Por Franz Sánchez Cueva
Celendín
Hablar de valores cansa, dedicar líneas al tema de honestidad, independencia y verdad, resulta tedioso y casi anticuado. Digo casi, porque no lo es por completo, ni será nunca un tema obsoleto, pasado de moda. Pero sí, escribir, hablar, resulta una verdadera pérdida de tiempo. Sería mejor accionar antes que departir. Actuar a parlotear. Y éste, justamente es el problema de hacer periodismo en nuestra patria. Que no se hace.
En este país, uno no termina de asombrarse del tipo de periodismo que se practica. Sumida en una crisis de valores que apelan a la exigüidad intelectual, a la indigencia mental, al hambre de parné, al retorcijón de bolsillo, a intereses alejados de la ciudadanía y que responden a la voracidad personal.
La prensa debería ser la forma más estética de transmitir la verdad, o por lo menos acercárnosla. Pero en cambio, no se hace el menor intento de exponerla. Se la esconde. No mostrar la verdad equivale a mentir. Entonces, se miente, se miente con inusual obstinación y tenacidad, a grandísimas planas, a rimbombantes titulares.
Las páginas de los diarios hoy, informan del melodrama pasional con final sangriento entre supuestas cantantes andinas (que quieren pasar por artistas) El fenómeno “Abencis” ha logrado eclipsar el tema de la desfachatez del poder judicial coludido con la corruptela aprista, que ha dictado libertad condicional al roedor Rómulo León, abriendo el camino para la impunidad. O la interpelación a los ministros, las demandas de los transportistas, los nuevos conflictos en Tacna y Moquegua, la movilización de la CGTP, el pliego de reclamos del sector salud, la protesta de los docentes. Todo lo que ha provocado y seguirá provocando, más que una mala política económica, un sujeto que ha sido capaz de distinguir entre ciudadanos de primera, segunda, y tercera clase (con el perdón de los de cuarta, quinta…) Un genocida repudiado por las mayorías, un corrupto y mentiroso.
Quién alzó la voz para informar de los apretados vínculos, entre lo que sabe León, y lo que no le conviene a García. De la injerencia en medios y la necesidad imperiosa de refrescar la alicaída y roñosa figura del presidente. O de la escandalosa entrega de 480 millones de dólares por parte del estado para salvar al Banco Latino y Banco Wiesse, dinero que, claro está, salió de nuestros bolsillos. Algún periodista advirtió esto, alguien protestó. Por qué se nos insulta de esa forma. Una semana entera la prensa ha informado el crimen de Alicia Delgado y la implicación de Abencia Meza. ¿Nos interesa a 28 millones de peruanos? ¿Resolviendo aquél caso, se alivia los cerca de 80 nuevos conflictos sociales en el Perú?
¿Una cortina de humo? No señor, el gobierno de García es tan incapaz, que no podría maquinarla. Los verdaderos culpables son estos señores que conspiran en las salas de redacción contra su propia profesión (ojear La República y Correo). Los que, con descaro realizan monólogos matinales en cadena nacional (Raúl Vargas en RPP). Los periodistas que fueron requeridos para “limpiar” la imagen de Canaán y que tuvieron estrechos vínculos con León Alegría (Me suena el apellido Tafur). Los que, en un acto de entrega desmedida al cheque de Gerencia, intentaron ridiculizar a los hermanos de la Amazonía (caso Aldo Mariátegui)-Célebre por su artículo del Moqueguazo-donde pedía meter bala a los manifestantes, y que hoy luce su indeseable rostro en televisión junto a la resurrecta Mónica delta, otrora miembro del harem presidencial del reo Fujimori. Incluso aquél reportero (Martín Rielp) del dominical Reporte Semanal, que de forma insolente trató de la peor manera a Q’Orianka Wayra Kilcher solo por mostrarse a favor de los nativos, preguntándole por el número de muertos en Bagua, cuando ni siquiera el gobierno tiene aún hoy, cifras fidedignas. Y mientras toda la prensa hablaba de policías muertos y “salvajismo”, al mismo tiempo daba la espalda a las decenas de familias y comunidades destruidas. Mientras las cámaras del canal nacional (y canales privados que se le parecen) trasmitían el mensaje de García-el mismo día del homenaje a los caídos en la Batalla de Arica-cuando el ingenioso presidente llamó héroes a los policías y chilenos a los nativos; se ocultaban cuerpos sin vida y la prensa brilló una vez más, como en los peores pasajes de nuestra historia, por su indiferencia.
Estos son algunos pocos casos del infame periodismo limeño. Que prefiere noticias que venden a las que importan. Que confunde valor con precio. Que no muestra, sino que esconde. Que lejos de paladín, se convierte en malhechor y atemoriza. Y que, como dijo Hildebrandt (uno de los pocos periodistas de verdad), no es el Cuarto Poder sino la Quinta Rueda.
Celendín
Hablar de valores cansa, dedicar líneas al tema de honestidad, independencia y verdad, resulta tedioso y casi anticuado. Digo casi, porque no lo es por completo, ni será nunca un tema obsoleto, pasado de moda. Pero sí, escribir, hablar, resulta una verdadera pérdida de tiempo. Sería mejor accionar antes que departir. Actuar a parlotear. Y éste, justamente es el problema de hacer periodismo en nuestra patria. Que no se hace.
En este país, uno no termina de asombrarse del tipo de periodismo que se practica. Sumida en una crisis de valores que apelan a la exigüidad intelectual, a la indigencia mental, al hambre de parné, al retorcijón de bolsillo, a intereses alejados de la ciudadanía y que responden a la voracidad personal.
La prensa debería ser la forma más estética de transmitir la verdad, o por lo menos acercárnosla. Pero en cambio, no se hace el menor intento de exponerla. Se la esconde. No mostrar la verdad equivale a mentir. Entonces, se miente, se miente con inusual obstinación y tenacidad, a grandísimas planas, a rimbombantes titulares.
Las páginas de los diarios hoy, informan del melodrama pasional con final sangriento entre supuestas cantantes andinas (que quieren pasar por artistas) El fenómeno “Abencis” ha logrado eclipsar el tema de la desfachatez del poder judicial coludido con la corruptela aprista, que ha dictado libertad condicional al roedor Rómulo León, abriendo el camino para la impunidad. O la interpelación a los ministros, las demandas de los transportistas, los nuevos conflictos en Tacna y Moquegua, la movilización de la CGTP, el pliego de reclamos del sector salud, la protesta de los docentes. Todo lo que ha provocado y seguirá provocando, más que una mala política económica, un sujeto que ha sido capaz de distinguir entre ciudadanos de primera, segunda, y tercera clase (con el perdón de los de cuarta, quinta…) Un genocida repudiado por las mayorías, un corrupto y mentiroso.
Quién alzó la voz para informar de los apretados vínculos, entre lo que sabe León, y lo que no le conviene a García. De la injerencia en medios y la necesidad imperiosa de refrescar la alicaída y roñosa figura del presidente. O de la escandalosa entrega de 480 millones de dólares por parte del estado para salvar al Banco Latino y Banco Wiesse, dinero que, claro está, salió de nuestros bolsillos. Algún periodista advirtió esto, alguien protestó. Por qué se nos insulta de esa forma. Una semana entera la prensa ha informado el crimen de Alicia Delgado y la implicación de Abencia Meza. ¿Nos interesa a 28 millones de peruanos? ¿Resolviendo aquél caso, se alivia los cerca de 80 nuevos conflictos sociales en el Perú?
¿Una cortina de humo? No señor, el gobierno de García es tan incapaz, que no podría maquinarla. Los verdaderos culpables son estos señores que conspiran en las salas de redacción contra su propia profesión (ojear La República y Correo). Los que, con descaro realizan monólogos matinales en cadena nacional (Raúl Vargas en RPP). Los periodistas que fueron requeridos para “limpiar” la imagen de Canaán y que tuvieron estrechos vínculos con León Alegría (Me suena el apellido Tafur). Los que, en un acto de entrega desmedida al cheque de Gerencia, intentaron ridiculizar a los hermanos de la Amazonía (caso Aldo Mariátegui)-Célebre por su artículo del Moqueguazo-donde pedía meter bala a los manifestantes, y que hoy luce su indeseable rostro en televisión junto a la resurrecta Mónica delta, otrora miembro del harem presidencial del reo Fujimori. Incluso aquél reportero (Martín Rielp) del dominical Reporte Semanal, que de forma insolente trató de la peor manera a Q’Orianka Wayra Kilcher solo por mostrarse a favor de los nativos, preguntándole por el número de muertos en Bagua, cuando ni siquiera el gobierno tiene aún hoy, cifras fidedignas. Y mientras toda la prensa hablaba de policías muertos y “salvajismo”, al mismo tiempo daba la espalda a las decenas de familias y comunidades destruidas. Mientras las cámaras del canal nacional (y canales privados que se le parecen) trasmitían el mensaje de García-el mismo día del homenaje a los caídos en la Batalla de Arica-cuando el ingenioso presidente llamó héroes a los policías y chilenos a los nativos; se ocultaban cuerpos sin vida y la prensa brilló una vez más, como en los peores pasajes de nuestra historia, por su indiferencia.
Estos son algunos pocos casos del infame periodismo limeño. Que prefiere noticias que venden a las que importan. Que confunde valor con precio. Que no muestra, sino que esconde. Que lejos de paladín, se convierte en malhechor y atemoriza. Y que, como dijo Hildebrandt (uno de los pocos periodistas de verdad), no es el Cuarto Poder sino la Quinta Rueda.
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