Cuando me enteré que emisarios de la minera pretendieron entregarle dinero a la madre del niño asesinado el 3 de julio en la plaza de armas de Celendín, para que denunciara a los dirigentes sociales por la muerte del menor; no me sorprendí. Cuando la honorable madre no aceptó los muchos cobres que groseramente le ofrecían, sí me sorprendí.
Y es que en este mundo, tal cual lo conocemos, donde el dinero es el centro gravitacional de las vidas de la gente, sorprende una reacción tan digna, y tan de madre.
Y es que en este mundo, tal cual lo conocemos, donde el dinero es el centro gravitacional de las vidas de la gente, sorprende una reacción tan digna, y tan de madre.
El carácter noticioso de las porquerías que promueve la transnacional, ya no es ni noticioso ni sorprendente para mí. Hasta podría decir que cualquier increíble acción corporativa podría pasar por cierta y por común.
En mi tierra, en Celendín, esto es diferente. Hay de ambos lados, y aunque detesto las etiquetas, la ciudad misma se ha encargado de fabricarlas. Qué diferencia con el campo.
No voy a negar que existen sectores que promueven de manera “limpia” la lucha ambiental, pero también quienes no lo hacen de forma tan impecable.
Nosotros jamás hemos tenido ni convenios, ni tratos, ni acuerdos, ni nada que se le asemeje, con los dirigentes del pueblo, y menos con emisarios mineros. Es más, hemos reprochado ciertas actitudes que no nos parecen sinceras. De que existen apetitos políticos, es innegable. No es ético, pero es legal, y si aprovechar la coyuntura para penetrar el ámbito político no es un delito, ¿qué se reclama?
¿Qué lo hagan abiertamente? ¿Qué no guarden la forma “política” del doble lenguaje?
No, simplemente son pretextos que esgrimen, o que intentan esgrimir, quienes perdieron hace mucho la capacidad de indignarse ante las violaciones sistemáticas a nuestros pueblos. Aquí no somos “goyistas”, ni “miltonistas”, ni “aranistas”, ni “mauristas”, ni nada. No sufrimos de fanatismos torpes por el poder.
Hoy, cuando el panorama vuelve a reclamar unión por la marcha compartida hacia una provincia de oportunidades equitativas y de progreso sostenido en el tiempo y en el espacio, existen también los que cobran por “oponerse” a los opositores de la minería en zonas de protección.
Hace unos días, apareció un personaje al que en algún momento lo consideré un amigo y que compartió micrófonos, y cabinas, y proyectos de radiodifusión, conmigo. Alguien que incluso tuvo su primera oportunidad de dirigirse a la radio audiencia, gracias a mí.
Digo que lo consideré un amigo, porque hoy no lo considero más como tal. No por su posición “prominera”, que puede ser razonable o no, que puede ser compartida o no, sino porque estar frente a un micrófono, no le da el derecho de descalificar a quienes no vemos maravillas en el accionar tóxico de una transnacional.
Me refiero a Ronal Tiper, vapuleado comunicador que se ha corrido decenas de veces del pueblo porque no ha podido sostener como hombre lo que finge como “radioperiodista”. No sé cuál es el negocio, y tampoco quiero saberlo. Ataca sistemáticamente dedicando extensas editoriales en cierta casa radial (a la que apoyé en sus inicios con producciones audiofónicas) y a cuyo propietario lo considero un amigo y paisano.
Me parece cobarde que Típer haga alusiones a mi persona cuando no estoy presente para poder replicar. No he querido referirme a él, porque no vale la pena el esfuerzo, pero tratándose de una reincidencia, le dedicaré estas únicas líneas, que no volverán a repetirse.
Y le diré, primero: qué equivocado estás paisano. Me ha indignado que te refieras a las comunidades de las zonas de Sorochuco o Huasmín en términos tan despectivos, debe ser porque ni siquiera conoces, y menos has compartido un pan, un solo pan con ellos.
Dices que no es jurídica la figura de licencia social. Dices que los que la promueven son unos ignorantes (esto último debe ser cierto, porque todos en algún momento ignoramos algo), como tú. Por ejemplo, tú ignoras las declaraciones internacionales en favor de los pueblos y comunidades originarias; por ejemplo, tú ignoras el número de personas movilizadas por la marcha del agua, porque no podías ni imaginar su éxito.
Tú ignoras, mi extraño y controvertido paisano, que todos ya sabemos cuáles son los tratos que tienes con los empresarios. Tú ignoras que hay más gente de la que crees, lejos del pueblo, preocupada por el justo reclamo de quienes te permites ningunear.
Yo no sé quién va a ganar, espero que gane el pueblo. Porque si gana el político que no se interesa por el bienestar común, si gana el norteamericano abrigado en Denver, si gana el dirigente afanoso por un cargo, si ganas tú, si gano yo, no será una victoria compartida. Si ganan las comunidades, será lo más justo.
Me apena mucho que utilices tu condición de invidente para buscar “bulla”, para provocar. Respeto dicha condición y solamente admiro que hayas salido adelante a pesar de ello. Pero, respétate tú también. Sé que no podrás leer mi respuesta, pero espero que alguien te la lea, porque sé que te enteras de mis artículos y los criticas con mucho empeño. Te lo agradezco.
Espero que no sigas apañando la compra y venta, el alquiler y préstamo, de “periodistas” que denigran a la profesión, a los de “remate” en el centro federado, y a los que por su poca vocación venal, no llamaré colegas. Del mismo modo en la medida en que ya no te considero un amigo, tampoco creo que seamos compañeros, y menos “colegas”.
Apaga el micro y sé sincero contigo mismo. Espero que puedas encontrar el camino que el brillo del oro te ha hecho perder, brillo que extrañamente sí puedes distinguir.
.
En mi tierra, en Celendín, esto es diferente. Hay de ambos lados, y aunque detesto las etiquetas, la ciudad misma se ha encargado de fabricarlas. Qué diferencia con el campo.
No voy a negar que existen sectores que promueven de manera “limpia” la lucha ambiental, pero también quienes no lo hacen de forma tan impecable.
Nosotros jamás hemos tenido ni convenios, ni tratos, ni acuerdos, ni nada que se le asemeje, con los dirigentes del pueblo, y menos con emisarios mineros. Es más, hemos reprochado ciertas actitudes que no nos parecen sinceras. De que existen apetitos políticos, es innegable. No es ético, pero es legal, y si aprovechar la coyuntura para penetrar el ámbito político no es un delito, ¿qué se reclama?
¿Qué lo hagan abiertamente? ¿Qué no guarden la forma “política” del doble lenguaje?
No, simplemente son pretextos que esgrimen, o que intentan esgrimir, quienes perdieron hace mucho la capacidad de indignarse ante las violaciones sistemáticas a nuestros pueblos. Aquí no somos “goyistas”, ni “miltonistas”, ni “aranistas”, ni “mauristas”, ni nada. No sufrimos de fanatismos torpes por el poder.
Hoy, cuando el panorama vuelve a reclamar unión por la marcha compartida hacia una provincia de oportunidades equitativas y de progreso sostenido en el tiempo y en el espacio, existen también los que cobran por “oponerse” a los opositores de la minería en zonas de protección.
Hace unos días, apareció un personaje al que en algún momento lo consideré un amigo y que compartió micrófonos, y cabinas, y proyectos de radiodifusión, conmigo. Alguien que incluso tuvo su primera oportunidad de dirigirse a la radio audiencia, gracias a mí.
Digo que lo consideré un amigo, porque hoy no lo considero más como tal. No por su posición “prominera”, que puede ser razonable o no, que puede ser compartida o no, sino porque estar frente a un micrófono, no le da el derecho de descalificar a quienes no vemos maravillas en el accionar tóxico de una transnacional.
Me refiero a Ronal Tiper, vapuleado comunicador que se ha corrido decenas de veces del pueblo porque no ha podido sostener como hombre lo que finge como “radioperiodista”. No sé cuál es el negocio, y tampoco quiero saberlo. Ataca sistemáticamente dedicando extensas editoriales en cierta casa radial (a la que apoyé en sus inicios con producciones audiofónicas) y a cuyo propietario lo considero un amigo y paisano.
Me parece cobarde que Típer haga alusiones a mi persona cuando no estoy presente para poder replicar. No he querido referirme a él, porque no vale la pena el esfuerzo, pero tratándose de una reincidencia, le dedicaré estas únicas líneas, que no volverán a repetirse.
Y le diré, primero: qué equivocado estás paisano. Me ha indignado que te refieras a las comunidades de las zonas de Sorochuco o Huasmín en términos tan despectivos, debe ser porque ni siquiera conoces, y menos has compartido un pan, un solo pan con ellos.
Dices que no es jurídica la figura de licencia social. Dices que los que la promueven son unos ignorantes (esto último debe ser cierto, porque todos en algún momento ignoramos algo), como tú. Por ejemplo, tú ignoras las declaraciones internacionales en favor de los pueblos y comunidades originarias; por ejemplo, tú ignoras el número de personas movilizadas por la marcha del agua, porque no podías ni imaginar su éxito.
Tú ignoras, mi extraño y controvertido paisano, que todos ya sabemos cuáles son los tratos que tienes con los empresarios. Tú ignoras que hay más gente de la que crees, lejos del pueblo, preocupada por el justo reclamo de quienes te permites ningunear.
Yo no sé quién va a ganar, espero que gane el pueblo. Porque si gana el político que no se interesa por el bienestar común, si gana el norteamericano abrigado en Denver, si gana el dirigente afanoso por un cargo, si ganas tú, si gano yo, no será una victoria compartida. Si ganan las comunidades, será lo más justo.
Me apena mucho que utilices tu condición de invidente para buscar “bulla”, para provocar. Respeto dicha condición y solamente admiro que hayas salido adelante a pesar de ello. Pero, respétate tú también. Sé que no podrás leer mi respuesta, pero espero que alguien te la lea, porque sé que te enteras de mis artículos y los criticas con mucho empeño. Te lo agradezco.
Espero que no sigas apañando la compra y venta, el alquiler y préstamo, de “periodistas” que denigran a la profesión, a los de “remate” en el centro federado, y a los que por su poca vocación venal, no llamaré colegas. Del mismo modo en la medida en que ya no te considero un amigo, tampoco creo que seamos compañeros, y menos “colegas”.
Apaga el micro y sé sincero contigo mismo. Espero que puedas encontrar el camino que el brillo del oro te ha hecho perder, brillo que extrañamente sí puedes distinguir.
.
1 comentario:
Una pena que quienes "forman opinión" desmerezcan todo un trabajo tratando temas personales. Las críticas hay que hacerlas sin llegar a herir suceptibilidades.
Beto Zaldívar
Publicar un comentario