Por Crispín Piritaño
Uno podría partir de la analogía de GATO es a RATÓN, como POLICIA es a LADRÓN, y hasta le saldría con rima, pero, lamentablemente, en nuestro pobre Perú, esta analogía no se cumple y se da el contrasentido de que el policía, lejos de inspirar respeto o seguridad a la ciudadanía, provoca todo lo contrario. Con el respeto que se merecen todos los buenos policías, tener esa profesión ahora casi se ha convertido en un sinónimo de corrupto y ladrón.
El que esto escribe transitaba un mediodía por una avenida de San Juan de Lurigancho, justo por donde es el centro comercial del distrito y los locales comerciales, especialmente los locales de juego relumbran atrayendo a los incautos jugadores. Una linda muchacha caminaba unos pasos más adelante, charlando confiadamente a través de su celular de última generación, cuando de pronto, de entre el tumulto salieron dos sinvergüenzas amigos de lo ajeno y luego de golpearla en la cabeza le hurtaron el móvil y se fueron tan campantes ante el pánico del público que no atinó a hacer nada.
El caso no tendría anda de raro, porque en la capital acciones como está son el pan cotidiano, sino fuera porque el latrocinio ocurrió en las narices de dos policías que cuidaban la casa de juego. Ante su impasibilidad les reclamé y me contestaron campantemente que no estaban de servicio, que estaban laborando en esa casa de juego en su día de franco. Yo me pregunté asombrado cuál era la diferencia entre los choros que le birlaron el teléfono a la bella señorita y los responsables de esa casa de juego en donde, como es sabido, se despluma a los incautos.
Es un secreto a voces que actualmente los policías tienen la consigna de llevar su bolsa diaria al jefe y todos los subalternos se afanan en esa tarea, cuadrando a cuanto infractor del tránsito discurra por la vía y coimeándolo a vista y paciencia del público, otro tanto hacen con los ladrones a quienes reclaman su parte por dejarlos “trabajar”. Y ni qué hablar de los valientes policías que actúan como mercenarios de las transnacionales de todo el Perú, apaleando a indefensos campesinos por el solo hecho de reclamar sus derechos, encima de todo esto tienen la desfachatez de usar el uniforme de la patria ¡Qué tal lisura!
Uno podría partir de la analogía de GATO es a RATÓN, como POLICIA es a LADRÓN, y hasta le saldría con rima, pero, lamentablemente, en nuestro pobre Perú, esta analogía no se cumple y se da el contrasentido de que el policía, lejos de inspirar respeto o seguridad a la ciudadanía, provoca todo lo contrario. Con el respeto que se merecen todos los buenos policías, tener esa profesión ahora casi se ha convertido en un sinónimo de corrupto y ladrón.
El que esto escribe transitaba un mediodía por una avenida de San Juan de Lurigancho, justo por donde es el centro comercial del distrito y los locales comerciales, especialmente los locales de juego relumbran atrayendo a los incautos jugadores. Una linda muchacha caminaba unos pasos más adelante, charlando confiadamente a través de su celular de última generación, cuando de pronto, de entre el tumulto salieron dos sinvergüenzas amigos de lo ajeno y luego de golpearla en la cabeza le hurtaron el móvil y se fueron tan campantes ante el pánico del público que no atinó a hacer nada.
El caso no tendría anda de raro, porque en la capital acciones como está son el pan cotidiano, sino fuera porque el latrocinio ocurrió en las narices de dos policías que cuidaban la casa de juego. Ante su impasibilidad les reclamé y me contestaron campantemente que no estaban de servicio, que estaban laborando en esa casa de juego en su día de franco. Yo me pregunté asombrado cuál era la diferencia entre los choros que le birlaron el teléfono a la bella señorita y los responsables de esa casa de juego en donde, como es sabido, se despluma a los incautos.
Es un secreto a voces que actualmente los policías tienen la consigna de llevar su bolsa diaria al jefe y todos los subalternos se afanan en esa tarea, cuadrando a cuanto infractor del tránsito discurra por la vía y coimeándolo a vista y paciencia del público, otro tanto hacen con los ladrones a quienes reclaman su parte por dejarlos “trabajar”. Y ni qué hablar de los valientes policías que actúan como mercenarios de las transnacionales de todo el Perú, apaleando a indefensos campesinos por el solo hecho de reclamar sus derechos, encima de todo esto tienen la desfachatez de usar el uniforme de la patria ¡Qué tal lisura!
Escenas como ésta son la vergüenza del Perú. |
Todo este desorden ha generado la actual inseguridad ciudadana en todo el Perú. Los asaltantes, asesinos, traficantes y toda suerte de pícaros están de plácemes, porque cuando no está el gato los ratones se pasean y hasta celebran congresos desde el interior de las cárceles desde donde dirigen las acciones de sus bandas.
¿Qué hacer para frenar tanta delincuencia y obligar a los policías a retomar la acción para lo cual fueron creados? Fácil: delegar las funciones de tránsito a las municipalidades, quitándolas de la jurisdicción policial. Sin vehículos que cuadrar, no existirán más los vergonzosos operativos para reunir fondos para el jefe. Los choferes y propietarios de vehículos por fin podrán respirar tranquilos y las personas lo harán del mismo modo con la conciencia de que los policías están de ronda vigilando el vecindario. Muerto el perro se acabó la rabia.
¿Qué hacer para frenar tanta delincuencia y obligar a los policías a retomar la acción para lo cual fueron creados? Fácil: delegar las funciones de tránsito a las municipalidades, quitándolas de la jurisdicción policial. Sin vehículos que cuadrar, no existirán más los vergonzosos operativos para reunir fondos para el jefe. Los choferes y propietarios de vehículos por fin podrán respirar tranquilos y las personas lo harán del mismo modo con la conciencia de que los policías están de ronda vigilando el vecindario. Muerto el perro se acabó la rabia.
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