Durante los años 70 se estilaba en todas las instituciones educativas celebrar el advenimiento de la primavera con la elección de una reina representativa de cada colegio y la posterior presentación en el corso de carros alegóricos que desfilaban por las principales vías de Celendín. La elección de las candidatas al reinado estaban a la orden del día, lo mismo que la venta de votos a cargo de sus compañeros de aula y cuanto admirador de la bella se inscribiera en sus filas. Finalmente triunfaba la candidata cuyos acólitos vendieron más votos y allá iba, muy bonita y emperejilada, portando cetro y corona que la identificaban como reina de ese año.
Por supuesto que en los desfiles los alumnos de cada colegio iban en calidad de súbditos, avivando a cada paso, por Carmencita I, o a Elizabeth I o a Engracia I, Filiberta I, o como se llame la reina. Ella iba en algún camión decorado con algún tema, con gran profusión de globos, flores y por supuesto la mejor alfombra de casa y las sábanas más limpias.
Indudablemente que las damitas lo merecían por esa belleza que hizo famoso a Celendín, cuna de mujeres bellas, cantada por poetas y escritores.
Junto al carro alegórico también marchaban, por supuesto, la madre y hermanas de la soberana, henchidas de orgullo por pertenecer a la repentina realeza y el atribulado padre quién tenía que soportar los desmanes y despropósitos de los mozos del pueblo quienes, mínimo, le decían suegro a cada paso. Y además, estaban matriculados como sea en el baile que se daba en honor a la reina ¡Cosas de la vida!
La fotografía que esta vez exhibimos es la sucesión del reinado entre dos bellezas que marcaron época en el Celendín de antaño, nos referimos a Emperatriz I, quien hace entrega del cetro a su sucesora Rubí I, ambas eran estudiantes del Colegio Nacional de Mujeres “Nuestra Señora del Carmen” en los años 70 y sus nombres para mayor identificación eran Ligia Emperatriz Tavera Chávez y Rubí Araujo Cáceres.
Por supuesto que en los desfiles los alumnos de cada colegio iban en calidad de súbditos, avivando a cada paso, por Carmencita I, o a Elizabeth I o a Engracia I, Filiberta I, o como se llame la reina. Ella iba en algún camión decorado con algún tema, con gran profusión de globos, flores y por supuesto la mejor alfombra de casa y las sábanas más limpias.
Indudablemente que las damitas lo merecían por esa belleza que hizo famoso a Celendín, cuna de mujeres bellas, cantada por poetas y escritores.
Junto al carro alegórico también marchaban, por supuesto, la madre y hermanas de la soberana, henchidas de orgullo por pertenecer a la repentina realeza y el atribulado padre quién tenía que soportar los desmanes y despropósitos de los mozos del pueblo quienes, mínimo, le decían suegro a cada paso. Y además, estaban matriculados como sea en el baile que se daba en honor a la reina ¡Cosas de la vida!
La fotografía que esta vez exhibimos es la sucesión del reinado entre dos bellezas que marcaron época en el Celendín de antaño, nos referimos a Emperatriz I, quien hace entrega del cetro a su sucesora Rubí I, ambas eran estudiantes del Colegio Nacional de Mujeres “Nuestra Señora del Carmen” en los años 70 y sus nombres para mayor identificación eran Ligia Emperatriz Tavera Chávez y Rubí Araujo Cáceres.
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