Por Crispín Piritaño
Celendín
Las desafortunadas declaraciones del pintor Fernando de Syzszlo en las que manifiesta su apoyo al Proyecto Conga, tildando a la lucha del pueblo cajamarquino como la última batalla de la izquierda radical, nos demuestra que el artista está atravesando por una etapa de senilidad, tal vez moral, que le impide ver con objetividad un problema vital, desde todo punto de vista, no solo para los cajamarquinos, sino para todo el planeta y sus pobladores, incluso los pintores elitistas. Señalar que las autoridades de Cajamarca son agresivas y dementes no hace sino denunciar una pobreza intelectual y una falta de clarividencia para analizar la problemática nacional, lamentables en un personaje como Syzszlo.
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Pero estas declaraciones, que podrían parecer el producto del desvarío senil, en todo caso mora, decíamos, no deben llamarnos a extrañeza en un pintor que nunca representó al Perú. Syzszlo jamás fue la voz genial que nace del pueblo y va hacia él. Él nació en la élite que siempre estuvo de espaldas a los grandes problemas nacionales y por eso su arte, elitista en el peor sentido de la palabra, adorna las salas de bancos, de empresas transnacionales de la industria y el comercio, y las colecciones de multimillonarios, tal vez mineros, que cuelgan ufanos sus cuadros en sus paredes como una expresión más del poder económico y político que ostentan. Y esto explica que el pintor metido a observador política no entienda nada de nada, o no quiera entender, si nos ponemos suspicaces. Por lo demás, un 98 % de los peruanos no entienden la temática de Szyszlo y está por verse si el restante 2 % realmente lo entiende. El arte de Szyszlo jamás estará en un local sindical, en las escuelas, ni mucho menos en la vivienda de un humilde obrero o un campesino.
Quienes piensan que opiniones como las que Szyszlo ha rebuznado en estos días son válidas y respetables están muy equivocados. El hombre no conoce Cajamarca, sabe muy poco de nuestra historia y mucho menos de nuestra espiritualidad, él no siente al Perú como lo hicieron los grandes pintores cajamarquinos Mario Urteaga, José Sabogal y Camilo Blas. Ellos sí interpretaron el drama de la vida cajamarquina, la realidad peruana y la expresaron intensamente en su obra, por eso son más reconocidos en todo el mundo y pasarán a la historia por sus propios méritos, sin que medie para ello la ayuda de la prensa elitista encarnada en El Comercio y sus esbirros, que son los que adulan a nuestro opinador, que ve agresión y dementes donde sólo hay lucha por la vida y por principios.
Szyszlo es consciente de su origen y sigue de instinto en la creencia pasadista de que el Perú debe ser propiedad de unos pocos, que por pura casualidad son su mercado y para quienes él pinta. Dice que los que concuerdan con la posición de los dirigentes cajamarquinos de defender el derecho al agua, a la vida, al cuidado de nuestro medio ambiente, mejor dicho la inmensa mayoría de cajamarquinos, nos somos seres pensantes. Este retrógrado de salón nos ve como carneros que nos dejamos conducir al despeñadero. Nada más peregrino que este modo de pensar. Los cajamarquinos y sobre todo los celendinos siempre nos hemos preciado de ser un pueblo culto que rinde tributo a la inteligencia y a las manifestaciones artísticas, por eso entendemos claramente el arte universal que es la fiel expresión de la espiritualidad de un pueblo. Por eso no entendemos la pintura de Szyszlo. No porque él no nos entienda, sino, simple y llanamente, porque él no tiene nada que decirnos.
Que Szyszlo se quede con su público y rebuzne para él, que no intente meterse en nuestras luchas, que son las de la dignidad humana. Él estará más "a tono" siempre con el reducido grupo que lo ensalza y lo interpreta, con esos "estetas" que son sobre todo tigres de la banca, de la industria y del comercio, con eso "figuretis" del "jet set" huachafo limeño, el mismo que cierra las puertas a artistas que no comulgan con su estrechez mental, con esa caterva de parásitos que viven de los mendrugos de reuniones y banquetes cuyo costo solucionaría el hambre de mucha gente postergada en nuestro país. Esa "elite", esos "diletanttes" criollos, que aparentan “gran sensibilidad artística” pasmándose ante la obra de Szyszlo y calificándola de “genial”, “excelente”, “súper” o “maravillosa”, son los mismos que carecen de sensibilidad para apreciar el sufrimiento y el clamor del pueblo cajamarquino que sólo anhela vivir en paz y en armonía con su naturaleza, un pueblo que está cansado de las atrocidades y crímenes cometidos por minera Yanacocha en 23 años de explotación, una minera que tal vez luce en sus muros cuadros como los de Szyszlo, pero que no por ello deja de ser menos sanguinaria y criminal. Andar, como Szyszlo, por la misma vereda que estos delincuentes de salón, es ya suficiente oprobio para él, y explica en gran medida que se atragante con sus juicios y prejuicios.
Celendín
Las desafortunadas declaraciones del pintor Fernando de Syzszlo en las que manifiesta su apoyo al Proyecto Conga, tildando a la lucha del pueblo cajamarquino como la última batalla de la izquierda radical, nos demuestra que el artista está atravesando por una etapa de senilidad, tal vez moral, que le impide ver con objetividad un problema vital, desde todo punto de vista, no solo para los cajamarquinos, sino para todo el planeta y sus pobladores, incluso los pintores elitistas. Señalar que las autoridades de Cajamarca son agresivas y dementes no hace sino denunciar una pobreza intelectual y una falta de clarividencia para analizar la problemática nacional, lamentables en un personaje como Syzszlo.
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Levanten la mano los que entienden esto ¿ninguno?... ya lo sabía. |
Quienes piensan que opiniones como las que Szyszlo ha rebuznado en estos días son válidas y respetables están muy equivocados. El hombre no conoce Cajamarca, sabe muy poco de nuestra historia y mucho menos de nuestra espiritualidad, él no siente al Perú como lo hicieron los grandes pintores cajamarquinos Mario Urteaga, José Sabogal y Camilo Blas. Ellos sí interpretaron el drama de la vida cajamarquina, la realidad peruana y la expresaron intensamente en su obra, por eso son más reconocidos en todo el mundo y pasarán a la historia por sus propios méritos, sin que medie para ello la ayuda de la prensa elitista encarnada en El Comercio y sus esbirros, que son los que adulan a nuestro opinador, que ve agresión y dementes donde sólo hay lucha por la vida y por principios.
Szyszlo es consciente de su origen y sigue de instinto en la creencia pasadista de que el Perú debe ser propiedad de unos pocos, que por pura casualidad son su mercado y para quienes él pinta. Dice que los que concuerdan con la posición de los dirigentes cajamarquinos de defender el derecho al agua, a la vida, al cuidado de nuestro medio ambiente, mejor dicho la inmensa mayoría de cajamarquinos, nos somos seres pensantes. Este retrógrado de salón nos ve como carneros que nos dejamos conducir al despeñadero. Nada más peregrino que este modo de pensar. Los cajamarquinos y sobre todo los celendinos siempre nos hemos preciado de ser un pueblo culto que rinde tributo a la inteligencia y a las manifestaciones artísticas, por eso entendemos claramente el arte universal que es la fiel expresión de la espiritualidad de un pueblo. Por eso no entendemos la pintura de Szyszlo. No porque él no nos entienda, sino, simple y llanamente, porque él no tiene nada que decirnos.
Que Szyszlo se quede con su público y rebuzne para él, que no intente meterse en nuestras luchas, que son las de la dignidad humana. Él estará más "a tono" siempre con el reducido grupo que lo ensalza y lo interpreta, con esos "estetas" que son sobre todo tigres de la banca, de la industria y del comercio, con eso "figuretis" del "jet set" huachafo limeño, el mismo que cierra las puertas a artistas que no comulgan con su estrechez mental, con esa caterva de parásitos que viven de los mendrugos de reuniones y banquetes cuyo costo solucionaría el hambre de mucha gente postergada en nuestro país. Esa "elite", esos "diletanttes" criollos, que aparentan “gran sensibilidad artística” pasmándose ante la obra de Szyszlo y calificándola de “genial”, “excelente”, “súper” o “maravillosa”, son los mismos que carecen de sensibilidad para apreciar el sufrimiento y el clamor del pueblo cajamarquino que sólo anhela vivir en paz y en armonía con su naturaleza, un pueblo que está cansado de las atrocidades y crímenes cometidos por minera Yanacocha en 23 años de explotación, una minera que tal vez luce en sus muros cuadros como los de Szyszlo, pero que no por ello deja de ser menos sanguinaria y criminal. Andar, como Szyszlo, por la misma vereda que estos delincuentes de salón, es ya suficiente oprobio para él, y explica en gran medida que se atragante con sus juicios y prejuicios.
¡FUERA YANACOCHA DE CELENDIN. CONGA NO VA Y NO VA!
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