Por Crispín Piritaño
Celendín
Artífices de la destrucción del "Javier Prado" y el 82.
La justicia peruana sienta de esta manera un precedente y una advertencia a los mandatarios que pretendan perennizarse en el poder vía maniobras ilegales, corrupción de la prensa, del poder judicial, de los legisladores del congreso y hasta asesinatos de personas incocentes que pagaron con su vida los errores del grupo Colina, bajo las órdenes del japonés.
Se cumple así el vaticinio que hiciéramos en anterior artículo, a propósito de su captura, en donde señalamos que el tropezón que tuvo al pisar tierra chilena fue premonitorio: el aviso de la caída de un personaje tristemente célebre.
Pero Fujimori no es el único perdedor en esta histórica condena. Ha perdido también el abogado defensor César Nakasaki que no ha podido sustentar una defensa eficaz para exculpar al dictador. Y con esta son varios los casos que va perdiendo ¿será que su estrella va declinando? Por de pronto la Urraca también lo ha shoteado como su defensor, para usar una expresión criolla, y sus poses de divo del foro nacional se están destiñendo, ya no caben en el pellejo de un perdedor. La Urraca habría exclamado, fiel a su estilo: ¡No me defiendas más, compadre! Lo sentimos mucho por “cara de carapulcra”.
Con la condena de Fujimori los celendinos nos sentimos un poco vengados, especialmente en lo relativo a la destrucción de dos monumentos históricos locales: el Colegio Nacional “Javier Prado” y la Escuela de Mujeres Nº 82, obsequio de dos filántropos celendinos como fueron don Augusto Gil y el padre José Cabello. ¿Cómo es posible que se traicione su memoria destruyendo su legado? Decididamente a Fujirata le importaba un bledo la historia del Perú. A él le interesaba la historia del Japón, a donde corrió en busca de asilo, fingiéndose perseguido político. Este tiranuelo casi nos hace odiar a un gran país como es el imperio del Sol Naciente.
El que tiene gran culpa es el ex alcalde Adolfo Aliaga, quien tuvo la suerte de morir asesinado, aunque esto suene a un contrasentido. Una de las ventajas de morir así es que la gente borra lo malo y conserva sólo las buenas obras que realizó. Pero es preciso ser objetivos y su culpa reside en que le faltó panorama e identidad como ex alumno de ese colegio para permitir su destrucción, en suma, se prestó a los afanes re re reeleccionistas del japonés rata.
Una autoridad que no tiene el sentido estético de la historia y permite la mutilación del espíritu de su ciudad, encarnado en su arquitectura, no es una autoridad confiable, lo mismo podríamos decir del alcalde Juan Tello y del anterior Mauro Arteaga. Los tres forman la trilogía de atilas que precipitaron la destrucción final de Celendín. Los foráneos enriquecidos sospechosamente se encargan del resto. Los celendinos que queremos a nuestro pueblo debemos bajarles el dedo.
Celendín
Como no podía ser de otra manera, dada la abundancia de pruebas contundentes, el ex dictador japonés Alberto Kenya Fujimori Fujimori, fue declarado CULPABLE de los cuatro cargos por el que lo juzgaban; Los crímenes de Barrios Altos y la Cantuta y los secuestros y torturas en los sótanos del SIE.
Artífices de la destrucción del "Javier Prado" y el 82.
Se cumple así el vaticinio que hiciéramos en anterior artículo, a propósito de su captura, en donde señalamos que el tropezón que tuvo al pisar tierra chilena fue premonitorio: el aviso de la caída de un personaje tristemente célebre.
Pero Fujimori no es el único perdedor en esta histórica condena. Ha perdido también el abogado defensor César Nakasaki que no ha podido sustentar una defensa eficaz para exculpar al dictador. Y con esta son varios los casos que va perdiendo ¿será que su estrella va declinando? Por de pronto la Urraca también lo ha shoteado como su defensor, para usar una expresión criolla, y sus poses de divo del foro nacional se están destiñendo, ya no caben en el pellejo de un perdedor. La Urraca habría exclamado, fiel a su estilo: ¡No me defiendas más, compadre! Lo sentimos mucho por “cara de carapulcra”.
Con la condena de Fujimori los celendinos nos sentimos un poco vengados, especialmente en lo relativo a la destrucción de dos monumentos históricos locales: el Colegio Nacional “Javier Prado” y la Escuela de Mujeres Nº 82, obsequio de dos filántropos celendinos como fueron don Augusto Gil y el padre José Cabello. ¿Cómo es posible que se traicione su memoria destruyendo su legado? Decididamente a Fujirata le importaba un bledo la historia del Perú. A él le interesaba la historia del Japón, a donde corrió en busca de asilo, fingiéndose perseguido político. Este tiranuelo casi nos hace odiar a un gran país como es el imperio del Sol Naciente.
El que tiene gran culpa es el ex alcalde Adolfo Aliaga, quien tuvo la suerte de morir asesinado, aunque esto suene a un contrasentido. Una de las ventajas de morir así es que la gente borra lo malo y conserva sólo las buenas obras que realizó. Pero es preciso ser objetivos y su culpa reside en que le faltó panorama e identidad como ex alumno de ese colegio para permitir su destrucción, en suma, se prestó a los afanes re re reeleccionistas del japonés rata.
Una autoridad que no tiene el sentido estético de la historia y permite la mutilación del espíritu de su ciudad, encarnado en su arquitectura, no es una autoridad confiable, lo mismo podríamos decir del alcalde Juan Tello y del anterior Mauro Arteaga. Los tres forman la trilogía de atilas que precipitaron la destrucción final de Celendín. Los foráneos enriquecidos sospechosamente se encargan del resto. Los celendinos que queremos a nuestro pueblo debemos bajarles el dedo.
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