miércoles, 12 de noviembre de 2008

ESTAMPA: Una de zapateros

MAJANDO LA SUELA
Por Jorge A. Chávez Silva, “Charro”
Los zapatos que producían en Celendín eran de manufactura especial, hechos con suela majada, cosidos con cáñamo encerado a la falsa y estaquillados prolijamente para que sobrevivan a los diluvios anuales que dejaban a la ciudad como un lodazal.
A los zapatos de esta prosapia había que amansarlos con anticipación para el desfile de fiestas patrias. Estando cerca este magno acontecimiento escuchábamos la voz paterna:
-Vamos al “Cuchumpa” para que te mida el pie. Que te haga unos enteros de becerro para que te duren…
Y allá íbamos, resignados, rumbo al taller del zapatero preferido de la familia.
Cuántos niños de entonces aparecimos un día en la escuela con chuzos nuevos caminando con dificultad, como con herrajes nuevos, y fuimos recibidos por la burla de los compañeros:
-¡Qué bestia el Jibe, se ampolló!
Amansarlos era como domar un potro cerril, nos sacaban tales ampollas, que nos hacían añorar las caminatas a “pata cala” por las calles empedradas de la ciudad o sintiendo la caricia de la hierba en las verdes pampas.
Los zapateros de mi tierra son especiales. El que ha visitado uno de esos talleres habrá observado la típica mesita llena de chinches, clavos, estaquillas, el resto de plancha y el martillo de cabeza para majar la suela, la lezna, la bateíta de agua, la ollita de engrudo, la bola de cera negra para el cáñamo, las hormas, los retazos de suela regados por el piso, la chaveta con su chungo de afilar y como colofón de este arsenal, el infaltable gallo de pelea entrabado al diablo.
Todo podía faltarle al “mestro”, menos maíz y agua para su gallo. Era el engreído del taller, en los descansos de la faena, entrenaba al animalito en los ardides de la lucha, haciéndole cabriolas para endurecer la musculatura, y soplándole aguardiente bajo las alas para macerar su bravura.
Los talleres de los zapateros olían a suela y a tinte.

"El Chansito", una caricatura de Charro.

Don David Carrión era el decano, maestro de muchas promociones que ingresaron como aprendices a su taller del jirón Pardo. En un recorrido por la ciudad teníamos al “Florcita”, al “Cuchumpa” al “Chueco” Emerano, al Esdras, al Mondragón, a Segundo Silva Collantes “Jashinta”, César Silva Cambeiros “Cambito”, al “Gamuzón”, Emiliano Silva, Emiliano Calla, el popular “Canjshul”, al “Chansito” Díaz, a don Felipito Sánchez, y en el barrio de Colpacucho a don Julio Pérez, al Pablo Correa, “el zapatero rojo” y a los más carismáticos: el “Patazas” Muñoz , el “Ishco” y el “Desho”.
Algunos de estos artesanos alternaban la lezna con algún instrumento en la Banda Municipal que dirigía el maestro Galarreta.
El gran maestre de la orden era don David Salazar, hombre de industria que logró que todos los pequeños artesanos trabajasen para él. Era el único que tenía una tienda con vitrinas en donde exhibía gran variedad de calzado.
A todos los majasuelas de menor cuantía les proporcionaba el “avío”, que consistía en los cortes aparados, cercos, mediasuelas, falsas y tacos; estaquillas, chinches, cáñamo y un poco de dinero para la vida.
Lo clásico de los artesanos era la informalidad en el cumplimiento del trabajo. Si fijaban una fecha de entrega, lo más probable era que estuviera para el fin de semana. Había que armarse de paciencia y buen humor. Las cosas empeoraban cuando el gallo del mestro ganaba en la pelea del viernes por la noche. El zapatero y sus amigos se perdían en tremenda bohemia y se olvidaban del trabajo.
Cada taller tenía su corte de mataperros de cualquier edad para armar la chacota y la burla a costa de cualquier transeúnte que pase por las inmediaciones. Además de ocuparse de su vida con detalle, propinábanle tremenda chapa que se comentaba jocosamente en todo el pueblo.
-¿Ya sabes la chapa que le han puesto al Mime?
-No, ¿qué le han dicho esta vez?
-Cuy con bibirí.
En el taller del “Cambito”, de cuyo séquito era integrante, aprendimos entre otras cosas que en los recovecos de la vida la oportunidad es calva y hay que agarrarla por los pelos.
A una señorita muy elegante y pizpireta, que acudió a un zapatero para que le cosiera una cartera, el mestro le dijo:
-Muy bien, señorita, le cuesta veinte soles…
-¿Veinte soles?- respondió escandalizada la bella- pero si solo tiene que hacerle una costurita acá y listo.
-Aparentemente, señorita, pero, mire, para que no se note la costura, tengo que voltear la cartera, descoser el forro y coser todo de nuevo.
-¡Ah! No era tan fácil como creía…Muy bien, hágalo, maestro.
Después que se fue la diosa, vi que el zapatero hizo la simple operación que ella le indicó.

1 comentario:

Karyna dijo...

Hola, mi nombre es KARYNA VASQUEZ DIAZ y realmente me encantó ver está caricatura. Soy la nieta del "Chansito Díaz" (Victor Díaz Silva), y a mucho orgullo lo digo. Realmente han tocado fibra sensible en mí. Gracias, amigos de CPM, por publicar esta crónica.

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