En la primera década del siglo XX se crearon las primeras escuelas estatales en la provincia de Celendín y las más antiguas, ahora centenarias y rebautizadas, fueron la Escuela N° 81 de varones y la 82 de mujeres, que surgieron en 1908. Posteriormente se crearon escuelas en las capitales de distrito como la 83 de Sucre y la 84 de José Gálvez. En la década del 30, al aumentar la población escolar, se crearon en Celendín la Escuela N° 85 para varones y la 89 para niñas, la 86 de Sorochuco y 87 de Huasmín. Recuerdo, pues ya tenía uso pleno de razón, que durante la década del 50 la directora del 89 fue la señora Belisaria Vásquez de Pita. Esta escuela siempre estuvo ubicada en ese local del Jr. Ayacucho, precisamente en la cuadra comprendida entre los jirones Bolognesi y Grau.
Maestras y alumnas de la Escuela Nº 89 en 1942 (Foto archivo CPM).
En la hermosa fotografía que acompaña esta nota, captada en el patio del 89, apenas hemos reconocido entre las alumnas a las hermanas Chávez Paredes, a Carlota Morera Pereira, a … Zevallos Díaz y a Gardenia Peláez Pérez. Entre las maestras se puede ver a Blanca Pérez de Peláez y a Eva Quevedo de Agustí, en ambos extremos.
A propósito de esta última, era hija de don Sixto Quevedo, uno de los tres millonarios celendinos de la época, junto con Augusto G. Gil Velásquez y Rafael Cachay, y vivía en la casa adyacente a la Escuela 82. Cuando soltera fue una señorita de gran belleza, según me contaban unas tías ya fallecidas que la reputaban como una verdadera “muñeca”. A nosotros, que la conocimos tarde, nos pareció que la semejanza que tenía con la actriz norteamericana Bette Davis era más que evidente.
En la foto se la aprecia mayor, casada con el gringo Osías Agustí con quien tuvo siete hijos: Guillermo (+), Oscar, Maruja, Carlos (+), Nelson, Octavio (+) y Gloria. El gringo, irreverente como era, se refería a ella como “Mi quipe de cinco” y lo decía seguramente porque en esa época no existían los métodos ni la disposición para guardar la forma. Las señoras, al cabo de tantos partos, perdían la línea del cuerpo y quedaban gorditas. No era como hogaño en que existen los aeróbicos y los gimnasios y encima de esto encendemos la televisión por cable y lo primero que encontramos es una sarta de fanáticos musculosos y mujeres anoréxicas sudando la gota gorda, huicapeándose de una lado a otro, empeñados en mantener la forma gracias a los milagros de aparatos cada vez más sofisticados.
¿Por qué le había puesto “quipe de cinco”? Porque en ese tiempo, en que no existía ni el agua ni el desagüe en el pueblo, todas las familias iban el sábado a lavar su ropa en el río Grande. Y cuando algún familiar moría, era una costumbre, que creo ahora no existe más, de que pasados los cinco días del deceso, se cogía toda la ropa del difunto, se hacía un gran envoltijo o “quipe”, en shiliqués, que era llevado a lomos de burro a lavarlo al río.
No había nada qué hacer, nadie se libraba de la chispa del gringo, hasta sus propios hijos tenían su respectiva chapa.
¡SOLANO OYARCE, DEVUELVE LA CALLE QUE LE ROBASTE A CELENDIN!
1 comentario:
Gracias a CPM y a sus cronistas por hacer todo lo posible para que el espíritu de Celendín sobreviva a la desidia e ignorancia de las autoridades, que parecen enemigas del pueblo que primero deberian defender.
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