Por Jorge A. Chávez Silva
Una autoridad eclesiástica como Cipriani, muy cuestionado por sus actitudes que contradicen abiertamente el espíritu cristiano, carece de base moral para emitir opiniones que, por su impertinencia, contribuyen a polarizar más a los peruanos en un asunto que es muy peliagudo y merece analizarse desde todos los puntos de vista: el pretendido indulto del ex dictador Alberto Fujimori.
Un cardenal muy alejado de su misión apostólica. |
Y es que el alineamiento del Cardenal con los vejámenes ocurridos durante la década que gobernó Fujimori lo identifican tal cual es; un digno seguidor del Opus Dei, que en nombre del anticomunismo hace tabla rasa de los postulados de la Iglesia y avala desde el púlpito a una dictadura tenebrosa cuyos crímenes que dia tras día se van descubriendo. Ponen de manifiesto el poco respeto a los derechos humanos y ninguna pizca de humanidad ni compasión del prelado, sentimientos que ahora reclaman los defensores del reo entre los cuales, claro está, están sus familiares. Los mismos que no dijeron nada en pro de su madre cuando era torturada en las mazmorras del SIN.
Para nadie es un secreto el silencio cómplice, demostrado por Cipriani ante las flagrantes violaciones a los derechos humanos cuando Noel Moral era jefe político militar de la zona de emergencia, negándose a recibir reclamos sobre derechos humanos y, negando todas las ejecuciones extrajudiciales llevadas a cabo en el cuartel Los Cabitos de Ayacucho, así como su custionada actuación en el asunto de la embajada japonesa.
Su expresión inquisitorial de que los derechos humanos son una cojudez, su actuación como oficioso abogado de delincuentes encarcelados por crímenes a la humanidad y de capellán voluntario de sermones llenos de groserías en los campos de torturas del regímen del dictador, desdicen de su condición de pastor de la iglesia católica y mucho más, lo colocan como el principal opositor de la iglesia, un feroz enemigo de sus feligreses en un país mayoritamente católico, a quien debe demostrar buen ejemplo. Cualquier joven que tenga dudas acerca de su vocación religiosa observará en la actitud de Cipriani, algo muy alejado de la profesión de fe cristiana. Sino que lo digan los estudiantes de la PUCP, contra quienes arremetió llevado, no por actitudes ideológicas basadas en la teología, sino por ambiciones puramente materiales.
Sus opiniones acerca del indulto al ex dictador tienen mucho de interesadas y en todo caso parece ser una respuesta de agradecimiento al DS Nº 146-91-EP de 1991, publicado en El Peruano, firmado por Torres y Torres Lara, como Premier, Boloña Behr, Ministro de Economía y Antonioli Vásquez, Ministro de Justicia, en el que se otorga, bajo categoría de “asignación personal”, libre de tributos, un monto equivalente al 100% de las remuneraciones totales de un ministro de estado a Cipriani, monto que naturalmente no sale de los bolsillos de los firmantes, sino de los impuestos que pagamos todos los peruanos.
Esta intrusión en asuntos políticos no es nueva en el cardenal y su posición, contraria a la mayoría de católicos en el Perú, contribuye a hacer más impopular el anhelo de los fujimontescinistas de ver liberado a su jefe.
Y decímos que es muy peliagudo este asunto porque no es cuestión de que el presidente Humala diga ni o no, que va o no va, como cuando se expresó con ligereza en el caso de Conga, sino que hay que examinarlo de acuerdo con los antecedentes del reo, primero, de las intenciones que alienta para pedir esta gracia presidencial. No hay que olvidar su actitud como presidente prófugo, su insólita renuncia por fax, sus intentos de blindarse aspirando a un curul en el parlamento japonés, su regreso por Chile pretendiento recapturar el poder y los costos que significaron extraditarlo al Perú para someterlo a juicio. Segundo, los tratados internacionales a los que el Perú está suscrito en materia de derechos humanos y crímenes de lesa humanidad y Tercero, los antecedentes que hay sobre indultos como en el caso de Crousillat en que García dio tremendo patinazo que lo obligó a reconsiderar el asunto.
Indultarlo ahora significa invalidar el nuevo juicio que tiene que afrontar el reo por el asunto de los diarios chicha que pende sobre él y cuyo dictamen contempla no menos de diez años de cárcel y perdonar de alguna manera la cuantiosa deuda de millones que no ha devuelto. Esa parece ser la razón de la premura de los fujimontescinistas en obtener la libertad del ex dictador.
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