Por Jorge A. Chávez Silva, “Charro”
Desde que los ingleses trajeron el fútbol a finales del siglo XIX, este deporte se convirtió en una pasión de multitudes, sobre todo en Sudamérica y se practica en donde exista un espacio suficiente en donde pueda rodar la pelota: en los potreros, en las pampas, en las calles, en las pistas… Allí se forjaron las grandes jornadas de triunfo y los sueños de los virtuosos convertidos en ídolos populares. Algunos por su técnica con el balón y otros por el pundonor que demostraron en la cancha.En esos tiempos de romanticismo se jugaba por amor a la camiseta y no existían los profesionales, que no son otra cosa que mercenarios del fútbol, como vemos en la actualidad: un jugador alinea hoy por un equipo y al año siguiente lo hace por el archirival.
El "Patón" Merino, amo y señor de la “Breña”...
En Celendín, durante las décadas de los treinta y cuarenta, el máximo ídolo de la afición fue Antonio Merino Díaz, el popular “Patón”, capitán de las selecciones de fútbol, amo y señor de la “Breña”, del “Centenario” y de cuanta cancha en donde se tuviera que defender los colores celendinos. Aunaba a su despliegue físico esas ganas de no perder y un potente shot que lo convirtió en terror de los guardametas. No había partido en el que no anotara. Encarnaba el espíritu de su época y se batía como un león cuando se trataba de defender los colores celendinos contra equipos de otros distritos y de la capital del departamento.
En la foto se puede apreciarlo en una pose de desgaire, con ese desparpajo y aplomo con que se desenvolvía en la cancha y en la vida cotidiana. Junto a él, en un contraste que, sin embargo, no resta elegancia a ambos, está don Francisco de Sales Chávez. La foto corresponde al año de 1944 y al parecer la tomó don César Díaz, padre.
Manuel Antonio Merino Díaz perteneció a la Promoción 1941 del entonces Colegio Particular “Celendín” y trabajó como capataz de la carretera. En una aciaga ocasión no estalló la carga de dinamita que habían colocado para volar unos peñascos. Y el capataz fue a ver qué sucedía. Esa tarde trajeron su cuerpo destrozado para recibir cristiana sepultura en el nuevo cementerio inaugurado pocos años antes. La consternación popular fue muy sentida y la multitud que acudió a su sepelio simbolizó el dolor de un pueblo que despedía a uno de sus primeros y auténticos ídolos deportivos.
Del otro personaje que figura en la fotografía, que obtuvimos gracias a la generosidad del profesor Walter Francisco Mori Chávez, diremos que se desempeñó muchos años como Tesorero del Colegio “Javier Prado”. Hombre de empresa, incursionó en la ganadería en el fundo de su propiedad en la pampa grande y luego como industrial instalando en Celendín la fábrica de aguas gaseosas “La Andina” y tuvo la concesión, única en el Perú, de la famosa bebida “Sinalco”, de origen alemán, que fue una especie de símbolo del pueblo, a tal punto que fuera de la provincia se conocía a los celendinos como “sinalcos”.
En la foto se puede apreciarlo en una pose de desgaire, con ese desparpajo y aplomo con que se desenvolvía en la cancha y en la vida cotidiana. Junto a él, en un contraste que, sin embargo, no resta elegancia a ambos, está don Francisco de Sales Chávez. La foto corresponde al año de 1944 y al parecer la tomó don César Díaz, padre.
Manuel Antonio Merino Díaz perteneció a la Promoción 1941 del entonces Colegio Particular “Celendín” y trabajó como capataz de la carretera. En una aciaga ocasión no estalló la carga de dinamita que habían colocado para volar unos peñascos. Y el capataz fue a ver qué sucedía. Esa tarde trajeron su cuerpo destrozado para recibir cristiana sepultura en el nuevo cementerio inaugurado pocos años antes. La consternación popular fue muy sentida y la multitud que acudió a su sepelio simbolizó el dolor de un pueblo que despedía a uno de sus primeros y auténticos ídolos deportivos.
Del otro personaje que figura en la fotografía, que obtuvimos gracias a la generosidad del profesor Walter Francisco Mori Chávez, diremos que se desempeñó muchos años como Tesorero del Colegio “Javier Prado”. Hombre de empresa, incursionó en la ganadería en el fundo de su propiedad en la pampa grande y luego como industrial instalando en Celendín la fábrica de aguas gaseosas “La Andina” y tuvo la concesión, única en el Perú, de la famosa bebida “Sinalco”, de origen alemán, que fue una especie de símbolo del pueblo, a tal punto que fuera de la provincia se conocía a los celendinos como “sinalcos”.
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