Por Crispín Piritaño
Celendín
Después de algunos meses de estar alejado de la arena periodística a causa de los males que me aquejan y que me tuvieron en la capital, he regresado a mi ciudad natal. Lo hice el sábado, de noche, tratando de pasar inadvertido. Llovía a cántaros, como suele hacerlo en esta época, pero algo extraño sucedía en Celendín. Al voltear la esquina de mi calle me di con la sorpresa de encontrarla ocupada por una hilera interminable de toldos de plástico, lonas de costales de arroz y largueros cuyas desigualdades emergían entre los costurones.
Como a diario nos caen noticias de copiosos aguaceros en diferentes lugares de la república, supuse que los toldos en cuestión albergaban a damnificados de alguna catástrofe que habían llegado en busca de auxilio a la ciudad. ¡Pobres! –Pensé- yo siquiera voy a dormir en una cama, ellos lo hacen precariamente cubiertos de las inclemencias del tiempo.
El sol que se colaba por la ventana me rescató de las brumas del sueño. Entre los rescoldos de la tormenta brillaba un sol esplendoroso, es domingo y hasta el sol quiere participar de la feria. De la calle llegaba un confuso rumor mercantil.
El agua fría de la ducha me despabiló por completo. Puse la tetera en la cocina y hasta que hierva el agua me propuse ir por el pan. Quise abrir la puerta y no pude, por más que jalé del guato.Una voz airada me conminó a esperar. Cuando por fin salí me encontré con la sorpresa de que un mercachifle de ropa usaba el portón para tender sus hilos en los que exhibía su mercadería. Como la casa estuvo sola mientras me curaba de mis males, el ambulante había clavado hileras de clavos en mi puerta para mostrar sus prendas. Me sentí casi un intruso en mi propia vivienda.
Como a diario nos caen noticias de copiosos aguaceros en diferentes lugares de la república, supuse que los toldos en cuestión albergaban a damnificados de alguna catástrofe que habían llegado en busca de auxilio a la ciudad. ¡Pobres! –Pensé- yo siquiera voy a dormir en una cama, ellos lo hacen precariamente cubiertos de las inclemencias del tiempo.
El sol que se colaba por la ventana me rescató de las brumas del sueño. Entre los rescoldos de la tormenta brillaba un sol esplendoroso, es domingo y hasta el sol quiere participar de la feria. De la calle llegaba un confuso rumor mercantil.
El agua fría de la ducha me despabiló por completo. Puse la tetera en la cocina y hasta que hierva el agua me propuse ir por el pan. Quise abrir la puerta y no pude, por más que jalé del guato.Una voz airada me conminó a esperar. Cuando por fin salí me encontré con la sorpresa de que un mercachifle de ropa usaba el portón para tender sus hilos en los que exhibía su mercadería. Como la casa estuvo sola mientras me curaba de mis males, el ambulante había clavado hileras de clavos en mi puerta para mostrar sus prendas. Me sentí casi un intruso en mi propia vivienda.
Los mercaderes ambulantes han tomado por asalto la ciudad.
Una vez en la calle me quedé mudo de espanto. Todo estaba invadido de diversas mercaderías: baratijas, ropa, carnes de diverso color, pescado salado y otros alimentos, tongos de chancaca, pollos BB, gallinas, patos, cuyes y hasta un organillero con su mona, vestida con falda de colores chillones y sombrera ¿Qué había sucedido? En la panadería me informaron que por estar el mercado en construcción los mercaderes ambulantes habían tomado por asalto las calles de la ciudad.
Después del desayuno me dirigí al mercado para comprobar in situ la construcción. Parecía que una bomba había caído dejando el campo raso entre los escombros. Solo quedaba en pié la especie de corchete de tiendas que da al jirón Cáceres cuya construcción se disputaban los ex alcaldes Adolfo Aliaga y Mauro Arteaga.
Después del desayuno me dirigí al mercado para comprobar in situ la construcción. Parecía que una bomba había caído dejando el campo raso entre los escombros. Solo quedaba en pié la especie de corchete de tiendas que da al jirón Cáceres cuya construcción se disputaban los ex alcaldes Adolfo Aliaga y Mauro Arteaga.
Los escombros de una ciudad en guerra
Con el marco de la horrible construcción de un ex subprefecto fujimontesinista el mercado parecía el de una ciudad en guerra. Para colmo se habían topado con un río subterráneo que no es ninguna novedad. Yo recuerdo que en la casa contigua a la tienda de Régulo Silva había una señora que conocíamos como “Mamita Rosa”, especialista en santiguar a todos los niños que les daba el pachachare. Ella tenía un pozo del que se surtía el vecindario en tiempos de escasez.
-He aquí, -pensé- El mercado es el punto de quiebre de las próximas elecciones municipales, el caballito de batalla que esgrimirán todos los candidatos: el actual, si es que logra concluirlo, para tentar la reelección, y los demás para probar su ineficacia y proponer recetas para terminarlo en el menor tiempo posible para liberar a la ciudad. ¿Qué pasará? El tiempo lo dirá.
Mientras tanto tengo que soportar el mal humor del dueño de la calle frente a mi casa que se molesta cada que debo ingresar o salir. Apenas me abre un resquicio entre las ropas para ingresar por la puerta chica del portón.
-Ya pues, señor, no puede estar entrando y saliendo cuando se le dé la gana ¿Qué se ha creído, que soy su portero? –me dice muy enojado.
Y creo que tiene toda la razón, pues se trata de un verdadero damnificado de los apetitos municipales de los candidatos a la alcaldía.
-He aquí, -pensé- El mercado es el punto de quiebre de las próximas elecciones municipales, el caballito de batalla que esgrimirán todos los candidatos: el actual, si es que logra concluirlo, para tentar la reelección, y los demás para probar su ineficacia y proponer recetas para terminarlo en el menor tiempo posible para liberar a la ciudad. ¿Qué pasará? El tiempo lo dirá.
Mientras tanto tengo que soportar el mal humor del dueño de la calle frente a mi casa que se molesta cada que debo ingresar o salir. Apenas me abre un resquicio entre las ropas para ingresar por la puerta chica del portón.
-Ya pues, señor, no puede estar entrando y saliendo cuando se le dé la gana ¿Qué se ha creído, que soy su portero? –me dice muy enojado.
Y creo que tiene toda la razón, pues se trata de un verdadero damnificado de los apetitos municipales de los candidatos a la alcaldía.
¡SOLANO OYARCE, DEVUELVE LA CALLE QUE LE ROBASTE A CELENDIN!
2 comentarios:
Hola estuve revisando tu blog y me parece muy interesante y entretenido, sobre todo que la información es detallada y precisa, espero que sigas posteando más temas para informarnos y comentar.
Saludos.
Déjame felicitarte, que bueno que está tu blog los temas tienen la información exacta que me interesa, sigue posteando más sobre estos temas.
Felicitaciones.
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