Por Franz Sánchez
Y en el reclamo de los justos, siempre habrá protagonismos excesivos, siempre habrá intereses personales que saciar. Siempre existirán borregos encandilados por la batuta de oportunistas que añaden a los acordes de sus flautas mágicas, sonidos de humanidad.
Y cuando siempre percibí la frivolidad del “club de damos y señoritos, residentes en Lima”, hoy me sorprendo de la manera cómo exaltan vivas y cánticos en favor de lo elemental y en contra de lo accesorio, claro sin perder la estampa sin identidad que los caracteriza.
Sigo anonadado de ver personas reclamando por justicia, y casi siempre uno no sabe si son celendinos por parte de la mamá, del papá, o simplemente por pura tendencia, como en fechas julias. Y al caso, eso no importa, si la resistencia es grande.
Pero una cosa es que sea grande y otra, que sea verdadera. Y yo quisiera que fuese más de lo segundo y menos de lo otro. Pero lo que yo quiera, realmente tampoco importa.
Yo hubiera querido una colecta capitalina en favor de las comunidades, yo hubiera querido no tener como representación a extremistas, hubiera querido no desenmascarar a los promineros que hoy tienen dos opciones: o están en el closet o consiguieron la máscara de ambientalistas. Yo hubiera querido menos fotos en veladas, menos figurettismo, menos cobardía municipal. Yo hubiera querido, pero qué importa.
Debemos tolerar las diversas posiciones frente al tema, de eso se trata justamente, de solucionar un conflicto sumamente intrincado, que no debe por ningún motivo enfrentarnos entre coterráneos.
Pero rayos, sí que molesta. Me molesta que quien tiene un poco de solvencia económica se crea la Coca-Cola en el desierto. Hable de crecimiento, de vanguardia, o llame “atrasados” a los que no pensamos como sus bolsillos. Realmente cree el sujeto que su persona es la representación del modernismo, que el modelo económico que defiende es el último grito de la moda (cuando más parece la época del virreinato).
Y es que, en esa misma línea, opinando sobre el mismo tema “el conflicto socio ambiental que ha generado Conga”, identifico dos grupos de obcecados defensores de la bonanza y la prosperidad monetaria: los que sin saber nada del tema, sin conocer el área de impacto, le dicen sí al proyecto minero (a ciegas). Pero también están, los que más escalofríos me dan, el grupo de personas que saben lo que sucedería si vulneramos las “zonas sensibles o neurálgicas” de nuestros ecosistemas que sostienen un ciclo natural de biodiversidad, y a pesar de ello “especistas” o no, le dan la prioridad a los réditos de la minería a cielo abierto, cual accionista que vacaciona en Miami.
De los otros, ufff!!! Hay una gama amplia de tonalidades que van desde el tono más carmesí, hasta el verde más claro. Pero como no soy exquisito en colores, para mí, todos están bien.
Lo que sí me incomoda, es que la resistencia sirva como cliché, como uno de esos “rollos” que aparecen de la nada y se comienzan a utilizar hasta que una vez desgastado no le quede a nadie, y se deseche como todo objeto utilizado por la nada pulcra sociedad del consumo.
La resistencia digna, que bien se hubiera podido llamar eco-resistencia, porque eso es lo que es, no debe ser empleada como uno más de los productos que se fabrican para masas uniformes de personas programadas con el mismo pensamiento, y que demandan la utilización de su imagen para recrear otro sistema lineal de consumo.
Ahora es el momento ideal, para desplegar también, la resistencia pacífica e intelectual.
Y en esa ruta están los artistas, los creativos, la picardía para doblegar la fuerza opresora, el ingenio para burlarse del poderoso, y eso es lo que debemos ser siempre: el pueblo. El pueblo de manifiesto, rechazando lástima, no el pueblo que mendiga porque es pobre, sino el pueblo pobre pero que es DIGNO, y que no mendiga nada, no pide migajas porque, él se merece lo que tiene.
Rechazo el cliché de los “etiquetosos”, el grito con raspado de amígdalas del indiferente que hace esfuerzos de representación celendina. Me apesta el cochino cobarde que criticó desde hace años nuestra posición y nos llamó “locos” “atrasados”, y hoy sin más ni menos se adhiere “espontáneo”. Sin embargo la gente tiene la oportunidad de rectificarse a tiempo, de todos modos lo único que se debe buscar con todo este despliegue mítico de contingencia es que los pueblos de nuestra lamentablemente “rica” provincia, decidan hacia donde quieren ir.
No confundamos, una cosa es Celendín en “resistencia”, y otra cosa, Celendín “resistente”. Ah no, “resistente” quiere decir que se le puede hacer cualquier tipo de vejación, ofensa, maltrato y por la naturaleza de su material solamente “resistirá”, “aguantará”. Cuando a lo largo de su historia, grandes personajes se erigían para rechazar cualquier indicio de afectación contra nuestra “DIGNIDAD SHILICA”, que es el verdadero tesoro que debemos proteger, a parte de nuestra belleza paisajística y nuestra biodiversidad ecológica.
Este no es un tema de política, de economía o de finanzas, este es un tema de humanidad, y sobre cuánto estamos dispuestos a someter a la naturaleza a cambio de extraerle, aquellos “prodigios” que más parecen una maldición, incluso en contra de la vida misma. Yo, lo vuelvo a expresar: En mi Celendín NO… (Y censúrenme por decir eso, para lo que me interesa continuar en medios, mis convicciones son firmes y perennes como la yerba a 4 mil m.s.n.m.).
Frente a los poderosos, está el poder de uno mismo: Como estos celendinos que navegan en las aguas de su laguna, así la transnacional diga que es de su propiedad. Y acaso no somos libres para elegir cómo vivir, y si se puede, cómo morir...
Morir… tenemos que morir algún día, entonces muramos LUCHANDO.
¡FUERA YANACOCHA DE CELENDIN, CONGA NO VA, NO VA, NO VA...!
*
Y en el reclamo de los justos, siempre habrá protagonismos excesivos, siempre habrá intereses personales que saciar. Siempre existirán borregos encandilados por la batuta de oportunistas que añaden a los acordes de sus flautas mágicas, sonidos de humanidad.
Y cuando siempre percibí la frivolidad del “club de damos y señoritos, residentes en Lima”, hoy me sorprendo de la manera cómo exaltan vivas y cánticos en favor de lo elemental y en contra de lo accesorio, claro sin perder la estampa sin identidad que los caracteriza.
Sigo anonadado de ver personas reclamando por justicia, y casi siempre uno no sabe si son celendinos por parte de la mamá, del papá, o simplemente por pura tendencia, como en fechas julias. Y al caso, eso no importa, si la resistencia es grande.
Pero una cosa es que sea grande y otra, que sea verdadera. Y yo quisiera que fuese más de lo segundo y menos de lo otro. Pero lo que yo quiera, realmente tampoco importa.
Las lagunas celendinas, el símbolo de la resistencia de un pueblo que ama la vida.
Yo hubiera querido una colecta capitalina en favor de las comunidades, yo hubiera querido no tener como representación a extremistas, hubiera querido no desenmascarar a los promineros que hoy tienen dos opciones: o están en el closet o consiguieron la máscara de ambientalistas. Yo hubiera querido menos fotos en veladas, menos figurettismo, menos cobardía municipal. Yo hubiera querido, pero qué importa.
Debemos tolerar las diversas posiciones frente al tema, de eso se trata justamente, de solucionar un conflicto sumamente intrincado, que no debe por ningún motivo enfrentarnos entre coterráneos.
Pero rayos, sí que molesta. Me molesta que quien tiene un poco de solvencia económica se crea la Coca-Cola en el desierto. Hable de crecimiento, de vanguardia, o llame “atrasados” a los que no pensamos como sus bolsillos. Realmente cree el sujeto que su persona es la representación del modernismo, que el modelo económico que defiende es el último grito de la moda (cuando más parece la época del virreinato).
Y es que, en esa misma línea, opinando sobre el mismo tema “el conflicto socio ambiental que ha generado Conga”, identifico dos grupos de obcecados defensores de la bonanza y la prosperidad monetaria: los que sin saber nada del tema, sin conocer el área de impacto, le dicen sí al proyecto minero (a ciegas). Pero también están, los que más escalofríos me dan, el grupo de personas que saben lo que sucedería si vulneramos las “zonas sensibles o neurálgicas” de nuestros ecosistemas que sostienen un ciclo natural de biodiversidad, y a pesar de ello “especistas” o no, le dan la prioridad a los réditos de la minería a cielo abierto, cual accionista que vacaciona en Miami.
De los otros, ufff!!! Hay una gama amplia de tonalidades que van desde el tono más carmesí, hasta el verde más claro. Pero como no soy exquisito en colores, para mí, todos están bien.
Lo que sí me incomoda, es que la resistencia sirva como cliché, como uno de esos “rollos” que aparecen de la nada y se comienzan a utilizar hasta que una vez desgastado no le quede a nadie, y se deseche como todo objeto utilizado por la nada pulcra sociedad del consumo.
La resistencia digna, que bien se hubiera podido llamar eco-resistencia, porque eso es lo que es, no debe ser empleada como uno más de los productos que se fabrican para masas uniformes de personas programadas con el mismo pensamiento, y que demandan la utilización de su imagen para recrear otro sistema lineal de consumo.
Ahora es el momento ideal, para desplegar también, la resistencia pacífica e intelectual.
Y en esa ruta están los artistas, los creativos, la picardía para doblegar la fuerza opresora, el ingenio para burlarse del poderoso, y eso es lo que debemos ser siempre: el pueblo. El pueblo de manifiesto, rechazando lástima, no el pueblo que mendiga porque es pobre, sino el pueblo pobre pero que es DIGNO, y que no mendiga nada, no pide migajas porque, él se merece lo que tiene.
Rechazo el cliché de los “etiquetosos”, el grito con raspado de amígdalas del indiferente que hace esfuerzos de representación celendina. Me apesta el cochino cobarde que criticó desde hace años nuestra posición y nos llamó “locos” “atrasados”, y hoy sin más ni menos se adhiere “espontáneo”. Sin embargo la gente tiene la oportunidad de rectificarse a tiempo, de todos modos lo único que se debe buscar con todo este despliegue mítico de contingencia es que los pueblos de nuestra lamentablemente “rica” provincia, decidan hacia donde quieren ir.
No confundamos, una cosa es Celendín en “resistencia”, y otra cosa, Celendín “resistente”. Ah no, “resistente” quiere decir que se le puede hacer cualquier tipo de vejación, ofensa, maltrato y por la naturaleza de su material solamente “resistirá”, “aguantará”. Cuando a lo largo de su historia, grandes personajes se erigían para rechazar cualquier indicio de afectación contra nuestra “DIGNIDAD SHILICA”, que es el verdadero tesoro que debemos proteger, a parte de nuestra belleza paisajística y nuestra biodiversidad ecológica.
Este no es un tema de política, de economía o de finanzas, este es un tema de humanidad, y sobre cuánto estamos dispuestos a someter a la naturaleza a cambio de extraerle, aquellos “prodigios” que más parecen una maldición, incluso en contra de la vida misma. Yo, lo vuelvo a expresar: En mi Celendín NO… (Y censúrenme por decir eso, para lo que me interesa continuar en medios, mis convicciones son firmes y perennes como la yerba a 4 mil m.s.n.m.).
Frente a los poderosos, está el poder de uno mismo: Como estos celendinos que navegan en las aguas de su laguna, así la transnacional diga que es de su propiedad. Y acaso no somos libres para elegir cómo vivir, y si se puede, cómo morir...
Morir… tenemos que morir algún día, entonces muramos LUCHANDO.
¡FUERA YANACOCHA DE CELENDIN, CONGA NO VA, NO VA, NO VA...!
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