Por Jorge A. Chávez Silva, “Charro”
Uno de los celendinos más carismáticos de todos los tiempos fue, sin duda, el educador Marcelino Díaz Zamora, de ascendencia huacapampina, quien residió la mayor parte de su vida en la otrora pacífica ciudad de Trujillo, en el departamento de La Libertad. Precisamente en esa ciudad estudió educación en la Universidad Nacional de Trujillo, donde compartió los claustros con otros celendinos con similar vocación, los maestros Próspero Díaz Rodríguez, Orestes Tavera Quevedo, José Bazán Silva y otros.
Marcelino Díaz Zamora desempeñó su labor en la ciudad de Trujillo, en donde se constituyó en un verdadero Cónsul para los celendinos, presto siempre a ayudar en todo lo que fuere a los paisanos que por alguna circunstancia arribaban a la capital liberteña, ya sea acompañándolos en los trámites, guiándolos por la ciudad e inclusive alojando en su domicilio a los jóvenes que iban a estudiar una carrera en la universidad.
Niño aún, nuestro escritor Alfredo Pita, en una de sus visitas de verano a Trujillo, asistió por unos días a las clases de recuperación que su tío Marcelino daba en su escuela del jirón Independencia de esa ciudad.
El “Colorao Marcelino”, como era conocido entre los paisanos era un personaje de muchas relaciones y de ellas se valió siempre para ayudar a los shilicos. Casado con una dama celendina tuvo varios hijos, quienes hicieron honor al nombre de su padre manteniendo la misma actitud de su padre para con los paisanos, como nuestro amigo “Tino” Díaz Villar, quien trabajó muchos años en el Ministerio de Educación, desde donde se preocupó por ayudar a la educación celendina y a los maestros shilicos.
Otro de sus hijos fue el entrañable “Libe” Díaz, fundador y ex directivo de la Asociación Celendina de Lima y la profesora Cruz Delmy Díaz Villar, maestra ejemplar que laboró muchos años al servicio de la niñez celendina como directora del Jardín de la Infancia Nº 72.
Uno de los celendinos más carismáticos de todos los tiempos fue, sin duda, el educador Marcelino Díaz Zamora, de ascendencia huacapampina, quien residió la mayor parte de su vida en la otrora pacífica ciudad de Trujillo, en el departamento de La Libertad. Precisamente en esa ciudad estudió educación en la Universidad Nacional de Trujillo, donde compartió los claustros con otros celendinos con similar vocación, los maestros Próspero Díaz Rodríguez, Orestes Tavera Quevedo, José Bazán Silva y otros.
Marcelino Díaz Zamora desempeñó su labor en la ciudad de Trujillo, en donde se constituyó en un verdadero Cónsul para los celendinos, presto siempre a ayudar en todo lo que fuere a los paisanos que por alguna circunstancia arribaban a la capital liberteña, ya sea acompañándolos en los trámites, guiándolos por la ciudad e inclusive alojando en su domicilio a los jóvenes que iban a estudiar una carrera en la universidad.
Niño aún, nuestro escritor Alfredo Pita, en una de sus visitas de verano a Trujillo, asistió por unos días a las clases de recuperación que su tío Marcelino daba en su escuela del jirón Independencia de esa ciudad.
El “Colorao Marcelino”, como era conocido entre los paisanos era un personaje de muchas relaciones y de ellas se valió siempre para ayudar a los shilicos. Casado con una dama celendina tuvo varios hijos, quienes hicieron honor al nombre de su padre manteniendo la misma actitud de su padre para con los paisanos, como nuestro amigo “Tino” Díaz Villar, quien trabajó muchos años en el Ministerio de Educación, desde donde se preocupó por ayudar a la educación celendina y a los maestros shilicos.
Otro de sus hijos fue el entrañable “Libe” Díaz, fundador y ex directivo de la Asociación Celendina de Lima y la profesora Cruz Delmy Díaz Villar, maestra ejemplar que laboró muchos años al servicio de la niñez celendina como directora del Jardín de la Infancia Nº 72.
El recordado "cónsul celendino" recibiendo las palmas magisteriales en 1965.
En la fotografía aparece nuestro ilustre paisano recibiendo la distinción de las Palmas Magisteriales de manos del entonces Ministro de Educación Ernesto Montagne Sánchez. Corría el año de 1965 y se vivían los tiempos del presidente Fernando Belaunde Terry. Nótese que uno de los asistentes a la ceremonia de entrega de tal honor es el insigne historiador Jorge Basadre Grohmann.
¡SOLANO OYARCE, DEVUELVE LA CALLE QUE LE ROBASTE A CELENDIN!
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