Por Mario Peláez Pérez
¿Cómo que no podemos reencontrarnos con los escenarios, personas, cosas, paisajes, olores y amores que nutrieron nuestra niñez; es decir, cómo que no es posible viajar al pasado...?Uno de los grandes de la literatura universal, Marcel Proust, autor de la monumental novela “En busca del tiempo perdido”, refiere que un día cualquiera, en una calle desconocida, el olor de unas empanadas, como las que su abuela preparaba, le devolvió toda la riqueza de su niñez. De porrazo, luego de varias décadas, se reencontró con sus antiguos afectos, calles, amigos y olores. Con ese mundo que su conciencia había congelado quien sabe para siempre; pero que ese día el pasado, a codazo limpio, desplazó al presente.
Estamos persuadidos que a muchos les ha sucedido lo propio. A nosotros ahora nos tocó el turno. Leyendo uno de los periódicos nos dimos de bruces con un pequeño recuadro, de no más de cinco centímetros de largo, por cuatro de ancho, que sólo albergaba 44 palabras, entre grandes y de pocas letras, y ubicado tierra adentro..., donde pocos lectores llegan.
El pequeño recuadro decía: “Uno de los últimos representantes de la época de oro del cine y la canción ranchera ha muerto. Antonio Aguilar tuvo una prolífica carrera cinematográfica que abarcó 100 películas, como LA MUERTE DE UN GALLERO, EL OJO DE VIDRIO y CABALLO PRIETO AZABACHE. De cuyas películas no me perdía ni una sola escena, allá en mi pueblo.
De pronto Celendín entero se emplazó en mi memoria, llegó con la misma limpidez que alienta el sol de medio día. Me vi entrando al cine, vi sus bancas largas, el piso con las tablas levantadas, a la señora Aurora que vendía maní, sus calles empedradas, a mi escuela, la cancha de fútbol con montículos de piedra como arcos. Esto es: vi a Celendín en sus detalles, intimidades y grandezas, incluyendo mis primeros afectos. Celendín en pleno me copó. Sólo fueron fracciones de segundo. Cómo en la esfera del cuento Aleph de Borges que reflejaba el integro del Universo; o como en el fenómeno fractal, donde a pesar de arrancar o mutilar una parte de un todo, la forma sigue siendo la misma. ¡Que formidable volver a ser niño, lo que prueba que jamás abandonamos al niño que llevamos en el espíritu!
Gracias Antonio Aguilar, espero que sigas disfrutando del amor con Dolores del Río y con La Doña.
(Fuente: Crónica viva)
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