miércoles, 18 de noviembre de 2009

CRONICA: Mis amigos sucreños

Por Jorge Horna Chávez
Siempre utilizábamos el sustantivo gentilicio sucreños para indicar el lugar de procedencia de quienes han nacido en Sucre (Huauco). Hoy ese vocablo es sustituido cada vez con más frecuencia por sucrenses; razones morfológicas seguramente así lo determinan.
También, “La sucreñita” fue el nombre de la refrescante y sabrosa agua gaseosa fabricada en Sucre. Sucreñita, hermosa eufonía que refleja la limpidez del agua de los manantiales del río La Quintilla, que eran la materia prima.
Los centro educativos (escuelas primaria y colegios secundarios) de Celendín ciudad eran los espacios naturales donde confluían algunos alumnos de los otros distritos de la provincia. Y en aquellos añorados tiempos se iban cultivando amistades.
En la década del 60 tuve la ocasión de conocer a algunos compañeros de Sucre que estudiaban en el colegio “Javier Prado”. Eleodoro Aliaga era un aplicado y destacado estudiante. Pero fue con Ramiro Rodríguez Rojas con quien entablamos una cercana amistad; con él conversábamos temas diversos, desde los científicos hasta los filosóficos que inquietaban nuestro anhelo de saber. Ramiro ocupó siempre los primeros puestos en su rendimiento escolar.
Gutemberg Aliaga también estudió algunos años en el colegio, vivía a 50 metros de mi domicilio, no tuve la oportunidad de cultivar sostenida amistad, siempre nos saludábamos pasajeramente.
En el Instituto Pedagógico de Celendín, donde cimenté mi instrucción superior, tuve como condiscípulos a Milton Odilón Sánchez; en el crepúsculo de las tardes, después de la jornada de estudios solíamos encontrarnos en el taller de zapatería de don Pablo Correa. Nuestra conversación era animada con anécdotas y ocurrencias populares. Nos habíamos enterado que Milton era músico, pero nunca aceptó demostrarnos su innata habilidad. Su padre, don “Pepe”, era un respetable y bonachón hombre de trabajo: fotógrafo, conocedor además de algunas técnicas médicas.
Con Uriel Aliaga Marín estudiamos los cuatro años en las aulas para conseguir nuestro título de profesores de educación primaria. El zarco Uriel, aunque un poco retraído, me brindó su amistad, pues qué le quedaba, hacíamos juntos el largo recorrido de ida y vuelta al Instituto ubicado en Chacapampa. Recuerdo que una noche sin luz eléctrica, en una de las esquinas de la calle Junín cantamos a dos voces “Rayito de luna”. Uriel era un gran silbador, ese arte rupestre que horada los resquicios del alma colmando las horas de dicha o de nostalgia.
Desde aquel tiempo han transcurrido 40 años. He tomado noticias de que Ramiro Rodríguez es ingeniero que se formó en la UNI; Milton Odilón llegó a jubilarse como profesor de Lengua y Literatura, al igual que Gutemberg. Uriel Aliaga trabaja aún en el colegio “San José” de su tierra, es experto intérprete de flauta.
En el año 2007 en Lima conocí por intermedio de Jorge Chávez, “El Charro”, a José Luis Aliaga Pereira, director fundador de Fuscán, cuyo primer número apareció en junio de 2007, y ya van 13. José Luis persiste en el cultivo de la palabra escrita y ha decidido estar siempre atento a los problemas sociales de la patria. Un buen amigo sucreño, huauqueño.

Lima, 17 de noviembre de 2009.

1 comentario:

José Luis Aliaga Pereyra dijo...

El mensuario Fuscán (publicación resurrecta que da continuidad al esfuerzo periodistico y cívico de Alfredo Rocha) volvió a hacerse conocer y apreciar por la población celendina gracias al empuje de los amigos Jorge Antonio Chávez Silva (su actual Director), a Jorge Horna (responsable de la sección Literaria), a Franz Sánchez (su joven Editor) y, por supuesto, gracias a nuestro "fondo", que son los artículos de la página web shilica CELENDÍN PUEBLO MÁGICO (esfuerzo alentado, entre otros, por nuestro primer escritor, Alfredo Pita). Fuscan es el órgano impreso de la asociación CPM.
Agradezcamos a todos ellos, que dan prestigio a nuestro periódico con su valentía y clara defensa de nuestra provincia.
Reciban un abrazo shilico,
Palujo

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