Por Jorge A. Chávez Silva, “Charro”
Pocas dudas caben de que esta sea una de las fotografías más antiguas de Celendín. Según nuestros cálculos debe datar de la década de los 80 del siglo XIX, es decir que sobrepasa largamente el siglo de antigüedad. Con una unción cercana a la reverencia he revisado la imagen en toda su extensión, tratando de ponerme en el espíritu de un shilico de esa época para sentir cómo era nuestro pueblo entonces. Celendín era por entonces apenas una pequeña aldea perdida en los Andes del norte, con una legendaria historia que se perdía en las brumas del tiempo.
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Se trata de la plaza de armas, un descampado sin jardines ni veredas, un día domingo del cual nada queda de recuerdo. Apenas un centenar de personas hace su mercado, ashuturados y sentados en el empedrado de la calle Pardo ¿Se llamaría así por entonces? En un día de invierno porque el sol no brilla. Los varones están emponchados y las mujeres con gruesos pañolones para contrarrestar el frío. Dos personas flanquean a un personaje de blanco que podría ser el Rvdo. J.P. Infante, el cura de entonces.
La iglesia todavía no tiene los campanarios que tuvo pocos años después, para albergar las campanas que hasta ahora llaman a los fieles, fundidas en 1882 por José A. Anyaipoma, de Chiclayo, que fue traído especialmente para hacer el trabajo, en un viaje de varias semanas desde el pueblo de Magdalena en donde vivía, transportando los calderos y demás instrumentos a lomo de bestia. Al culminar las espadañas del campanario también cambiaron de orientación los tejados de las torres. La puerta principal que daba acceso a la nave es la misma que perduró hasta el año 1962 en que se inició la edificación de la actual iglesia, lo mismo que la efigie de la Virgen del Carmen, mas no el adorno de la parte superior que se cambió por uno cuadrangular con timón de nao inscrita.
La casa más característica y al parecer la más antigua, en la esquina de Dos de Mayo y Pardo, luce detalles desconocidos para nosotros, como el segundo piso con balcón sujeto a los aleros del techo con tirantes y la puerta con dos ventanas, que fueron derruidas. En nuestra niñez esa casa era de un solo piso y allí nos cuentas que funcionó en los años treinta el baratillo de Tomas Díaz, en los cincuentas la tienda de don Manuel Sacramento Díaz, en los setentas el comercio de don Renán Sánchez Izquierdo, después negocios varios, oscuras cantinas y ahora está convertida en un hotel de dudoso estilo arquitectónico.
La portada de estilo colonial, hoy desaparecida, tiene el portón abierto en una hoja y la casa contigua a la iglesia aún no tiene las calaminas cuya oxidación creciente le dieron esa fisonomía característica a nuestra plaza de armas, tantas veces remodelada. Los balcones del segundo piso aún están en proyecto, pero, en suma, toda la casa parece ser una unidad y no dos propiedades diferentes como fue después.
La ausencia de árboles en el entorno corrobora la historia que me contara Moisés Chávez Velásquez, que fue su abuelo, el capitán Zaturnino Chávez Baella, quien hizo los primeros lechuguinos con las semillas que trajo en su viaje de retorno después de combatir en la guerra con Chile al mando del Batallón “Celendín Nº 1” y fue él también quien plantó los pinos que ahora son centenarios y constituyen la característica más preciada de nuestra ciudad.
El mismo lo consigna en su libro “Descubrimiento del diario del Capitán”: “Encariñado con la naturaleza trató de modificar el panorama de Celendín con la siembra de varias semillas que había recolectado en el trayecto. A fines de 1882 hizo el primer vivero de eucaliptos. Por sus características de plantas raras llamó la atención de los visitantes que solicitaban una plantita de alcanfor, por favor…”. En efecto, en el cuadrilátero de la plaza apenas se ve un arbolito muy joven. Eso nos lleva al convencimiento de datar la foto en la fecha que consignamos líneas arriba.
La foto de lente anónimo obtenida gracias a la gentileza de Javier Pereyra Díaz, al parecer fue tomada desde el balcón de la casa que años después perteneció a don Sebastián Horna y es un documento muy importante que nos muestra a nuestro pueblo en inicios, con sus calles anchas como ningún pueblo, tal como lo diseñaron nuestros egregios antepasados.
Pocas dudas caben de que esta sea una de las fotografías más antiguas de Celendín. Según nuestros cálculos debe datar de la década de los 80 del siglo XIX, es decir que sobrepasa largamente el siglo de antigüedad. Con una unción cercana a la reverencia he revisado la imagen en toda su extensión, tratando de ponerme en el espíritu de un shilico de esa época para sentir cómo era nuestro pueblo entonces. Celendín era por entonces apenas una pequeña aldea perdida en los Andes del norte, con una legendaria historia que se perdía en las brumas del tiempo.
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Una maravilla. La foto más antigua de Celendín. |
La iglesia todavía no tiene los campanarios que tuvo pocos años después, para albergar las campanas que hasta ahora llaman a los fieles, fundidas en 1882 por José A. Anyaipoma, de Chiclayo, que fue traído especialmente para hacer el trabajo, en un viaje de varias semanas desde el pueblo de Magdalena en donde vivía, transportando los calderos y demás instrumentos a lomo de bestia. Al culminar las espadañas del campanario también cambiaron de orientación los tejados de las torres. La puerta principal que daba acceso a la nave es la misma que perduró hasta el año 1962 en que se inició la edificación de la actual iglesia, lo mismo que la efigie de la Virgen del Carmen, mas no el adorno de la parte superior que se cambió por uno cuadrangular con timón de nao inscrita.
La casa más característica y al parecer la más antigua, en la esquina de Dos de Mayo y Pardo, luce detalles desconocidos para nosotros, como el segundo piso con balcón sujeto a los aleros del techo con tirantes y la puerta con dos ventanas, que fueron derruidas. En nuestra niñez esa casa era de un solo piso y allí nos cuentas que funcionó en los años treinta el baratillo de Tomas Díaz, en los cincuentas la tienda de don Manuel Sacramento Díaz, en los setentas el comercio de don Renán Sánchez Izquierdo, después negocios varios, oscuras cantinas y ahora está convertida en un hotel de dudoso estilo arquitectónico.
La portada de estilo colonial, hoy desaparecida, tiene el portón abierto en una hoja y la casa contigua a la iglesia aún no tiene las calaminas cuya oxidación creciente le dieron esa fisonomía característica a nuestra plaza de armas, tantas veces remodelada. Los balcones del segundo piso aún están en proyecto, pero, en suma, toda la casa parece ser una unidad y no dos propiedades diferentes como fue después.
La ausencia de árboles en el entorno corrobora la historia que me contara Moisés Chávez Velásquez, que fue su abuelo, el capitán Zaturnino Chávez Baella, quien hizo los primeros lechuguinos con las semillas que trajo en su viaje de retorno después de combatir en la guerra con Chile al mando del Batallón “Celendín Nº 1” y fue él también quien plantó los pinos que ahora son centenarios y constituyen la característica más preciada de nuestra ciudad.
El mismo lo consigna en su libro “Descubrimiento del diario del Capitán”: “Encariñado con la naturaleza trató de modificar el panorama de Celendín con la siembra de varias semillas que había recolectado en el trayecto. A fines de 1882 hizo el primer vivero de eucaliptos. Por sus características de plantas raras llamó la atención de los visitantes que solicitaban una plantita de alcanfor, por favor…”. En efecto, en el cuadrilátero de la plaza apenas se ve un arbolito muy joven. Eso nos lleva al convencimiento de datar la foto en la fecha que consignamos líneas arriba.
La foto de lente anónimo obtenida gracias a la gentileza de Javier Pereyra Díaz, al parecer fue tomada desde el balcón de la casa que años después perteneció a don Sebastián Horna y es un documento muy importante que nos muestra a nuestro pueblo en inicios, con sus calles anchas como ningún pueblo, tal como lo diseñaron nuestros egregios antepasados.
2 comentarios:
MI QUERIDO CELENDIN CIELO AZUL DEL EDÉN ENCANTADO E INCOMPARABLE ,MAGESTUOSO Y SIEMPRE LLENO DE ORIGINALIDAD...ME SIENTO ORGULLOSO DE SER SHILICO DE PURO CORAZÓN
MI QUERIDO CELENDIN CIELO AZUL DEL EDÉN ENCANTADOR E INCOMPARABLE ,MAGESTUOSO Y SIEMPRE LLENO DE ORIGINALIDAD E HISTORIA...ME SIENTO ORGULLOSO DE SER SHILICO DE PURO CORAZÓN
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