Con motivo de la presentación del libro “Arbol de atisbos”, de Jorge Horna, palabras de saludo, enviadas desde París, por el escritor celendino Alfredo Pita (NdlR).
La presentación de un libro siempre es una ocasión fasta, y más si es de poesía, de buena poesía, y más aún si se trata del libro de un buen amigo. En este caso, todas estas condiciones están reunidas y yo me congratulo desde lejos y levanto mi copa para saludar a Jorge Horna, el autor del libro que hoy ve la luz pública, libro de hermoso título, “Arbol de atisbos”, y de mejor contenido, estoy seguro. ¡Salud, poeta!
Al abrazarlo, al abrazar a mi condiscípulo, a mi compañero de carpeta en la ya lejana aula de Transición, en la escuelita de don Hernando Velásquez, en la Plaza de Armas, abrazo también a nuestra infancia y a lo feliz que fue, dentro de los límites objetivos en que se daba la vida de la provincia en aquella época bendita en la que teniendo poco, a la vez teníamos mucho y, diría, todo. En la casa teníamos el yantar cotidiano, amoroso y materno, enriquecido por el chocolate y los bizcochos de cada tarde, y en la escuela teníamos a la suave y amorosa maestra que nos daba una educación armónica, acorde con los sueños que nos otorgaba el vivir un pueblo apacible y único, rodeado de una campiña y un paisaje hermosos. Hablo, creo, por toda nuestra generación. ¡Qué privilegio haber nacido en Celendín en esa época! ¡Quien haya elevado su cometa en la colina de San Isidro para siempre elevará su espíritu hacia un cielo puro! Hoy, la mediocridad y la incuria han destruido esa colina que era el soporte de nuestros sueños. San Isidro vive y vivirá, felizmente, en la memoria y en el talento de gente como Jorge Horna y de otros artistas verdaderos de la tierra.
Ahora que la vida nos ha llevado a cumplir varias veces veinte años, al hacer un alto, vemos que no hemos perdido lo esencial de aquella época feliz, que los sueños están allí, que los proyectos se renuevan y que los realizamos. Y, sobre todo, que no hemos perdido nuestros ideales y que, menos aún, les hemos sido infieles. Fe en la palabra, fe en la honradez de la metáfora para dar cuenta de como son las cosas, fe en una cierta ética de la vida que nos hace preferir la justicia al abuso, la honradez a la trampa criolla, la cultura al embrutecimiento impuesto por un sistema inhumano, estas son nuestras banderas y con ellas salimos del Celendín que nos formó. Y estas banderas siguen ondeando, en buena hora. Lo prueba Jorge Horna con su persistencia en la creación, con su fidelidad a la imagen pura y evocadora, que convoca la vida del pasado para hacerla eterna, y lo prueba también con su trabajo de investigación y difusión cultural.
Aquí permítaseme una digresión. En el terreno cultural, viendo como Jorge Horna se ha integrado, tan eficazmente, al equipo de Celendín Pueblo Mágico, no me queda sino felicitarlo y felicitar a Jorge Chávez Silva, a José Luis Aliaga Pereyra, a los corresponsales y colaboradores que trabajan con ellos, por las conquistas rotundas, objetivas, que CPM ha logrado para el bien de nuestra querida tierra. Hoy los celendinos, gracias a sus ardorosas y valientes batallas, bien podemos decir que por fin tenemos una prensa cultural y política que nos expresa y nos defiende, y que nos ayuda a superarnos. Esta es una victoria cuyos frutos los cosechará una juventud que hasta este momento estaba huérfana de lecturas y de alicientes, y que hoy comienza a descubrir que no sólo puede decir su palabra sino que tiene donde hacerlo. Este es un privilegio que, estoy seguro, poco a poco se irá convirtiendo en un ejemplo para otros pueblos de la región.
Volviendo a “Árbol de atisbos”, ¡gracias Jorge Horna por esta nueva cosecha de tu espíritu, gracias por tu fe en la palabra cincelada y filtrada, que es la única capaz de acercarse a la esencia y a la verdad!
La presentación de un libro siempre es una ocasión fasta, y más si es de poesía, de buena poesía, y más aún si se trata del libro de un buen amigo. En este caso, todas estas condiciones están reunidas y yo me congratulo desde lejos y levanto mi copa para saludar a Jorge Horna, el autor del libro que hoy ve la luz pública, libro de hermoso título, “Arbol de atisbos”, y de mejor contenido, estoy seguro. ¡Salud, poeta!
Al abrazarlo, al abrazar a mi condiscípulo, a mi compañero de carpeta en la ya lejana aula de Transición, en la escuelita de don Hernando Velásquez, en la Plaza de Armas, abrazo también a nuestra infancia y a lo feliz que fue, dentro de los límites objetivos en que se daba la vida de la provincia en aquella época bendita en la que teniendo poco, a la vez teníamos mucho y, diría, todo. En la casa teníamos el yantar cotidiano, amoroso y materno, enriquecido por el chocolate y los bizcochos de cada tarde, y en la escuela teníamos a la suave y amorosa maestra que nos daba una educación armónica, acorde con los sueños que nos otorgaba el vivir un pueblo apacible y único, rodeado de una campiña y un paisaje hermosos. Hablo, creo, por toda nuestra generación. ¡Qué privilegio haber nacido en Celendín en esa época! ¡Quien haya elevado su cometa en la colina de San Isidro para siempre elevará su espíritu hacia un cielo puro! Hoy, la mediocridad y la incuria han destruido esa colina que era el soporte de nuestros sueños. San Isidro vive y vivirá, felizmente, en la memoria y en el talento de gente como Jorge Horna y de otros artistas verdaderos de la tierra.
Ahora que la vida nos ha llevado a cumplir varias veces veinte años, al hacer un alto, vemos que no hemos perdido lo esencial de aquella época feliz, que los sueños están allí, que los proyectos se renuevan y que los realizamos. Y, sobre todo, que no hemos perdido nuestros ideales y que, menos aún, les hemos sido infieles. Fe en la palabra, fe en la honradez de la metáfora para dar cuenta de como son las cosas, fe en una cierta ética de la vida que nos hace preferir la justicia al abuso, la honradez a la trampa criolla, la cultura al embrutecimiento impuesto por un sistema inhumano, estas son nuestras banderas y con ellas salimos del Celendín que nos formó. Y estas banderas siguen ondeando, en buena hora. Lo prueba Jorge Horna con su persistencia en la creación, con su fidelidad a la imagen pura y evocadora, que convoca la vida del pasado para hacerla eterna, y lo prueba también con su trabajo de investigación y difusión cultural.
Aquí permítaseme una digresión. En el terreno cultural, viendo como Jorge Horna se ha integrado, tan eficazmente, al equipo de Celendín Pueblo Mágico, no me queda sino felicitarlo y felicitar a Jorge Chávez Silva, a José Luis Aliaga Pereyra, a los corresponsales y colaboradores que trabajan con ellos, por las conquistas rotundas, objetivas, que CPM ha logrado para el bien de nuestra querida tierra. Hoy los celendinos, gracias a sus ardorosas y valientes batallas, bien podemos decir que por fin tenemos una prensa cultural y política que nos expresa y nos defiende, y que nos ayuda a superarnos. Esta es una victoria cuyos frutos los cosechará una juventud que hasta este momento estaba huérfana de lecturas y de alicientes, y que hoy comienza a descubrir que no sólo puede decir su palabra sino que tiene donde hacerlo. Este es un privilegio que, estoy seguro, poco a poco se irá convirtiendo en un ejemplo para otros pueblos de la región.
Volviendo a “Árbol de atisbos”, ¡gracias Jorge Horna por esta nueva cosecha de tu espíritu, gracias por tu fe en la palabra cincelada y filtrada, que es la única capaz de acercarse a la esencia y a la verdad!
París, 3 de diciembre de 2008
1 comentario:
Que generosidad del poeta Alfredo Pita al poeta Jorge Horna. Se ve que son la cultura representada de nuestra tierra. Hasta leerlos, siempre.
Gamaniel
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