A petición de algunos lectores publicamos la Historia de la Virgen del Carmen como patrona de Celendín, articulo escrito por don Pedro García Escalante “El Búho”, proporcionado gentilmente por el profesor Rubil Escalante G.
La Virgen del Carmelo de Celendín
Por Pedro García Escalante, “El Búho”
Han transcurrido ya siete siglos desde que sobre las aguas del mar que dominan las cumbres del Monte Carmelo, que se levanta allá en el Asia, cerca de Anetel, en la antigua Tierra Santa, se apareció la Serenísima Virgen María,
Es pues del dominio del Antiguo y Nuevo Testamento la vida de la Virgen María y su hijo divino, que después de su vida mártir, cuando Jesús había ascendido a los cielos, ella también, después de haber destruido el templo de Diana, las mezquitas de Venus y los encantos de Calypso, fue ascendida al cielo y desapareció del mundo. Mas, el pueblo católico, fiel al amor de esta madre, pedía siempre al cielo una reaparición milagrosa para que se acreciente la fe, hasta que, congregados algunos fieles, imploraron la ayuda de los profetas Elías, Eliseo y Enoch, y tuvieron la revelación de que la Virgen María aparecería en el Monte Carmelo. Fueron en peregrinación y una vez allí, volvieron a implorar los nombres de los profetas, y, presentándose Elías, les dijo: “Mirad hacia el mar”. Entonces vieron levantarse la imagen de su aparición, que se grabó de tal modo en la mente de los fieles que no escapó en nada su magna figura cuando hubo desaparecido. Y es así que fue reproducida en cuadros y en dibujos hechos por diestros pinceles, por las Bellas Artes que la perpetuaron para testimonio de los siglos venideros.
No tardó entonces en crearse la orden religiosa y hermandades que tomaron el nombre de Orden Religiosa Carmelitana, que avanzó extensamente en la propagación de esta fe despertando a los pueblos en la verdad de que la Virgen María se halla en la gloria celestial convertida en intercesora de la humanidad ante el Supremo Creador y por el lugar en que los fieles pudieron ver esta aparición de misterio y de milagro, lo llamaron la Serenísima Madre, la Virgen del Carmelo, cuya tradición y testimonios grabados los carmelitas lo esparcieron por todo el mundo, es así que después de la expulsión de los jesuitas, arribaron a esta nuestra tierras miembros de la orden Carmelitana que ya había en Lima, y repartieron en cuadros y en medallas la imagen de la Virgen del Carmen, cuya reverencia iba cimentando. De este modo y no de otro apareció en Celendín un cuadro de la Serenísima Madre del Carmelo, pintado al estilo italiano en tela tosca pero nítidamente dibujado, adquirido por la familia Araujo y Guzmán y el Párroco Francisco de Arista, consiguió su colocación en el templo de la Virgen llamada “La Purísima Concepción de las Limpias” que era la protectora patrona hasta entonces. Se creó una Hermandad y al empezar los trabajos del nuevo templo con motivo de haber sido exaltada la población de Celendín a la categoría de Villa con el nombre de la princesa Amalia, que después de Compañón fue la más desprendida protectora de nuestra querida ciudad, y después de terminado, se obtuvo el consenso del Rey y se entronizó la magna imagen que hoy veneramos, olvidando que con un decreto regio había dispuesto que se tuviera aquí dos patrones espirituales: San Carlos y San Luis, en julio y en noviembre, así es como quedó establecida nuestra fiesta del Carmelo, con poco entusiasmo en los primeros años, mas, cuando Celendín fue nuevamente realzado a la categoría de Ciudad y por los años 1865 y 66 siendo representante de cámara nuestro Benemérito don Juan Basilio Cortegana se dio a dicha fiesta el carácter de Gran Feria, con cuyo fin ya había sido copiado el cuadro a imagen en bulto por segunda vez, pues el primero que forjó en arte escultural dicha imagen fue un Fray Carmelitano, y más tarde se destacó el genio artístico escultural de Manuel de Araujo, que en secreto forjó primero la imagen del Crucificado, que es una obra perfecta en configuración humana, luego forjó la imagen de San Juan Bautista y con mayor celo produjo la imagen de la Virgen del Carmen, nuestra actual patrona espiritual y no se conoce que haya sido reproducida hasta hoy. En estos actos de tanta importancia espiritual juegan pues, los dignísimos oficios del cura Arista que originó la reverencia a la Virgen en este pueblo, el cura Basauri, que se empeñó por el trabajo del templo y la fundición de la primera campana mayor, la cual se cayó y rompió, entonces otro sacerdote Pedro José Infante, por medio del fundidor Anyaypoma hizo la actual campana mayor que tenemos, y el cura Gaspar Gastañadui, establece la Feria con Corrida de Toros, presentación de comedias con novedosos programas. Las familias principales fueron ya muchas, y, prepararon espléndidos festines. En este acto se destaca la actividad culta de la señora Manonga de Cortegana, que ayudada por sus mejores amigas establece los banquetes y bailes de alta etiqueta, enseña el estilo de buen servicio, implantó los nuevos bailes de las Crinolinas y de la Saya y reglamenta en la clase popular los bailes: el seis, el cóndor, gavilán y otros. Funda la plaza de abastos de cambios o trueques, actividades que se tornaron en costumbres. Esto es a grandes rasgos lo que narra la obra inédita acerca de las fiestas de todos los pueblos de esos tiempos en nuestra bella e histórica tierra celendina.
Es pues del dominio del Antiguo y Nuevo Testamento la vida de la Virgen María y su hijo divino, que después de su vida mártir, cuando Jesús había ascendido a los cielos, ella también, después de haber destruido el templo de Diana, las mezquitas de Venus y los encantos de Calypso, fue ascendida al cielo y desapareció del mundo. Mas, el pueblo católico, fiel al amor de esta madre, pedía siempre al cielo una reaparición milagrosa para que se acreciente la fe, hasta que, congregados algunos fieles, imploraron la ayuda de los profetas Elías, Eliseo y Enoch, y tuvieron la revelación de que la Virgen María aparecería en el Monte Carmelo. Fueron en peregrinación y una vez allí, volvieron a implorar los nombres de los profetas, y, presentándose Elías, les dijo: “Mirad hacia el mar”. Entonces vieron levantarse la imagen de su aparición, que se grabó de tal modo en la mente de los fieles que no escapó en nada su magna figura cuando hubo desaparecido. Y es así que fue reproducida en cuadros y en dibujos hechos por diestros pinceles, por las Bellas Artes que la perpetuaron para testimonio de los siglos venideros.
No tardó entonces en crearse la orden religiosa y hermandades que tomaron el nombre de Orden Religiosa Carmelitana, que avanzó extensamente en la propagación de esta fe despertando a los pueblos en la verdad de que la Virgen María se halla en la gloria celestial convertida en intercesora de la humanidad ante el Supremo Creador y por el lugar en que los fieles pudieron ver esta aparición de misterio y de milagro, lo llamaron la Serenísima Madre, la Virgen del Carmelo, cuya tradición y testimonios grabados los carmelitas lo esparcieron por todo el mundo, es así que después de la expulsión de los jesuitas, arribaron a esta nuestra tierras miembros de la orden Carmelitana que ya había en Lima, y repartieron en cuadros y en medallas la imagen de la Virgen del Carmen, cuya reverencia iba cimentando. De este modo y no de otro apareció en Celendín un cuadro de la Serenísima Madre del Carmelo, pintado al estilo italiano en tela tosca pero nítidamente dibujado, adquirido por la familia Araujo y Guzmán y el Párroco Francisco de Arista, consiguió su colocación en el templo de la Virgen llamada “La Purísima Concepción de las Limpias” que era la protectora patrona hasta entonces. Se creó una Hermandad y al empezar los trabajos del nuevo templo con motivo de haber sido exaltada la población de Celendín a la categoría de Villa con el nombre de la princesa Amalia, que después de Compañón fue la más desprendida protectora de nuestra querida ciudad, y después de terminado, se obtuvo el consenso del Rey y se entronizó la magna imagen que hoy veneramos, olvidando que con un decreto regio había dispuesto que se tuviera aquí dos patrones espirituales: San Carlos y San Luis, en julio y en noviembre, así es como quedó establecida nuestra fiesta del Carmelo, con poco entusiasmo en los primeros años, mas, cuando Celendín fue nuevamente realzado a la categoría de Ciudad y por los años 1865 y 66 siendo representante de cámara nuestro Benemérito don Juan Basilio Cortegana se dio a dicha fiesta el carácter de Gran Feria, con cuyo fin ya había sido copiado el cuadro a imagen en bulto por segunda vez, pues el primero que forjó en arte escultural dicha imagen fue un Fray Carmelitano, y más tarde se destacó el genio artístico escultural de Manuel de Araujo, que en secreto forjó primero la imagen del Crucificado, que es una obra perfecta en configuración humana, luego forjó la imagen de San Juan Bautista y con mayor celo produjo la imagen de la Virgen del Carmen, nuestra actual patrona espiritual y no se conoce que haya sido reproducida hasta hoy. En estos actos de tanta importancia espiritual juegan pues, los dignísimos oficios del cura Arista que originó la reverencia a la Virgen en este pueblo, el cura Basauri, que se empeñó por el trabajo del templo y la fundición de la primera campana mayor, la cual se cayó y rompió, entonces otro sacerdote Pedro José Infante, por medio del fundidor Anyaypoma hizo la actual campana mayor que tenemos, y el cura Gaspar Gastañadui, establece la Feria con Corrida de Toros, presentación de comedias con novedosos programas. Las familias principales fueron ya muchas, y, prepararon espléndidos festines. En este acto se destaca la actividad culta de la señora Manonga de Cortegana, que ayudada por sus mejores amigas establece los banquetes y bailes de alta etiqueta, enseña el estilo de buen servicio, implantó los nuevos bailes de las Crinolinas y de la Saya y reglamenta en la clase popular los bailes: el seis, el cóndor, gavilán y otros. Funda la plaza de abastos de cambios o trueques, actividades que se tornaron en costumbres. Esto es a grandes rasgos lo que narra la obra inédita acerca de las fiestas de todos los pueblos de esos tiempos en nuestra bella e histórica tierra celendina.
( Escrito en 1945)
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