Ya se va a cumplir un año que nuestro mentor intelectual, el Dr. Manuel Pita Díaz, nos dejó. Recordándolo y teniendo presente sus inquietudes, creemos un deber ineludible rescatar el pensamiento de celendinos como él, como Alfredo Rocha y otros hombres que han querido a Celendín y, por lo tanto, han reflexionado sobre sus problemas. Sus aportes los iremos publicando por entregas en nuestros diferentes sitios. LA REDACCIÓN.
El “sombrero celendino”
Por Manuel Pita Díaz
El “sombrero celendino”, un objeto manufacturado por miles de tejedores de ambos sexos en todas las comarcas y ambientes domésticos pobres de la provincia, ocupa todavía a lo largo de su proceso productivo y comercial, considerable espacio del drama económico-social de Celendín.
Drama de un pueblo mestizo, hispanohablante, honesto y batallador, que por la escasez de recursos y posibilidades inmediatas se vio obligado a trenzar paja toquilla de lejana procedencia para hacer sombreros cuyo precio apenas permite angustiada supervivencia.
El “sombrero celendino” tiene cara y sello.
Cara: continente del drama burilador de la identidad estoica, batalladora, de la personalidad celendina, a partir de su paciente manufactura doméstica, hasta la trashumante carrera, audaz y sacrificada, de los llamados “negociantes”, que los transportan por lejanos parajes dentro y fuera del territorio patrio. Es la cara de la fama, la creadora del “Shilico trotamundos”.
Sello: esclavizante oficio de hombres y mujeres de poblados urbanos y rurales de toda la provincia, con un margen de beneficio económico diminuto y hasta risible.
Por todo ello es forjador permanente de ansias libertarias.
El natural hambre de superación y holgura determina forzosos desplazamientos individuales y grupales hacia remotos destinos. La querencia y el fervor religioso hace regresar temporalmente para remozar recuerdos, llorar a los seres queridos que se fueron y respirar conocidos aires por unos cuantos días. Algunos de estos migrantes, muy pocos, retornan para afincarse nuevamente invirtiendo el monto de sus ahorros en algún negocio. Es el sello del “shilico sufrido, querendón y tacaño”.
Cualesquiera sean la posición, la profesión o la actividad de un celendino, dentro y fuera del terruño, el “sombrero de paja”, aunque nunca lo haya elaborado ni comerciado, será siempre el símbolo de su irrenunciable identidad.
El “sombrero celendino” tiene cara y sello.
Cara: continente del drama burilador de la identidad estoica, batalladora, de la personalidad celendina, a partir de su paciente manufactura doméstica, hasta la trashumante carrera, audaz y sacrificada, de los llamados “negociantes”, que los transportan por lejanos parajes dentro y fuera del territorio patrio. Es la cara de la fama, la creadora del “Shilico trotamundos”.
Sello: esclavizante oficio de hombres y mujeres de poblados urbanos y rurales de toda la provincia, con un margen de beneficio económico diminuto y hasta risible.
Por todo ello es forjador permanente de ansias libertarias.
El natural hambre de superación y holgura determina forzosos desplazamientos individuales y grupales hacia remotos destinos. La querencia y el fervor religioso hace regresar temporalmente para remozar recuerdos, llorar a los seres queridos que se fueron y respirar conocidos aires por unos cuantos días. Algunos de estos migrantes, muy pocos, retornan para afincarse nuevamente invirtiendo el monto de sus ahorros en algún negocio. Es el sello del “shilico sufrido, querendón y tacaño”.
Cualesquiera sean la posición, la profesión o la actividad de un celendino, dentro y fuera del terruño, el “sombrero de paja”, aunque nunca lo haya elaborado ni comerciado, será siempre el símbolo de su irrenunciable identidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario