Por Constante Vigil
Celendin
Celendin
Según informes inistentes pero aún no confirmados, la Newmont Mining Corporation, alias Yanacocha, alias Minas Conga, habría terminado su fase de exploración en la zona minera de Conga, en el distrito celendino de Sorochuco, y pese a la oposición de muchos sectores, entre los cuales se encuentran los directamente afectados, los agricultores de la cuenca del río La Llanga, la fiera se estaría preparando para dar el zarpazo final, el salto del tigre.
Haciendo tabla rasa del Decreto de Intangibilidad emitido por el anterior Alcalde de la provincia y al amparo de un gobierno nacional compulsivamente entreguista, encarnado esta vez por el inefable Juan Valdivia, Ministro de Energía y Minas, quien considera que las minas son importantes por los dividendos que dejan al Estado y deben salir adelante como sea, la minera afila las garras. Están convencidos de que pasarán. Sí o sí, como reza el prepotente lenguaje de los vendepatria de hoy. Prédica criminal que expresa claramente la poca o ninguna atención que a Lima le merecen los intereses del pueblo.
Si hacemos caso a estas sombrías predicciones, la minera empezará a operar en el término de un año. Si este inicio de operaciones se confirmara, las fuerzas vivas de Celendín deben prepararse, organizarse, unirse, para que ello no sea una fatalidad sino el resultado de negociaciones maduras e implacables en la defensa de los derechos de nuestra colectividad. Esto es crucial: no debe haber explotación sin que se llegue previamente a establecer acuerdos que satisfagan a toda nuestra población y que respete los intereses y el desarrollo sostenible de nuestra provincia.
Viendo tan importante cuestión a vuelo de pájaro, se debe estudiar, por ejemplo, la posibilidad de que nuestras colectividades entren como socias de la minera para de este modo ganar utilidades y no contentarse con los mendrugos de éstas, bajo forma de canon o de dádivas "voluntarias". Se debe preparar un plan integral de desarrollo para invertir estas utilidades. Se debe contempar la posibilidad de convertir a Celendín en una provincia modelo en cuanto educación, elevando el nivel de las escuelas y colegios de todos nuestros distritos. Se debe crear una universidad de primer nivel, humanista y científica, que sea faro en el norte y en todo el país por la calidad de sus profesores y el nivel de sus alumnos, acabando de una vez por todas con la farsa de las universidades particulares de hoy y de sus anexos y subsidiarias, que no sólo explotan impunemente la esperanza de los padres de familia sino que estafan a los estudiantes con la mediocre o nula formación que les dan. Y, por supuesto, que se precisen las condiciones laborales de los trabajadores celendinos, los que deben tener una relación directa con la empresa, relación amparada por las leyes sobre el trabajo minero nacionales e internacionales, sin la vampiresca mediación de empresas de "services", cuyos promotores ya deben estar también al acecho para enriquecerse a costa de la explotación de nuestros hermanos.
Pero no nos olvidemos de lo principal. Por sobre todas las cosas, es necesario preservar la naturaleza rica y bella que nos vio nacer y que nos alimentó, el medio ambiente que nos legaron nuestros antepasados, la ecología de toda la provincia. Lo sucedido en Cajamarca, por obra de Yanacocha, nos muestra lo que nos puede ocurrir. ¿Nuestros hijos y nuestra tierra, beberán mañana agua aderezada con mercurio, arsenico o ciuanuro? No lo debemos permitir. La empresa norteamericana sí cumple con los acuerdos internacionales sobre explotación minera, pero cuando opera en su propio país. No sucede lo mismo cuando se trata de países tercermundistas como el nuestro, en donde por ahorrar costos les importa un pepino lo de la ecología y otras, para ellos, pamplinas.
Pese a lo expresado por la minera en diversos medios propagandísticos y por algunas autoridades y personajes servilmente interesados -en el sentido de que, al utilizar tecnología moderna, la Newmont no causa daños irreversibles a la ecología de la zona-, nosotros, por las experiencias comprobadas a lo largo y ancho del país, y en el extranjero, en materia de explotación minera irresponsable, somos más que desconfiados. No porque dudemos de la eficacia de la tecnología, sino por el modo y la voluntad con que es utilizada. Ante nosotros tenemos el ejemplo terrible de lo ocurrido con La Oroya, hoy uno de los diez lugares más contaminados del planeta -y que, en estas condiciones, sigue en plena producción-, al margen de que bien sabemos que la minería de tajo abierto es la más destructiva y más aún cuando se la completa con el empleo del método de la lexiviación, que carga la tierra, las cuencas de agua y las corrientes de cianuro, de mercurio y de otros metales pesados sumamente dañinos.
Debemos abogar porque se forme en el Perú, o acaso a nivel de América Latina, un organismo ecológico autónomo e imparcial, que nos diga a ciencia cierta y certifique cuánto daño está causando a nuestra ecología tal o cual explotación de minerales. Sólo un arbitraje de este tipo garantizará que empresas depredadoras como la Newmont Mining Corporation, alias Yanacocha, alias Minas Conga, cumplan con las normas y acuerdos internacionales sobre minería.
Al respecto recordemos y no perdamos de vista que es de justicia que quienes no tienen nada que ver con el negocio minero y se dedican a otro tipo de actividades, como la agricultura o la ganadería, vean cautelados sus legítimos derechos de subsistencia. No esperemos que se cumpla el dicho de que en pelea de elefantes, las que sufren son las hormigas. No somos antimina, ya lo hemos repetido muchas veces, comprendemos las aspiraciones del pueblo a una vida mejor, pero es necesario incidir, exigir con el máximo tezón, de que la minera, si quiere explotar, a cambio de llevarse nuestros recursos debe contribuir a crear fondos que hagan posibles verdaderos proyectos de mejoramiento de la calidad de vida de los pobladores de toda la provincia. Los celendinos no somos criaturas silvestres a las que se pude comprar con cuentas de vidrio o espejitos. Las prácticas de la minera, hasta ahora, nos insultan. No queremos sus dádivas miserables de juegos de ropa deportiva, pelotas, botiquines o mobiliario escolar. Eso es un engañamuchachos que sólo ofende y se burla a la inteligencia celendina. En Celendín hay oro, pero nuestro oro lo vamos a entregar sólo a cambio de nuestro desarrollo. Los celendinos respetan cuando hay equidad y cuando hay respeto, por supuesto. Si no, luchan. Ya lo hemos reiterado, CPM es la primera trinchera de la población y de los trabajadores celendinos en la defensa de sus intereses.
Si hacemos caso a estas sombrías predicciones, la minera empezará a operar en el término de un año. Si este inicio de operaciones se confirmara, las fuerzas vivas de Celendín deben prepararse, organizarse, unirse, para que ello no sea una fatalidad sino el resultado de negociaciones maduras e implacables en la defensa de los derechos de nuestra colectividad. Esto es crucial: no debe haber explotación sin que se llegue previamente a establecer acuerdos que satisfagan a toda nuestra población y que respete los intereses y el desarrollo sostenible de nuestra provincia.
Viendo tan importante cuestión a vuelo de pájaro, se debe estudiar, por ejemplo, la posibilidad de que nuestras colectividades entren como socias de la minera para de este modo ganar utilidades y no contentarse con los mendrugos de éstas, bajo forma de canon o de dádivas "voluntarias". Se debe preparar un plan integral de desarrollo para invertir estas utilidades. Se debe contempar la posibilidad de convertir a Celendín en una provincia modelo en cuanto educación, elevando el nivel de las escuelas y colegios de todos nuestros distritos. Se debe crear una universidad de primer nivel, humanista y científica, que sea faro en el norte y en todo el país por la calidad de sus profesores y el nivel de sus alumnos, acabando de una vez por todas con la farsa de las universidades particulares de hoy y de sus anexos y subsidiarias, que no sólo explotan impunemente la esperanza de los padres de familia sino que estafan a los estudiantes con la mediocre o nula formación que les dan. Y, por supuesto, que se precisen las condiciones laborales de los trabajadores celendinos, los que deben tener una relación directa con la empresa, relación amparada por las leyes sobre el trabajo minero nacionales e internacionales, sin la vampiresca mediación de empresas de "services", cuyos promotores ya deben estar también al acecho para enriquecerse a costa de la explotación de nuestros hermanos.
Pero no nos olvidemos de lo principal. Por sobre todas las cosas, es necesario preservar la naturaleza rica y bella que nos vio nacer y que nos alimentó, el medio ambiente que nos legaron nuestros antepasados, la ecología de toda la provincia. Lo sucedido en Cajamarca, por obra de Yanacocha, nos muestra lo que nos puede ocurrir. ¿Nuestros hijos y nuestra tierra, beberán mañana agua aderezada con mercurio, arsenico o ciuanuro? No lo debemos permitir. La empresa norteamericana sí cumple con los acuerdos internacionales sobre explotación minera, pero cuando opera en su propio país. No sucede lo mismo cuando se trata de países tercermundistas como el nuestro, en donde por ahorrar costos les importa un pepino lo de la ecología y otras, para ellos, pamplinas.
Pese a lo expresado por la minera en diversos medios propagandísticos y por algunas autoridades y personajes servilmente interesados -en el sentido de que, al utilizar tecnología moderna, la Newmont no causa daños irreversibles a la ecología de la zona-, nosotros, por las experiencias comprobadas a lo largo y ancho del país, y en el extranjero, en materia de explotación minera irresponsable, somos más que desconfiados. No porque dudemos de la eficacia de la tecnología, sino por el modo y la voluntad con que es utilizada. Ante nosotros tenemos el ejemplo terrible de lo ocurrido con La Oroya, hoy uno de los diez lugares más contaminados del planeta -y que, en estas condiciones, sigue en plena producción-, al margen de que bien sabemos que la minería de tajo abierto es la más destructiva y más aún cuando se la completa con el empleo del método de la lexiviación, que carga la tierra, las cuencas de agua y las corrientes de cianuro, de mercurio y de otros metales pesados sumamente dañinos.
Debemos abogar porque se forme en el Perú, o acaso a nivel de América Latina, un organismo ecológico autónomo e imparcial, que nos diga a ciencia cierta y certifique cuánto daño está causando a nuestra ecología tal o cual explotación de minerales. Sólo un arbitraje de este tipo garantizará que empresas depredadoras como la Newmont Mining Corporation, alias Yanacocha, alias Minas Conga, cumplan con las normas y acuerdos internacionales sobre minería.
Al respecto recordemos y no perdamos de vista que es de justicia que quienes no tienen nada que ver con el negocio minero y se dedican a otro tipo de actividades, como la agricultura o la ganadería, vean cautelados sus legítimos derechos de subsistencia. No esperemos que se cumpla el dicho de que en pelea de elefantes, las que sufren son las hormigas. No somos antimina, ya lo hemos repetido muchas veces, comprendemos las aspiraciones del pueblo a una vida mejor, pero es necesario incidir, exigir con el máximo tezón, de que la minera, si quiere explotar, a cambio de llevarse nuestros recursos debe contribuir a crear fondos que hagan posibles verdaderos proyectos de mejoramiento de la calidad de vida de los pobladores de toda la provincia. Los celendinos no somos criaturas silvestres a las que se pude comprar con cuentas de vidrio o espejitos. Las prácticas de la minera, hasta ahora, nos insultan. No queremos sus dádivas miserables de juegos de ropa deportiva, pelotas, botiquines o mobiliario escolar. Eso es un engañamuchachos que sólo ofende y se burla a la inteligencia celendina. En Celendín hay oro, pero nuestro oro lo vamos a entregar sólo a cambio de nuestro desarrollo. Los celendinos respetan cuando hay equidad y cuando hay respeto, por supuesto. Si no, luchan. Ya lo hemos reiterado, CPM es la primera trinchera de la población y de los trabajadores celendinos en la defensa de sus intereses.
2 comentarios:
Buena información, paisanos. Ojalá que otros celendinos sigan el ejemplo de este sitio. Como están haciendo muchos cajamarquinos, que abren los ojos o que ya saben como son estas cosas. Es hora, hermanos, de que tomemos consciencia de lo que realmente es la mina, de lo que significa de verdad: oro para los patrones y nada, o casi nada, para los pueblos que son los reales dueños de ese oro. Mejor dicho, desde la colonia, desde los españoles, la misma porquería. Antes fueron los españoles, ahora son los gringos, y hasta los chinos... No pues, basta de fregar...
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