Guillermo Oblitas Pimentel, “Juan sin Sol”, es un poeta popular de mucha enjundia y salero; sabe usar como nadie esa habla tan popular y genuina que constituye uno de los signos de identificación de la tierra y que fatalmente se va perdiendo, de a pocos, pero irremisiblemente. Mucho más en esta hora de cambios profundos en Celendín. Próximamente, nos obsequiará con un poemario en el que, no dudamos, paladearemos el sabor que aún trasunta nuestro pueblo. El acontecimiento será en el local de la Av. Brasil 1580, sede de la Asociación Celendina de Lima. CPM II, como siempre, apoyando los valores celendinos, estará presente en la gran velada.
La Shaushinada
Con sus mocos como vela,
el Shato seguía jugando,
sin hacer caso a la abuela
que se mataba llamando:
métete al agua, mapioso,
apúrate, das das,
pobre de ti, so mafioso,
si te agarro ya verás.
Y pescándolo de sus mechas,
tras breve shaushinada,
lo mangachó al pachalango
de cabeza a la tacshana.
Pululeando en el pozo
como un pishgo mojado,
apareció el mocoso,
sobre del agua flotando.
Que te defiendan tus yanasos,
decía la abuela al Shato,
dándole de varianazos
en su sopino calato,
y el agua que estaba helada,
su cungash le hacía doler,
y un ulto creyendo que era carnada
de su pishguito le fue a morder.
Niñito de Pumarume,
San Panchito de Chuclalás,
sácame, amito, taitito,
ya no aguanto más,
gritaba de rato en rato
el inconsolable Shato.
Y la abuela enojada
en la orilla de la tacshana,
shactaba que shactaba,
sus fondos con una penca.
De pronto un grito lastimero
lanza la pobrecilla
agarrándose el trasero:
¡el millashcuro, el millashcuro!
me ha picado en la rabadilla,
bajando de aquel pajuro,
y el Shato muy apenado
hizo una pucha enseguida
y le aplicó en la mordida.
Ay. mamita querida,
decía el Shato gimiendo,
ya casi no hay herida,
pero, el sitio sigue gediendo
y el millashcuro feliz,
desde su capullo,
se agarraba la nariz,
pensando en el guashatullo.
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