La curiosa fotografía que hoy nos mueve a tema es todo un documento. Posiblemente date de los primeros años de la década del treinta (¿1932?) en una ocasión y locación que desconocemos. Lo importante es que expresa claramente el contexto económico que imperaba en la provincia por entonces.
Se distingue claramente en un primerísimo plano a los tres grandes de la economía celendina, personajes que dieron pábulo a la fama de habilidad y perspicacia de los comerciantes shilicos en todo el norte. Ciro Alegría los incluye como personajes en sus novelas y en toda la literatura del norte son característicos los comerciantes celendinos llegando con su negocio a las ferias
En el centro de la escena, con sus famosos anteojos de pirata y la pose extravagante que lo caracterizaba, posa don Augusto G. Gil Velásquez, millonario terrateniente y comerciante que en la cúspide de la riqueza, tuvo el desprendimiento de donar la mayor parte de su riqueza en favor de los necesitados de su provincia.
A la diestra del filántropo está don Sixto Quevedo,con bigote a lo Hitler, rival de don Augusto en el negocio de los sombreros y a su izquierda don Rafael Cachay. Los tres, elegantemente vestidos con leontinas de oro adornando los chalecos, sentados en muebles vieneses de esterilla muy de uso en la época.
Estos tres comerciantes eran sin duda los que movían la economía de la provincia, su área de influencia abarcaba el nororiente peruano y algunos países del extranjero. Don Augusto y don Sixto rivalizaron en la difusión de los sombreros celendinos por el mundo. Tan pronto se los veía en Celendín y dos semanas después se encontraban vendiendo su mercadería a la nobleza inglesa en el Derby de Londres.
El color de las monedas circulantes entre ellos variaba entre el azul de las libras peruanas y los lilas de las libras esterlinas, por entonces a la par en valor.
Don Rafael Cachay, padre del Dr. Horacio Cachay Díaz, tuvo la audacia de lograr que su hijo culmine la carrera de medicina en la Universidad de Londres de donde volvió como pionero de la radiología en el Perú y director del Hospital del Niño. El motivo de todo esto fue el cierre de la Universidad San Marcos por las manifestaciones y huelgas en contra del entonces gobernante Augusto B. Leguía. Don Rafael cimentó su economía dedicándose al comercio con el oriente mediante el sistema de arrieraje. Era la época del caucho y había oportunidades de enriquecerse.
Prosiguiendo con las curiosidades de la fotografía, observamos en un segundo plano, sentados, a los comerciantes de menor cuantía como don Porfirio Díaz Carranza, Daniel Quiroz Velásquez, Julio Merino Bazán y su hermano Rafael. Detrás y de pie otros señores en un claro descenso de importancia social.
Anotaremos como curiosidad que don Sixto Quevedo tuvo muchas propiedades, como las casonas de la esquina de Junín y Pardo, vivienda que heredaron sus hijos, entre ellos José Domingo y Alberto, con evidentes problemas mentales, y la casona contigua a la entonces escuela Nº 82, que fue adquirida de sus herederos por el gobierno a fin de ampliar el área de la escuela.
Don Augusto tuvo su lujosa vivienda, de muebles y espejos con combinaciones de madera y mármol, en la calle Dos de Mayo, a pocos metros de la plaza de armas. Desgraciadamente, esta casona, típica de la arquitectura celendina, ha sido mutilada y deformada por sus actuales propietarios hasta el punto que hoy no conserva el menor rasgo de su grandeza anterior.
Por último, Don Rafael Cachay, además de terrenos y casas en el caserío de Chupset, fue propietario de la casona ubicada en la esquina de Ayacucho y Marcelino Gonzáles García. En su tiempo se desempeñó como tienda comercial, fabrica de múltiples productos y como corral para las recuas de mulas que iban con mercaderías por las rutas allende el Marañón.
Se distingue claramente en un primerísimo plano a los tres grandes de la economía celendina, personajes que dieron pábulo a la fama de habilidad y perspicacia de los comerciantes shilicos en todo el norte. Ciro Alegría los incluye como personajes en sus novelas y en toda la literatura del norte son característicos los comerciantes celendinos llegando con su negocio a las ferias
En el centro de la escena, con sus famosos anteojos de pirata y la pose extravagante que lo caracterizaba, posa don Augusto G. Gil Velásquez, millonario terrateniente y comerciante que en la cúspide de la riqueza, tuvo el desprendimiento de donar la mayor parte de su riqueza en favor de los necesitados de su provincia.
A la diestra del filántropo está don Sixto Quevedo,con bigote a lo Hitler, rival de don Augusto en el negocio de los sombreros y a su izquierda don Rafael Cachay. Los tres, elegantemente vestidos con leontinas de oro adornando los chalecos, sentados en muebles vieneses de esterilla muy de uso en la época.
Estos tres comerciantes eran sin duda los que movían la economía de la provincia, su área de influencia abarcaba el nororiente peruano y algunos países del extranjero. Don Augusto y don Sixto rivalizaron en la difusión de los sombreros celendinos por el mundo. Tan pronto se los veía en Celendín y dos semanas después se encontraban vendiendo su mercadería a la nobleza inglesa en el Derby de Londres.
El color de las monedas circulantes entre ellos variaba entre el azul de las libras peruanas y los lilas de las libras esterlinas, por entonces a la par en valor.
Don Rafael Cachay, padre del Dr. Horacio Cachay Díaz, tuvo la audacia de lograr que su hijo culmine la carrera de medicina en la Universidad de Londres de donde volvió como pionero de la radiología en el Perú y director del Hospital del Niño. El motivo de todo esto fue el cierre de la Universidad San Marcos por las manifestaciones y huelgas en contra del entonces gobernante Augusto B. Leguía. Don Rafael cimentó su economía dedicándose al comercio con el oriente mediante el sistema de arrieraje. Era la época del caucho y había oportunidades de enriquecerse.
Prosiguiendo con las curiosidades de la fotografía, observamos en un segundo plano, sentados, a los comerciantes de menor cuantía como don Porfirio Díaz Carranza, Daniel Quiroz Velásquez, Julio Merino Bazán y su hermano Rafael. Detrás y de pie otros señores en un claro descenso de importancia social.
Anotaremos como curiosidad que don Sixto Quevedo tuvo muchas propiedades, como las casonas de la esquina de Junín y Pardo, vivienda que heredaron sus hijos, entre ellos José Domingo y Alberto, con evidentes problemas mentales, y la casona contigua a la entonces escuela Nº 82, que fue adquirida de sus herederos por el gobierno a fin de ampliar el área de la escuela.
Don Augusto tuvo su lujosa vivienda, de muebles y espejos con combinaciones de madera y mármol, en la calle Dos de Mayo, a pocos metros de la plaza de armas. Desgraciadamente, esta casona, típica de la arquitectura celendina, ha sido mutilada y deformada por sus actuales propietarios hasta el punto que hoy no conserva el menor rasgo de su grandeza anterior.
Por último, Don Rafael Cachay, además de terrenos y casas en el caserío de Chupset, fue propietario de la casona ubicada en la esquina de Ayacucho y Marcelino Gonzáles García. En su tiempo se desempeñó como tienda comercial, fabrica de múltiples productos y como corral para las recuas de mulas que iban con mercaderías por las rutas allende el Marañón.
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