martes, 27 de noviembre de 2007

CANTACLARO: Aclaración a un exabrupto

Por Constante Vigil.

Celendín

Hemos leído con suma extrañeza a un articulista de www.sucre.li y sacando en claro la cultura que expresa en su contexto, no nos extraña el exabrupto cometido en el primer párrafo de su artículo en el que expresa despectivamente: Del 12 al 16 de noviembre de este año, en Sucre se celebró nuevamente una edición más del Aniversario del cambio de su horroroso antiguo nombre por el de SUCRE”.

Lo que causa tanta repulsión en tan “identificado” articulista es, indudablemente, el antiguo nombre de HUAUCO, tan original que en un país como el nuestro, dueño de un grandioso pasado indígena, no tiene por qué causar extrañeza, dado que la mayoría de topónimos que se expresan en nuestras cartas geográficas corresponden a los idiomas quechua, aymará y otras lenguas que se hablaron en el Perú antiguo. Estos nombres, aparte de expresar exactamente las características del lugar, contienen la poesía y hondura que algunos cerebros romos son incapaces de comprender.

Alfredo Rocha, un artista de plena identificación huauquina

Hubo mucha gente que se opuso tenazmente a tan insulso cambio de nombre, entre los cuales cabe destacar al pintor Alfredo Rocha, quien expresó su rechazo en muchos artículos que publicó en ediciones mimeografiadas, como hombre de honda raigambre huauquina, plenamente identificado con su terruño, autor de proficua labor docente y cultural en su distrito, cuyo resplandor no creo que el articulista de marras se atreva a poner en duda.

Nada hay más valedero en un hombre que la identificación plena con su lugar de origen. Ese es el que lleva a su pueblo grabado a fuego en su corazón y siempre se muestra tal cual es, cantando como en el huayno de Luis Abanto: “De Oxamarca soy, señores, no niego mi población”. Pretender mostrarse como lo que no se es significa mentirse a sí mismo, llevar una careta cobarde que intenta disfrazarnos sin lograr su cometido.

Yendo al fondo del asunto, a los peruanos y en especial a los cajamarquinos, nos falta mucho de identificación, despreciamos por “indios” a todo lo que huela a peruanidad y nos vanagloriamos de nuestro ancestro ibérico. Jamás hemos comprendido cuanto de verdad hay en el aserto de Ricardo Palma acerca de que en el Perú, el que no tiene de inga tiene de mandinga, esto quiere decir que somos producto de la mixtificación de razas y en eso reside nuestra verdadera peruanidad.

Al respecto del nombre, se cambió uno auténtico por el de un héroe extranjero que pese a su cantada heroicidad no debemos de olvidar que contribuyó a la mutilación del Perú en frentes como el boliviano y ecuatoriano y siempre, siguiendo la política de Bolívar, trató de que el Perú no sea una fuerza de primer orden. El papel histórico de ambos personajes es pues, ampliamente discutido y aún no se ha dicho nada definitivo al respecto.

Por eso concordamos con Alfredo en sus reflexiones acerca de que el cambio de nombre y la desecación de la laguna cambiaron para siempre el temple de los huauquinos, de combativos y beligerantes, se trocaron en sumisos e indiferentes del progreso de su pueblo. Esto último es lo que en realidad se celebra en este LXVII aniversario del advenimiento del parche de nombre.

Entendemos la identificación del articulista con el sentir norteamericano de la vida, seguramente lo que lamenta es que el pueblo no se llamara Tucson o Arizona, por lo menos así lo deja trasuntar al cambiar la locución latina de “Ad hoc” por “Ad ok”.

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