna desobediencia.
¿O será el síndrome García Pérez?, el nuevo transformer del Perú. Sus súbditos tiene que callar y bajar la cabeza cuando el Ave César, de sorpresa, camina entre ellos, o sino, ¡Juácate!, te cae un lapazo en el cacharro y te deja sin algunos dientes. Ahora somos un “país de maricas” para la máxima autoridad del Poder Judicial. La intolerancia viene de arriba, de las altas esferas. Me imagino a uno de los reclamones procesado y juzgado por el señor Villa Stein, de seguro le cae “cadena perpetua”.
Pobrecito mi país, ese el gran ejemplo que recibimos de nuestros “cultos”y todopoderosos gobernantes, pero allá los que se dejan impresionar. Sea como fuera, el pueblo de Sucre no tiene por qué soportar el escándalo de la calera y en algún momento reaccionará.
¡SOLANO OYARCE, DEVUELVE LA CALLE QUE LE ROBASTE A CELENDIN!
La fábrica está ubicada muy cerca de la Quintilla, de ese lugar paradisíaco donde nace el agua que consumimos todos los ciudadanos del distrito. Hasta el día de hoy nadie sabe con qué autorización fue instalada la fábrica. El Concejo no dice nada. Preguntarles a los propietarios sería temerario, pues corremos el riesgo de recibir golpes al por mayor. ¿Alguien ha visto el permiso que otorga el Ministerio de Energía y Minas?, ¿acaso las autoridades no tienen el deber de hacer conocer a la ciudadanía los pros y contras de esta fábrica que a todas luces se sabe que contamina?, ¿el silencio del alcalde es parte de una negociación debajo de la mesa?
El progreso de los pueblos se determina por la responsabilidad y el manejo para con sus pobladores y su medio ambiente ante la arremetida de cualquier empresa de esta índole, donde la vida está de por medio. Con está calera, estamos en verdadero peligro y las autoridades, bien gracias. Oídos sordos por parte de ellos, pareciera que no les interesa y que cualquier queja les llega olímpicamente a los “c…”. De ahí cuando leen críticas, como las que hacen CPM, Chungo y batán y algunos blogs interesados en el bienestar de los pueblos, se ríen de ellos.
El sábado por la tarde en una esquina del barrio de Minopampa, conversaban tranquilamente tres jóvenes deportistas, uno de ellos había trabajado con estos señores. De familia humilde, estudiante del Tecnológico. Inesperadamente se detuvo el moderno automóvil de los dueños de la calera, bajando de él el hijo de Jaime Silva, quien iba de chofer. El hijo, que creo que es abogado, sin mediar palabra le propinó varios golpes, ante el reclamo airado de los otros ¡Qué tal lisura de abusivo! Al investigar el por qué, se supo que el joven venía reclamándole sus honorarios de trabajo. Parece que en Sucre, con estos nuevos millonarios, ha retornado el tiempo de los hacendados que fustigaban y hasta ponían en el cepo a sus peones por alguna desobediencia.
¿O será el síndrome García Pérez?, el nuevo transformer del Perú. Sus súbditos tiene que callar y bajar la cabeza cuando el Ave César, de sorpresa, camina entre ellos, o sino, ¡Juácate!, te cae un lapazo en el cacharro y te deja sin algunos dientes. Ahora somos un “país de maricas” para la máxima autoridad del Poder Judicial. La intolerancia viene de arriba, de las altas esferas. Me imagino a uno de los reclamones procesado y juzgado por el señor Villa Stein, de seguro le cae “cadena perpetua”.
Pobrecito mi país, ese el gran ejemplo que recibimos de nuestros “cultos”y todopoderosos gobernantes, pero allá los que se dejan impresionar. Sea como fuera, el pueblo de Sucre no tiene por qué soportar el escándalo de la calera y en algún momento reaccionará.
¡SOLANO OYARCE, DEVUELVE LA CALLE QUE LE ROBASTE A CELENDIN!
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