jueves, 16 de septiembre de 2010

OPINION: El Rey ha muerto… ¡Viva el Rey!

Por Crispín Piritaño
Como no podía ser de otra manera, hemos asistido a la caída estrepitosa de Rafael Rey Rey y eso nos alegra visceralmente, no porque tengamos algo personal contra él, sino por su actitud servil y genuflexa ante lo indefendible: la de pretender la impunidad para los criminales de lesa humanidad. Lo intentó en los últimos días de los siameses Fujimori Montesinos, en que intentó, por todos los medios, meter preso a Alan García, acusándolo de ladrón, para luego sorpresivamente buscar cobijo en las filas del Apra e intentar lo mismo mediante el decreto 1097 que murió como nació: ilegítimo.
Hemos tratado de comprender a una personalidad compleja como la del ex ministro de defensa y de la Producción, ineficaz en todos los cargos que desempeñó, tránsfuga compulsivo y notorio mascarón de proa del Opus Dei, mentiroso y enfermo de figuración, que le hizo mucho daño a la política porque nos mostró el lado más indigno de lo que debe ser una verdadera figura política: el afán de figurar como sea, no importando en qué tienda.
¿Cómo conciliar su cerrada defensa de los designios de la curia en los intentos de legalizar el aborto y su oposición a la píldora del día siguiente con este afán de liberar por la puerta falsa a los criminales de lesa humanidad? ¿Qué tipo de creyente tenemos en él? Por un lado se golpea el pecho en defensa de la vida y por otro pretende impunidad para los asesinos.
Hemos visto la decepción pintada en los diarios fujimontesinistas, La Razón, Expreso y Correo, expresando que el gobierno cedió a la presión de los caviares y derogó el decreto 1097 y nos llama la atención la utilización genérica de este término para designar a cualquier opositor, incluyendo el propio Mario Vargas Llosa. Pensamos que esto es un exceso, un intento de falsear la verdad y de denigrar al más puro estilo de la dictadura a todo aquél que piense correctamente.
Rey Rey no ha querido dar la cara en su hora más triste y descortésmente no asistió a la juramentación de su sucesor ¿Qué otra cosa podemos esperar de un pusilánime? Y lo mejor, ha prometido que no postulará a ningún cargo. Ojalá que suceda así para bien del Perú. No necesitamos políticos de esa actitud. Pero no somos tan optimistas, porque la cerrada defensa del D. 1097 parece una maniobra que lo catapulta al primer lugar en la lista de los fujimontesinistas de cara a las elecciones 2011.
El se siente un cruzado, al mismo estilo de Serván de Cerezuela, implantando la Inquisición en el Perú, o de Silas, el albino, sicario del Opus Dei en la novela El Código da Vinci de Dan Brown, para quien no importan los medios con tal de conseguir su objetivo. Y todo en nombre de la fe.

¡SOLANO OYARCE, DEVUEVE LA CALLE QUE LE ROBASTE A CELENDIN!

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