en la hora de su combate decisivo
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La prepotencia de los mercenarios que usan el uniforme nacional mancilla la dignidad de los cajamarquinos.
Para ello había que crear el campo propicio entre la opinión pública y así los medios capturados por Montesinos empezaron a propalar el mito de Perú país minero y la creencia de que la aparente bonanza económica del país y la relativa comodidad de la que gozan algunos sectores de la población no serían posibles sin el aporte que deja la minería al erario nacional.
Luego había que pacificar al país como sea, aun recurriendo a la guerra de baja intensidad y propiciar una nueva constitución que permita la perpetuación en el poder de Fujimori y crear el marco legal que permita las operaciones de estas transnacionales proscritas por sus métodos criminales de explotación. Logrado eso, los gobiernos subsiguientes como los de Toledo, Alan García y el actual, con careta de nacionalismo, se acomodaron a la circunstancia y lucraron económica y políticamente a costa de la credulidad del amnésico electorado peruano.
El presente gobierno, mediocre intelectualmente, con ministros incapaces como el premier, un limitado intelectual, carente de la más elemental diplomacia para propiciar un diálogo con las partes en conflicto no tiene otro recurso que el de recurrir al amedrentamiento de la población militarizando a las ciudades de Celendín y Bambamarca en vísperas de conocerse el fallo de los peritos peninsulares contratados por Yanacocha, cuyos resultados son perfectamente previsibles y en cualquier caso lesivos a los intereses cajamarquinos porque no contemplan entre sus alternativas la posibilidad de declarar inviable el proyecto.
La presencia odiosa de estos mercenarios al servicio de la transnacional minera que, sin embargo, tienen el desparpajo de usar el uniforme nacional para atentar contra el derecho de otros peruanos a vivir en paz con un medio ambiente sano, propicia una serie de conflictos cotidianos que, en una país jalonado de acontecimientos sangrientos perpetrados por el ejército y la policía como el baguazo, pasan factura a la hora de ocurridos los hechos. “Ese no es el uniforme de la patria y esos matones no garantizan la seguridad de los peruanos”- me dice un viejo celendino que ha sido testigo de muchas tragedias nacionales como las que se avizora en nuestra provincia.
260 efectivos militares y 300 agentes de la Dinoes pasean su prepotencia en las calles rectilíneas de nuestra ciudad que vive un clima de tensión en espera de los acontecimientos y se prepara decididamente para la resistencia en caso de que el dictamen sentencie la destrucción de la cabecera de cuenca que Minas Conga significa para las provincias de Celendín, Hualgayoc y Cajamarca. La población entera es consciente de que la presencia militar en la zona es un anticipo de los términos del peritaje y una clara intención de imponer a la fuerza el proyecto Conga.
Estamos siendo testigos de la fase superior del neoliberalismo: el amedrentamiento de la población y la imposición prepotente de los designios de las transnacionales al amapro de un gobierrno enclenque pero proclive a la corrución y al entreguismo.
Esta es una hora crucial para los cajamarquinos y peruanos en general, el proyecto que quiere imponer la ávida Yanacocha es el punto de quiebre de lo que sucederá en el Perú en los próximos años. Es hora de decidir su viviremos siempre arrodillados ante la prepotencia extranjera o nos pondremos de pie dignamente para buscar un nuevo perfil basados en el aprovechamiento racional de nuestros recursos y las lecciones de nuestra historia. Los cajamarquinos tenemos la palabra.
UN HIJO ILUSTRE DE CELENDÍN: JUAN BASILIO CORTEGANA Y VERGARA Por Nazario Chávez Aliaga El día 12 de noviembre de 1877, en su domicilio ...